Permitámonos volver sobre el tema de la muerte. Aquel tan rechazado y ocultado por la sociedad o sea por cada uno de nosotros. Aquel que nos produce emociones intensas. Aquel que vemos cada día pero al que le hacemos el quite si no nos toca muy de cerca. Creo que nos hemos vuelto insensibles ante el dolor y el sufrimiento ajeno, es una característica de nuestra sociedad. No nos repercute igual si la muerte es lejana aparecida como “una noticia más”, que si toca el círculo de familia, amigos, compañeros.
El chat transcurrió así:
A.—Siento informarles que … murió el día lunes pasado debido a problemas de corazón y riñones.
B.—Qué tristeza, me gustaría hablar con… ¿tiene usted el teléfono?
A.—No, pero voy a buscarlo.
C.—¡¡Lo siento mucho!!
A.— “En gratitud por la vida de…, donaciones a…
D.—Lo siento mucho.
E.— También lo siento mucho.
A.— Gracias a todos. Me ha dado muy duro la noticia.
B.— La ida de los amigos es muy dura.
“Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”, como dice la canción interpretada por Alberto Cortez.
Y cuando ese amigo tiene la edad de nosotros, y esa edad es aquella en que nos damos cuenta que ya los años que nos restan son definitivamente menos de los que ya hemos vivido, entonces... Cuando observamos que somos la generación que está en primera línea -hacia la muerte- y que ya son muy escasos o ninguno los mayores que nos sobreviven, no es solo cuestión de reconocer la vejez, sino de ver la vida que llevamos, lo que nos resta de ella y cómo la queremos vivir. Entre otras, para morir lo más en paz posible.
Dicen, no sé si sea cierto, que a Jorge Luis Borges un día le preguntaron cuantos años tenía, ya estaba en una edad avanzada, y él contestó: “15” y después explicó, “los años que viví ya no los tengo, solo tengo los que me restan por vivir”. Así es.
Entonces, ¿qué nos puede dar la vejez? si decidimos aceptarla. Nos puede dar:
- El tiempo de la paciencia, de la lentitud, de las cosas bellas, de la simpleza, de lo llano.
- El tiempo de la escucha.
- El tiempo de las pequeñas satisfacciones.
- El tiempo de ser libres para amar.
- El tiempo de gozar el aprendizaje.
- El tiempo para aprender un arte.
- El tiempo para reconocer el contento por lo que se tiene y hace.
- El tiempo para invertir en nosotros mismos.
- El tiempo para enfocarse en lo importante.
- El tiempo para el disfrute del tiempo.
- El tiempo para la gratitud.
- El tiempo para acompañar a los otros, así solo nos quede un minuto de vida.
- El tiempo de saber que ya está cerca el final y prepararnos. ¿Qué podemos hacer al respecto? Ver columna “La muerte anunciada”
Es paradójico todo el tiempo que recibimos cuando ya no nos queda tanto tiempo.
Cada proceso de envejecimiento es personal y diferente, eso es natural. Considero que tiene que ver con las alegrías y las pruebas que la vida nos ha puesto y cómo las hemos afrontado. O sea, con nuestra personalidad, para no alargarnos. Envejecer no es decaer mental o físicamente, es para gozar el envejecer. Esto es una decisión. Siempre habrá emociones encontradas, pero siento que al envejecer podemos tender a vivir más en alegría, paz y sosiego.
Entonces sí, la partida de viejos amigos con los que se han compartido aventuras que quedaron grabadas en nuestra memoria de por vida, es una pequeña muerte –nuestra-. Ya no habrá nuevas alegrías con esa persona, el vacío se establece. Así es, y esto da duro.
¿Y si la partida es de un “desconocido”?
Médico fisiatra. Medicina del alma
La vejez, si decidimos acetarla, nos puede dar un tiempo lleno de cosas maravillosas