Cuando el alcaraván canta, tigre o gente lo levanta. Inicio esta crónica con este dicho llanero que, como todos los refranes, tiene un gran contenido de sabiduría popular, resaltando de esta manera la importancia de los animales en el origen de los conocimientos que hoy nos imparten desde los sagrados templos de la pedagogía.
Cuando inició la cuarentena por culpa de la pandemia, que llegó para quedarse, con mi esposa asumimos la determinación de retomar nuestro nicho campesino —conocido como Kazajistán, ubicado a dos horas de Paz de Ariporo— y comenzamos de nuevo nuestras faenas y nuestro espíritu volvió a ser joven, con el entusiasmo y la energía que nos da esta maravillosa etapa de nuestras vidas.
Las especies menores volvieron a meterse en nuestra rutina diaria, solo que ahora hemos disfrutado más de su compañía y se nos movió con más fuerza el afán de observar su conducta, su comunicación y su relación con el medio ambiente, como también ha pasado con las especies silvestres.
Por ejemplo, la hermosa ave, como suelen ser todas, conocida por el nombre de cheo (Cyanocorax violaceus), se reúne con las de su especie para hacer una gran alharaca, a la que generalmente se unen guacharacas (Ortalis ruficauda) y otras cuando el peligro acecha, casi siempre asume esa actitud al notar la presencia de serpientes o felinos.
Y es impresionante el alegre canto del cucarachero (Troglodytes aedon) anunciando que la lluvia va a amainar; ver las hormigas trepar con sus crías a cuestas, o almacenar comida cuando va a haber inundaciones, lo que nos redime de estudiar meteorología y hasta economía.
El chulo o gallinazo (Corayips atratus) para que me entiendan más, no solo es fuente de inspiración para aeromodelistas y fabricantes de aeronaves, como también salubristas, sino que al desprenderse en barreno de su perfecto vuelo, nos presagia, con mucho acierto, un inevitable.chubasco.
Para estar más a tono con la realidad que vivimos y esto es a nivel universal, cuando un integrante de la manada es presa de alguna afectación a su salud, se aparta de los suyos sin necesidad de decreto o policía que le pida identificación, le exija tapabocas o distanciamiento social; las especies menores o domésticas, pese a su evolución, nos divierten y en forma lúdica, nos deja grandes enseñanzas; los perros, fieles por naturaleza, no con sus hembras, sin radares, ni cámaras ocultas, detectan las amenazas y encienden sus alarmas; hombre! quién carajo le ha enseñado a las gallinas a buscar su dormitorio más temprano de lo acostumbrado, cuando al día siguiente con toda seguridad amanece lloviendo -pobre Max Henríquez, cuantos semestres para que medio le crean.
Un obrero en la sabana, enderezando su sudado cuerpo dijo: ¡Pija! Ya son las onces. Más tarde, en la misma actitud, señalo: ¡Se partió el día compañeros!
Son las doce, como vi que estaba en lo cierto, le pregunté como lo sabía y me contestó: ¿Acaso no ha oído rebuznar el burro?
Y voy con nuestros chanchos —qué equivocados estamos al tratarlos de brutos—, tú les pones un nombre y al otro día responden al llamarlos por él, además a qué escuela sindicalista habrán asistido, pues cuando se llega la hora de la comida me rodean y protestan, hasta creo que dicen: “se vive, se siente”. Y cuando me dirijo a la porqueriza con la comida, todos van detrás con arengas y vivas, parecen en manifestación política.
Podría escribir muchas experiencias, pero quiero dejar ahí la crónica resaltando dos cosas que suceden con la mayoría de los animales: una, que pese a los errores de su líder lo siguen, como cualquier otro uribista o petrista, sin saber que es polarización; dos, que gracias a sus coloridos, sus cantos y sus actitudes no hemos sentido más que felicidad.