“Vote por mí para que salgas de la pobreza con seguridad, empleo y libertad ”.
La paquidérmica sociedad se extasía, intrigando sobre estraperlos y chanchullos presuntamente cometidos por los avispados políticos, que ahora los usufructúan haciendo su campaña, direccionada al reclutamiento de votantes –a su favor– exponiendo ante la comunidad agobiada de necesidades, la más pomposa y rimbombante artimaña publicitaria, mostrada en el derroche de dinero, materializado en vallas, “decoraciones” de carros, afiches, y demás elementos propios de la parafernalia y la logística, requeridos para captar esa atención del ciudadano y enamorarlo del número en el tarjetón y el color. Para que el día de E , voten por él y lo elijan congresista.
Hay que entender que este manejo y exhibición de poder ha sido permitida y establecida por la misma comunidad, que se mantiene atenta a tildar con masoquismo la procedencia y lo que se robará el elegido. Pero, realmente no hace nada para asumir una verdadera posición crítica examinadora del candidato, en cualidades y calidades por las que ha merecido su autonominación, prometiendo ante todos que responderá con responsabilidad, honestidad y gestión, a la confianza del pueblo por entregarle temporalmente la extensión del poder soberano.
Cada vez que llega esta época de campañas políticas para elegir democráticamente a quienes participarán directamente en las decisiones administrativas o legislativas del Estado –más, se confirma– la inmadurez e irresponsabilidad del mismo elector, con el deber de votar y elegir bien, y promocionar realmente a quienes por su convicción o capacidad pueden representarlo, sin la preclara intencionalidad de saciar sus intereses personales y los de sus aduladores, obteniendo la franquicia para suscribirse a la corrupción y extraer del erario, no solo el capital sino las jugosas utilidades que compensen los manirrotos gastos, contributivos para legitimar su investidura.
El listado de candidatos es muy selecto y cerrado, de quienes se dice que –son los mismos con las mismas–, pero tampoco se manifiesta de por sí, otra convocatoria antagonista capaz de contrarrestar a los publicitados, con argumentos contundentes y llenos de explicitas razones que reformulen una real solución a los problemas de la sociedad.
Aparecen en escena, los fustigadores, “expertos en fórmulas de campaña”, columnistas detractores y pontífices de la comunicación política –arremetiendo, hasta injuriosamente– señalando marcadamente las conductas deshonrosas de aquellos candidatos, que no han participado al final, con una buena untada de dinero o que definitivamente están dentro de la animadversión y el odio partidista.
El ciudadano "hipopótamo", que contempla desde su zona de confort –el descuartizamiento de incautos– por las hienas políticas, en la playa del abrevadero. Tiene esa capacidad de resoplar y embestir las campañas, con el fin de seleccionar a quienes no tengan ascendencia en la corrupción, como primer presupuesto, y luego el del potencial intelectual y autoritario que permita atisbar un individuo, con características de prominente senador.
En definitiva y hasta el empalago es muy certera la premisa de que “el pueblo elije los gobernantes que se merece”, entonces no existe otra razón de más para creer que exteriorizando apatía al proceso electoral y denigrando de quienes serán ensalzados –por encima de los improperios– como “padres de la patria” se esté dando cumplimiento al deber de elegir libremente a quienes con honor prestado gobernarán por un periodo el comportamiento civil.
Al final, después de recibir abrazos, promesas, tamales y quizá una suma de dinero para alegrar y estimular esa anhelada votación, solo quedará reflexionar que seguimos siendo esclavos de lo que decimos y dueños de lo que callamos.