Imagínese usted, querido lector, que por azares de la vida en su próxima reencarnación viera la luz en un país indecente, godo, corrupto, ignorante y medio morrongo. De igual forma, es solo un ejercicio de creatividad imaginativa. En realidad espero que tenga muchas vidas en países educados, democráticos y libres, así como Colombia ¡Ay qué país tan sabroso!
Pero bueno, siga dejando volar su mente. Digamos que es un país subdesarrollado, por allá bien lejos, de esos que duran como 50 años en guerra interna pero se niegan a negociar su fin. ¿Habrase visto? Uno de esos países hazme reír cada que se hacen pruebas académicas internacionales, de esos que quedan de últimos pero les da igual. ¡Dios nos libre de semejante pesadilla! Sin bajarse de su imaginación, ahora agréguele a ese país, que claramente es ‘ficticio’, unos territorios fértiles dignos de toda envidia, vendidos por minucias a países del norte, en meros actos de diplomacia y sumisión política. Y así, un sin fin de atrocidades que afortunadamente pasan por allá bien lejos, tan lejos que parece que estuviéramos cerca. Es que ese es el problema de ponerse a imaginar extremos inconcebibles y luego caer en la cuenta, súbitamente, de que allí estamos, que la imaginación nos tele-transportó y estamos cerca de un país llamado Colonvia. ¡Que alivio que no somos nosotros!
Ahí en Colonvia hay unos personajes que quieren que el nombre del país se siga escribiendo así. Poco a poco, y sin mayores reparos, empiezan a desmontar la ya inestable estructura educativa nacional, que por tanto debería ser pública. Pero es que la élite colonviana necesita un mercado competitivo, de esos que pasan por encima de la voluntad nacional y de los ciudadanos mismos. De esos mercados que terminan por hacer de la educación una carrera de instituciones autofinanciadas, a las que solo puede aspirar la gente de bien. Ah, es que eso de educar gente si es muy rentable. Y bueno, si su merced no tiene para pagarse el estudio y en serio le dan muchas ganas de ver cómo es esa vaina, pues vaya pida plata a un lugar que se llama ISETECS, ó algo así. Ese lugar si es una bendición de Dios. En serio, allá le prestan plata para que usted estudie, cuando termine y pueda empezar a pagar pues va y devuelve la platica de a poquitos, primero deja sus ahorritos de toda la vida, después su casita y esas cosas que no sirven para mucho y al final termina dejando su dignidad para saldar la deuda. Sencillito y barato ¿no? Es que a veces la gente no entiende que eso de los derechos fundamentales es para quedar bien con la comunidad internacional. ¿Se imagina donde en serio en Colonvia se pusieran a hacerle caso a la constitución nacional? Uy no no no, que desastre de Estado de Derecho sería ese.
Recientemente, por allá en Colonvia les ha tocado ponerse a depurar la educación, por ahí se dieron cuenta que había una cosa llamada dizque Ciencias Humanas, que vergüenza, hasta satánico debe ser eso. Afortunadamente están acabando con ese nido de crítica y comprensión social, eso solo da para malos entendidos. Por ahí me contaron que primero les tocó ponerse a perseguir a un profesor que escribía sobre el conflicto armado en ese país, pero es que eso es dar papaya, sobre eso no se escribe ¡Bien hecho! Eso le pasa por ponerse a pensar donde no lo han llamado. Después tocó decirle a Colciencias que es como una empresa de tráfico de cerebros, o algo así me han contado, que cambiará la forma de evaluar y financiar esa vaina de las Humanidades porque es que eso era una botadera de plata. Entender y escribir sobre la sociedad es puro capricho de mejorar las cosas en Colonvia, muchos sinvergüenzas. Y también se necesitó dejar de pasarle plata a esos enclaves del pensamiento que eran las universidades públicas, eso de la crítica y la construcción de país se estaba regando por todas las facultades y qué peligro. Entonces tocó quitarles la plata que la constitución les asignaba, ahí tocó saltarse unos pasitos de derecho fundamentales, pero todo sea por la causa de una Colonvia decente, para los empresarios de bien y nada de ciudadanías alborotándose ni pidiendo derechos, eso es para los mal educados, los caprichosos esos.
Aquí acabó la pesadilla. Y eso es lo que pasa por allá en ese país imaginario que de repente es nuestra realidad. La campaña nacional por la implantación del modelo privado educativo desconoce violentamente el carácter público de muchas de las principales universidades del país. La criminalización del pensamiento crítico empieza a cruzar límites como la autonomía universitaria y la libertad de cátedra y en el camino se salta derechos fundamentales de los ciudadanos. El llamado es a rescatar la educación pública –para todos y todas–, la libertad de cátedra y el ejercicio de las humanidades en el país. No queremos facultades desfinanciadas, no queremos universidades cerradas, no queremos profesores tras las rejas y, sobre todo, no queremos a un país tan ignorante que empiece a escribir su nombre así: “Colonvia”.
La facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia está sufriendo los coletazos del abandono estatal a la educación pública, en una muestra de ingratitud con las mismas instituciones y campos de conocimiento que tanto han aportado a la construcción de este país. Así en estos términos ¿Qué paz se está negociando? ¿Cómo se va a conseguir un fin del conflicto armado si a las facultades que han trabajo para entenderlo e interpretarlo (como un problema con tintes históricos, sociales y económicos) se les abandona?
No dejemos morir lo que es de todos, queridos “colonvianos”.
Mateo Córdoba
Estudiante de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia
Twitter: @DurkheimVive