Nada he tenido que ver esta vez con el Mundial de Fútbol. Poco me han importado las derrotas de Colombia y Argentina, los atropellos de la policía rusa a los turistas, las maravillas del metro de Moscú o la tremenda eficiencia de los contratistas que arreglan las calles de San Petersburgo de la noche a la mañana. Yo solo he sentido vergüenza con los colombianos que han ido a Rusia a perratearnos la poca dignidad nacional que nos queda, y a poner en evidencia la desastrosa manera de representarnos y el poco respeto que sienten por los otros. Lo cual no es sino otra manera de expresar lo que los más altos dirigentes de la política colombiana, los grandes potentados, las señoras del Carulla y cualquier ciudadano de a pie, han estado diciendo en estos meses de campaña electoral en los que, como se sabe, la mitad del país ha vomitado con rabia y saña todo el odio y el miedo que sienten contra todo aquello que parezca poner en peligro el adorado stato quo de esta colombia inhumana.
Por eso yo estoy todavía en Modo Petro. Pendiente, como muchos colombianos, de cuál es el lado más delgado de la soga que esta gente del uribismo va a utilizar ladinamente para hacer reventar el proceso de paz en tantos pedazos como puedan, a bloquear la JEP, a desligitimar lo pactado, y especialmente, cuáles son los movimientos legales e ilegales con los que van a seguir tratando de ocultar en lo posible las huellas de los terribles crímenes que han cometido; no solo en lo atinente a los 270 procesos que Uribe tiene pendientes, sino los de Pastrana, Gaviria, Vargas Lleras, el Mira y la Morales, mientras Hidroituango está que estalla.
Ya sabemos que apenas un día después de las elecciones el nuevo presidente estaba recibiendo del congreso la directriz uribista de que la reglamentación de la JEP pasaría un tiempo indeterminado en el congelador. Era el primer mensaje para que nos fuéramos olvidando de que la falsa mesura y el aparente ánimo conciliador del primer discurso como presidente electo era realmente un mensaje honesto, no solo para los colombianos de la oposición, sino para aquellos que no eran uribistas ni duquistas pero que habían creído las últimas mentiras de campaña y votaron por Duque. Aquello no era sino puro juego sucio. Como cuando hizo subir a una tarima a una viejecita, pequeña floricultora, la abrazó, la besó y le preguntó que qué pensaría ella si un presidente llegara a expropiarle su pequeña empresa de flores.
Y tendremos muchas mentiras más porque el uribismo descubrió para el plebiscito que la mentira funcionaba. Y volvió a comprobarlo en esta elección presidencial. Y están engolosinados con ese descubrimiento. Así que debemos estar preparados para el desencadenamiento de una estrategia perversa basada en la mentira, las falsas pruebas, los falsos testigos, los falsos positivos, la simple calumnia monda y lironda, para descalificar opositores, para desviar investigaciones, para montar expedientes, para chuzar, para espiar, y para todo aquello que les permita hacer su non sancta voluntad.
Todo debido a un rencor
que no descansa en el alma de Uribe,
al reconcomio de un ánimo revanchista que es ciego
Para eso, el gran propósito es hacer añicos el sistema de justicia en Colombia, más de lo que está, y eso es lo grave, aboliendo y unificando las cortes en una sola, que estaría conformada por candidatos de un Congreso dominado por las mayorías uribistas del CD, y una sola corte que juzgaría todas las decisiones de todos los jueces del país, reduciendo peligrosamente a un solo criterio todo el complejo universo de la jurisprudencia, empobreciendo escandalosamente la calidad de la justicia. Y todo debido a un rencor que no descansa en el alma de Uribe, al reconcomio de un ánimo revanchista que es ciego. Y todo porque fue la Corte Constitucional la que impidió que él se reeligiera por segunda vez cuando fue presidente.
¿Sabrá Duque acaso que ese el único objetivo de su jefe? Yo no sé. A veces se me ocurre pensar que la obsecuencia y la convicción de que Uribe es un gran tipo lo tiene perfectamente lelo. Lo que sería desde luego peor.
En todo caso creo que los resultados del almuerzo del día de ayer que organizó el señor Procurador con Duque y los presidentes de las cortes y el Fiscal General son tranquilizadores en el sentido de que presidente de la Corte Constitucional, defensora de la Constitución, le dijo claramente al nuevo presidente que la Justicia Especial para la Paz, JEP, estaba legalmente blindada y que no era posible hacer modificaciones de fondo al sistema de justicia transicional.
Eso. Y el llamado que Petro hizo para defender el estado de derecho en la calle, con movilizaciones y con acciones ciudadanas representan por ahora una demostración de que no es fácil desbaratar lo ya ganado para la paz. Por eso es que estoy en Modo Petro.
