¡En mi mente sigo parado!
Opinión

¡En mi mente sigo parado!

Como crear ideas nos define, no sorprende que tantos derechos humanos giren sobre libertad de pensamiento y opinión.
Cuidemos los cimientos que aseguran las ideas

Por:
agosto 21, 2024
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Hace años, en un evento formal, un niño se paró sobre la banca donde se encontraba sentado, al lado de su mamá, pues de esa manera veía mejor la ceremonia que ocurría al fondo del sitio.  Su madre, apenada, lo tomó de la mano y, luego de un discreto pero intenso forcejeo, logró que el niño se sentara decorosamente, según ella “como corresponde”.  Su hijo la miró intensamente a los ojos y, desde lo más profundo de su alma le dijo: “En mi mente sigo parado”.

Para quienes creen en alguna divinidad, es obvio que el don más preciado que el ser humano recibió es el libre albedrío y, con ello, la responsabilidad de ser cocreadores del universo y la historia. Y, para todos es evidente que lo que nos separa del resto de los seres vivos con los que compartimos el planeta, es que los humanos pensamos y opinamos, que tenemos la posibilidad de formarnos criterio, respecto de todo y de cualquier cosa.

Dado que crear ideas nos define, no es sorprendente que tantos derechos humanos giren alrededor de las libertades de pensamiento, de opinión, de libertad de prensa, de informar e informarse, de comunicar y recibir comunicaciones y que un número muy importante de los derechos fundamentales se sustenten en esas posibilidades: la libre determinación hace a poder actuar o no, acorde con las convicciones de cada uno.  La libertad de conciencia se materializa en que cada quien tenga la propia y pueda ejercerla.  El derecho de protestar es para alegar contra lo que no se comulga o promover lo que sí.  La libertad es para hacer lo que se cree, o no hacer lo que se rechaza y amoldar acción o pasividad a la visión que se tenga. Y qué decir de las libertades sexuales, de voto o de cátedra, entre otras igualmente determinantes.

Resulta entonces necesario que cuidemos los cimientos que aseguran las ideas:

Su existencia: Lo mismo que existe luz porque hay oscuridad, solo es posible entender una idea en su verdadera dimensión, en contraste con su contradicción.  Por eso, no es extraño que todos los métodos científicos de pensamiento toquen la dialéctica en uno de sus pasos.

Ciertamente, la fe ciega, tan poderosa para algunos otros aspectos de la vida, no es el caldo para el cultivo de ideas.  Para que las ideas nazcan, se fortalezcan y se validen, se precisa del reto, la duda y el cuestionamiento eterno y, por lo mismo, el enemigo no es quien opina diferente, sino el conformismo y el unanimismo.

Su sustentación: Conocer, saber, entender, crear, reevaluar, corregir, mejorar y replantear no son sinónimos. Son escalones secuenciales de un espiral ascendente, que ha traído a la humanidad a donde hemos llegado y que, si se apoya, seguirá para beneficio de las generaciones por venir.

A no dudarlo, se precisa acceso físico y virtual a las fuentes.  Pero también a la materialidad de lo que ocurre en las instancias políticas, económicas y sociales donde ocurre nuestra historia.  En esa dimensión, no podremos comulgar jamás con el oscurantismo, el bloqueo o la discriminación, sobre quien recibe o no o como o cuando, la información relevante.

Su debate: Hace tiempo, Voltaire expresó: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.

La mejor versión de una idea, siempre es la que le sigue.  La evolución y el perfeccionamiento de las ideas depende de su nivel de discusión.  Para la discusión necesitamos de medios de difusión sin posición, pero también de algunos que se consagren a cada una de las orientaciones posibles, acceso a todas las variantes, absoluta neutralidad de las fuentes oficiales y el no uso del poder o la financiación selectiva como métodos para callar a los contrarios o a los opositores.

Que no produzcan miedo: Para que la dinámica de las ideas rinda sus mejores resultados, necesitamos que cada quien pueda concluir lo que concluya y defenderlo de la mejor manera que cada quien crea apropiado.  Para quienes comulgan con cada idea, hace bien esa difusión, pero para quienes no, también.  Es benéfica la discusión, pues, oír voces disímiles y recapacitar reorienta lo que se debe reconducir y consolida lo que ya está bien.

La violencia física, la amenaza de cárcel, la persecución jurídica, la afectación de las oportunidades laborales, el escarnio público y otras maneras de atacar a quienes piensan diferente son, por lo tanto, enemigos de todos.  No hace ninguna diferencia si el atacado lo es por una idea que compartimos o una que no. Si se les calla, nos castran a todos para el crecimiento y la evolución de las ideas.

Cuidando las ideas, nos cuidamos a todos.  Pasan los años, pero ¡En mi mente, sigo parado!

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