Reconozco que recaí con el fútbol. Todo gracias a esa magnífica gesta que cumple la selección colombiana en el mundial de Brasil-2014.
Hace 20 años, el 2 de julio de 1994, dije adiós a todo lo que tuviera que ver con el balompié. El motivo: el aleve asesinato en Medellín del gran Andrés Escobar, el llamado "Caballero del Fútbol" y el memorable 2 de la Selección Colombia y de Atlético Nacional.
Diez días atrás, Escobar había marcado un autogol en un partido clave ante Estados Unidos en el que se jugaba la suerte del equipo criollo de cara a los octavos de final de ese mundial del 94.
Todo salió mal. Nos enloquecimos con el 5-0 ante Argentina en el último juego de la eliminatoria mundialista, el 5 de septiembre de 1993, en el estadio de Ríver.
Entonces nos creímos el cuento de que éramos favoritos. Hasta Pelé dijo que podíamos ganar la Copa del Mundo. Pero, como sostuvo Maradona, "la historia no se puede cambiar". O al menos en ese momento.
De regreso a Colombia, Andrés dijo que "la vida no termina aquí", en referencia a que ya vendrían otros mundiales, otras competencias.
La noche del 1 de julio de 1994, Andrés se fue con un grupo de amigos para la discoteca Padua —sector de Las Palmas— porque seguramente creyó que la gente no lo iba a irrespetar. Estaba totalmente equivocado. Algunas personas empezaron a refregarle en la cara el autogol. En los primeros minutos del 2 de julio, Escobar y sus amigos se retiraron de la discoteca. De pronto Andrés se quedó solo y en un parqueadero aledaño a Padua se encontró con algunas de las personas que anteriormente lo habían molestado por el autogol.
Jesús Albeiro Yepes, el fiscal que estuvo a cargo de la investigación por el asesinato, ha dicho que Andrés se enfrascó en una discusión con los hermanos Santiago y Pedro Gallón, dos peligrosos sujetos con probados vínculos con el narcoparamilitarismo.
De pronto, el chofer y escolta de los Gallón, Humberto Muñoz Castro, se arrimó al carro del futbolista y le descerrajó seis tiros. Andrés murió de inmediato.
"El agresor y su patrono se retiraron del lugar del crimen y horas después, pasadas las seis de la mañana del día 2 de julio, aquél, cambiando su apariencia física mediante el rasurado de su bigote, acudió a formular denuncia por el supuesto hurto violento del automotor que manejaba —que dejó abandonado en el perímetro urbano de Medellín, tras retirarle previamente las placas—, exhibiendo trazas de golpes en su rostro y ataduras en sus manos", relató la Corte Suprema de Justicia en 1999 al momento de conocer el recurso de casación elevado por la defensa de Muñoz Castro. Como se ve, los tres eran unos verdaderos delincuentes.
En cuestión de horas, y gracias a la eficaz y coordinada labor de los organismos del Estado, los Gallón y Muñoz Castro estaban detenidos. El entonces fiscal Yepes ha dicho que le preguntó a Muñoz Castro si los Gallón le habían dado la orden de disparar y que este le respondió que "todavía no". Yepes afectó a los Gallón y a Muñoz Castro con medida de aseguramiento de detención preventiva. A los primeros como determinadores del crimen y a Muñoz como autor material.
Al final, en un verdadero disparate jurídico, un fiscal de segunda instancia dijo que no había pruebas contra los Gallón y los dejó libres. Muñoz Castro, entre tanto, fue condenado a 42 años de cárcel. Sólo pagó de forma efectiva unos 11 porque fue favorecido con todas las rebajas alcahuetas que concede nuestro débil sistema judicial.
Yo asistí al sepelio de Andrés. Veinte años después recuerdo como si fuera ahora que ese día todo el mundo lloró en Medellín y también en Colombia, un país que hasta ese momento creía haberlo visto y vivido todo. Pero no. Era incomprensible que un ciudadano de las condiciones de Andrés fuera asesinado por equivocarse en un partido de fútbol.
Y también, 20 años después, las cosas parece ser que no han cambiado mucho en Colombia. Somos el único país del mundo en el que hay que tomar medidas como la ley seca y el toque de queda para menores de edad con el fin de evitar muertos y riñas tras las celebraciones por las victorias de Colombia en Brasil. Eso es una vergüenza. Claro que las autoridades dirán que las medidas son necesarias porque no sabemos celebrar y que la capacidad de tolerancia del colombiano del común es mínima o, mejor, ninguna.
Cómo duele aún la muerte de Andrés. Como duele que la primera vez que hubo un minuto de silencio en un mundial de fútbol fue aquel 2 de julio por cuenta del asesinato del defensa de Colombia. Cómo duele que el asesinato del futbolista hubiera quedado prácticamente en la impunidad.
Qué bueno sería que el estadio de Medellín cambiara de nombre y fuera bautizado con el nombre de Andrés Escobar. Estoy seguro de que a don Atanasio Girardot poco o nada le importará el cambio porque si a héroes vamos Andrés es uno de los más grandes.