En medio del recrudecimiento de la pandemia, con nueva cuarentena selectiva que acentuará el endémico desempleo y tratando de superar la escasez de recursos propios y ausencia de planificación a largo plazo, que ha caracterizado a sucesivas administraciones municipales, el 13 de enero Popayán celebró el 484 aniversario de su fundación hispana.
Con la añoranza de haber sido importante y decisiva en los destinos del país de siglos pasados, hoy sobrevive como deteriorada reliquia arquitectónica y católica de Colombia, con la historia permeando las calles del cariado centro y de haciendas vecinas; mientras desde la alcaldía de Francisco Fuentes, pasando por la de Cesar Cristian Gómez y la actual de Juan Carlos López, (9 años) intentan: concluir las obras del Plan de Movilidad, poner a funcionar el Sistema Integrado de Transporte público y actualizar el Plan de Ordenamiento Territorial, buscando ordenar la caótica expansión urbana, que en medio de la carencia de vías troncales y sobrepoblación automotriz, se desperdiga alrededor del actual casco urbano y veredas donde en medio de una actividad agropecuaria, casi de subsistencia, florecen condominios presionando la cobertura de redes de servicios públicos.
Como la mayoría de ciudades del país afectadas por la recurrente violencia desencadenada desde 1948, progresivamente se expandió desde su colonial centro histórico, con la afluencia de habitantes de poblaciones y departamentos vecinos, que se incrementaron después del terremoto de 1983, permitiendo el nacimiento de nuevos e improvisados barrios donde muchos de sus habitantes se apeñuscaron en los terrenos, más movidos por la urgencia de asegurar improvisado techo propio, que obedeciendo a criterios de planeación y diseño urbanístico.
En lo corrido de este siglo ante la actividad de diversos grupos armados que se financian con el narcotráfico, ha recibido miles de desplazados. Su economía ha girado en torno a las pequeñas y medianas empresas de servicios varios y el comercio, al por mayor y al detal, con gran presencia de los grandes almacenes de cadena, concesionarias de vehículos y sucursales financieras, que además de los recursos de origen legal, se benefician de la afluencia de dineros provenientes de actividades ilícitas y que dinamizan la construcción, el comercio y algunas actividades productivas.
Desde hace muchos años, candidatos a las alcaldías y dirigentes políticos promueven a la ciudad como “universitaria, tecnológica, turística e histórica”, pero poco han hecho para en la práctica desarrollarla como tal.
Ante la carencia de atractivos para las grandes empresas que no instalaron sus fábricas en el parque industrial, aún con las atractivas exenciones de impuestos concedidas después del terremoto de 1983 y con la Ley Paez de 1995, fuera de los cargos burocráticos, son escasos los empleos formales.
Los reducidos ingresos propios del municipio no permiten las grandes inversiones que requiere la ciudad en infraestructura y programas sociales.
Ante la ampliación del perímetro urbano a más de 100 hectáreas autorizadas durante la alcaldía anterior, la actual administración, sin mayor capacidad de endeudamiento, espera incrementar los alicaídos ingresos, cobrando impuesto de plusvalía urbana, al valorizarse exponencialmente los terrenos habilitados para la construcción, a la par que gestiona recursos del ministerio de vivienda para construir varias urbanizaciones y habilitar lotes con servicios.
También ha gestionado cofinanciación de recursos con el gobierno nacional, para apalancar proyectos como: la construcción de nuevas vías que agilicen el tráfico; la construcción de la aplazada PTAR; la recuperación del entorno y la galería del barrio Bolívar; la construcción del malecón del río Molino; la ampliación de la peatonalización del centro histórico y la recuperación para el municipio del manejo del centro histórico que dependía del ministerio de Cultura; mientras financian la demolición y construcción del centro comercial.
Con la puesta en funcionamiento del centro textil en la sede de la galería Las Palmas, crearon mil empleos, la mayoría para mujeres cabeza de familia.
En 2021, Popayán es una ciudad con escaso sentido de pertenencia de quienes la habitamos; con ocho años de construcción de las vías del Plan de Movilidad; con la doble calzada Popayán-Quilichao, sin construir después de seis años de adjudicada; sin Plan de Ordenamiento Territorial que fortalezca su vocación de ciudad universitaria y turística y de servicios y permita un crecimiento planificado que dinamice su cultura y economía.
En fin, a sus 484 años, Popayán es una ciudad con administraciones que han hecho lo que han podido y les han dejado hacer quienes se creen con la potestad de hacer milagros y vender ilusiones cada que se acercan las próximas elecciones.