Llega el mes de junio y con él un nuevo aplazamiento para salir al pugilato en la endemoniada calle, como diría Mike Tyson, quien sí sabe de darse golpes contra el planeta, sobre el cuadrilátero y abajo de el.
Las noticias hacen su agosto, aunque no sea agosto y aunque no sean noticias. Nos tienen acostumbrados los medios tradicionales, respetables todos, al diario enfrentamiento entre los rojos y los verdes; entre los negros y los fucsias; entre los godos y los no tanto; entrelos liberales y los libertinos; entre los zurdos y los de izquierda; entre los machos y los hipócritas; entre los de arriba y los de abajo (a riesgo de romper los vidrios en los pisos intermedios); entre lo musulmanes y muchos manes; y entre los cristianos y la virgen de los católicos (quien otra vez inocentemente salió salpicada en el escándalo por la “razón”).
Qué tal un nuevo medio de comunicación que permanezca en el medio y no en el centro —entiéndase concentración—, pero tampoco en el polo —léase extremo—, ni en las nubes —como quisieran muchos que viviéramos todos, con resultados nada despreciables, al lograr confundirnos y utilizarnos para hacer un sancocho al que aún asisten muchos—.
Esta situación de pandemia —donde hasta la solidaridad tan cacareada al principio, empieza a desvanecerse, porque a muchos de los que daban, de lo poco que tenían, también se les acaba— nos obliga a repensarnos como seres humanos y a hacer una pregunta muy sencilla:
Qué tal un medio de comunicación donde todos quepamos, donde los colores, las creencias, las pasiones, el revanchismo y la actitud de vivos bobos pase a ser parte del pasado, y aprendamos de los niños, de los animales y de nuestros mayores, en la medida en que sus enseñanzas sean luz y no fuego, sean agua cristalina y no combustible suministrado por bomberos.
Qué tal un medio donde los columnistas aborden temas universales que nos muestren otra visión del mundo, que nos ayuden a creer en un futuro promisorio y no en quimeras, ni en los aterradores pailones ardientes, promocionados por el diablo.
Bienvenidos todos aquellos que quieran cimentar con sus letras esa olvidada regla universal de dar lo mejor de cada uno.