A Darío Gómez le gustaba irse a tomar con su amigo de toda la vida, se llamaba Luis Ernesto Gallego. Eran dos botellas de guaro por noche. Un día hablaron de la muerte y en plena borrachera se fueron para el cementerio de San Jerónimo. Caía la tarde y vieron una exhumación de una tumba.
-Qué podredumbre tan verraca queda uno- le dijo Darío a su amigo asombrado a ver los huesos, las uñas largas, la ropa desgarrada que salía. Luis Ernesto le contestó con una frase que, muchos años después, tendría en Youtube 59 millones de visualizaciones
-Si Darío, es que nadie es eterno en el mundo.
Era 1989 y el cantante se tenía que abrir paso aún en el exigente mundo de la música Había nacido en la vereda Chirihuanaco que quedaba en San Jerónimo Antioquia. Cuando grabó su primer disco, en 1976, su primera esposa, la primera que le rompió el corazón, se le burló de la letra tan sosa, de su voz destemplada. Se llamaba Angel perdido y aunque hoy es un clásico de la música de cantina en su momento sólo despertó burlas en la mujer que más amaba. Dario se valió de tácticas bien antioqueñas para posicionar su música. Una de ellas es que llegaba con un casette a las cantinas con sus primeras canciones, pedía media de aguardiente y le pedía al cantinero que lo dejara escuchar una canción solamente, que después lo quitara.
-¿Quién hace esa música?- Le preguntaba el hombre
- Yo mismito
Y cuando desocupaba el primer trago dejaba la media de aguardiente a medio beber y después se escurría dejando que el casette sonara entero. Volvía a la semana y casi siempre le pedían que se presentara en el sitio pero él no quería presentarse en bares. Quería ser un artista decente. Buscaba la gloria y eso no estaba en las cantinas.
Era 1989 y se abría paso a trompicones. Por eso, cuando escuchó la letra, sintió algo parecido a una epifanía.
-Yo voy a hacer una canción con esa frase que usted acaba de decir.
Se fue a su casa y el guayabo borró la promesa. A los tres meses de esa tomata un infarto se llevó a su amigo. Esa noche, después del sepelio, Luis Ernesto se le apareció un sueño
-Vos sos un faltón, al final no compusiste nada.
Y, con la culpa cabalgándole en el alma por aquel descuido, decidió empezar a escribir Nadie es eterno en el mundo. Existe una obsesión necrófila en la obra de Dario. Es que la muerte ha sido su más fiel amiga. Cuando tenía 16 años, después de un forcejeo con su papá, lo terminó matando. Darío siempre defendió el mal comportamiento del viejo afirmando que le habían hecho una brujería y que por eso había cambiado tanto, golpeando a su mamá, maltratando a sus hermanos. Cuando una noche llegó con una escopeta, dispuesta a descargársela a su mamá, se enfrentó al padre y lo mató. Su hermana Rosangela murió de un derrame cuando tenía 33 años y su hija Luz Dary, quien estaba casada con un pandillero, murió de un tiro en la frente durante un ajuste de cuentas que le hicieron a su esposo. A cada una de sus pérdidas le hizo una canción que conectó con la gente.
Cuando Darío Gómez murió dejó a su paso una fortuna que difícilmente se puede calcular. Fueron seis millones de discos vendidos en la época en la que la única forma para escuchar la música era comprando un LP, mas de 100 millones de reproducciones en Youtube, cobraba 120 millones de pesos por presentación y, si alguien le pedía un saludo para un familiar en wasap, este podría costar 450 mil pesos. Para calcular su fortuna hay que decir que la totalidad de los discos que vendió lo hizo con sello propio, Discos Dago que creó en 1985. Por eso sus herederos Olga Lucía Arcila, su compañera durante 35 años y sus hijos Wilmar Humberto Gómez Pineda, Jorge Armando Gómez Arcila, Walter de Jesús Gómez Pineda, Lady Catalina Gómez Arcila, Kelly Johana Gómez Arcila y un hijo que habría aparecido en los últimos días, los herederos de último minuto que nunca faltan. Ellos deben dividirse un monto que superaría los 50 millones de dólares. Nada mal para un hombre que nació con una mano adelante y otra atrás.
Dario fue el consentido de hombres poderosos que trabajaban asesinando gente. Su música ineludiblemente lo acercaba con ese mundo. Por eso Pacho Herrera, quien le pidió cantar diez veces Nadie es eterno en el mundo, un día después de que muriera Pablo Escobar, su enemigo acérrimo, le dio un Ferrari Testarrosa como aguinaldo. Obviamente Gómez nunca se lo aceptó. Una vez cantó para los Rodríguez Orejuela en una fiesta en donde le tocó alternar con Vicente Fernandez y Rocio Durcal. En Guemira, Vichada, lo llevaron para cantarle al negro Acasio, el primer guerrillero de las FARC en ser pedido en extradición por los Estados Unidos acusado de narcotráfico. A todo eso le dijo no Darío Gómez, todo con tal de mantener limpio su legado y fortuna. Una herencia que ahora empieza a ser peleada por la gente que quiso y le sobrevivió.