¿En manos de quién estamos?

¿En manos de quién estamos?

Sobre los eufemismos y el paro nacional

Por: Natalia Chaparro Castañeda
junio 11, 2021
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
¿En manos de quién estamos?

El 12 de mayo estaba mirando en video el cubrimiento de Canal Capital al uso del Portal de las Américas –hoy Portal de la Resistencia— como centro de detención para manifestantes y pasajeros. La concejala Susana Muhamad fue interrogada por un periodista, quien le preguntó si una de las personas “retenidas” era un “vándalo”.

En otra ocasión, el secretario de gobierno Luis Ernesto manifestaba que era una exageración hablar de 87 desaparecidos, que en realidad se trataba de personas “retenidas”. Por supuesto, esas declaraciones ya entrado el mes de junio parecen haber ocurrido hace años.

Pero no hay que olvidarlas. En primer lugar, no se trata de personas retenidas, detenidas o arrestadas por cometer delitos en flagrancia. Es decir, sorprendidas por las autoridades infringiendo la ley penal. Se trata de víctimas de detenciones arbitrarias e ilegales prohibidas por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y la ley nacional. No nos engañemos. No es menos grave si “aparecen” porque además están siendo víctimas de tortura. Sí. De TOR-TU-RA o asesinadas.

Así de crudas son las palabras y así de cruda es la realidad colombiana. Pero el lenguaje logra ocultarla. Goebbels parece haber enseñado a nuestro Gran Hermano criollo el poder de los eufemismos. El VÁNDALO —con mayúscula— es el personaje favorito del momento para quien señala sin piedad a quien lanza piedras y comete el delito de daño en cosa ajena como si este fuera comparable con el de homicidio, desaparición forzada, tortura o violación.

Empecemos por decir las cosas como son para librarnos por fin de los laberintos mentales construidos por los dueños de las cámaras y los micrófonos. Esos que señalan con “autoridad” quiénes son los buenos, la “gente de bien”, porque ostentan el monopolio de la moral y de la legalidad. Los que corren a condenar o absolver a quien les conviene.

La expresión vándalo es sumamente atractiva para quienes buscan desesperada y descaradamente justificar los innegables abusos de la fuerza pública. Les sirve para señalar a quien cubre su cara sin importar que se proteja de la desaparición, de los gases lacrimógenos vencidos, de los montajes judiciales y de otras formas de violencia. Les sirve para poner una lápida o una condena a quien usa un escudo, como si no fuera evidente la utilidad defensiva del objeto que protege las manifestaciones de quienes deberían proteger a la comunidad.

El vándalo es el enemigo único y simplificado. Es un término abierto donde caben distintos personajes a conveniencia de quien lo señala. Él o ella es el gran culpable de todos los problemas nacionales. No hay otras violencias, otros errores ni otras injusticias. Solo de los vidrios rotos, las vías bloqueadas y los pollos muertos se ocupan los titulares. Estas pérdidas y no sus cuerpos flotando en los ríos son las noticias.

Nuestro Gran Hermano sabe o cree que no somos demasiado inteligentes. Se burla de nosotros con una propaganda grosera, aberrante y que no supera el más mínimo escrutinio lógico.

¿No estamos cansados de escuchar en todas partes las mismas expresiones? “Vándalos, vandalizar, vandalizados”. Se trata de una estrategia repetitiva en claro uso del principio de orquestación de quien fuera jefe de la propaganda nazi. Porque a estas alturas todos sabemos que si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad.

¿Cuándo fue la última vez que los medios televisivos conocidos por todos cubrieron el color, la cultura y las razones de la protesta pacífica? Esta evidente omisión se ha denominado como el principio de silenciación y consiste en no pronunciarse sobre aquellos aspectos sobre los cuales no se tienen argumentos.

Esta propaganda apela a lo peor de la cultura colombiana. A los prejuicios de clase y el racismo dominante y mojigato que nos caracteriza. Podemos conocer de los peores crímenes cometidos por los poderosos, pero si los oprimidos buscan responder de alguna forma se les pide que bajen la voz, que no sean groseros y que marchen por el andén.

Finalmente, nos hacen creer que todo el mundo piensa igual. Que el país se compone de un montón de gente de clase media que aún está encerrada en su casa sin enterarse de nada de lo que pasa en su país.

Hasta aquí encuentro coincidencias entre la narrativa de medios que todos conocemos y los 11 principios de propaganda nazi creados por Goebbels.

¿En manos de quién estamos?

* Abogada, especialista en Derechos Humanos y magíster de la Universidad Nacional de Colombia.

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