¿En manos de quién estamos?
Opinión

¿En manos de quién estamos?

Alberto Carrasquilla es el timonel de la economía, representante de la ortodoxia neoliberal que sigue e implementa, y cuyo fracaso van gritando los marchistas de Colombia y el mundo

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diciembre 18, 2019
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Nunca es tarde para aprender y siempre se pueden sacar lecciones de experiencias pasadas y de la sabiduría o conocimiento de personas ya calificadas.

Sugiero la lectura del libro La crisis económica mundial. (Editorial Oveja Negra, 2018)

En él se compendian por parte de destacados economistas y personajes (Krugman, Stiglitz, Soros, Cardoso, Samuelson y otros) los análisis de cómo se producen las crisis económicas, y su interpretación de cómo se dio paso a paso la del año 2008.

Ahí se puede entender qué es un buen economista y en manos de quién estamos en este momento.

Dentro de la estructura institucional quienes más peso tienen en el manejo de la economía son ante todo el ministro de Hacienda, y, en parte, la junta directiva del Banco de la República, dispersa pero en principio liderada por su gerente, aunque también, con la participación del mismo ministro de Hacienda como su presidente

Hoy ese puesto de timonel lo tiene el Dr. Alberto Carrasquilla.

Un economista que conoce muy bien la ortodoxia del momento -o que la aplica, si es el caso de un país- no necesariamente es un gran economista; lo es aquel que aporta nuevos elementos a la ciencia económica, o, en el mundo más pequeño del manejo de la economía de un país, al análisis de la situación que en este campo se esté viviendo. De lo contrario, como lo normal es la evolución tanto de del conocimiento científico como de la realidad económica, el mantenerse estancado y reivindicando la validez de algo ya superado u obsoleto, lo que ofrece es la posibilidad de un gran fracaso.

El antecedente más conocido del Dr. Carrasquilla es su adhesión y conocimiento de la ortodoxia neoliberal y, de su anterior gestión como ministro de Hacienda del Dr. Uribe, el cuestionamiento sobre los llamados ‘bonos de agua’ (o bonos Carrasquilla).

Ese caso generó un debate por la supuesta posibilidad de un escándalo de corrupción lo que desvío la atención sobre lo que tal experimento produjo como resultado de una gestión. Nos desentendimos del fracaso que representó -en principio como aporte y muestra de las capacidades del ministro- en cuanto al manejo de la economía.

El resultado sobre el cual nunca se hizo suficiente énfasis fue que ninguno de los proyectos montados sobre ese modelo (énfasis en el ninguno) salió adelante; que todos los que creyeron y se embarcaron en él acabaron emproblemados; y que no pudo el gobierno apoyar uno o alguno de estos proyectos sino que se vio obligado asumir las a pérdidas de todos y cada uno mediante una ley que los sacó del problema pero contra pérdidas que asumimos los contribuyentes.

Dicen que el sexo está sobrevalorado, que se le da demasiada importancia. Algo similar pasa con la corrupción; está sobredimensionada; se le atribuye la culpa de todo fracaso, y solo en caso de "corrupción" se descalifica una gestión o un manejo inconveniente.

Las virtudes de ser honesto e interesado en forma altruista en servir el interés público son calidades que se deben esperar de todo funcionario. Son condición necesaria, más no suficiente. Se espera que también tenga la formación, y hasta cierto punto la experiencia para el cargo a ocupar. Éstas condiciones las tiene el actual minhacienda.

Pero también se requiere que los conocimientos que tiene sean aplicables y convenientes como modelo a seguir en su gestión. En eso es donde no parece tan buena la dirección que el actual Minhacienda ejerce.

La primera lección del libro en comento es que no se debe confiar en la genialidad de las personas sino analizar las realidades del momento y después las propuestas que se presentan.

Cuenta por ejemplo Krugman que el Secretario del Tesoro (minhacienda americano) insistía en que la economía era próspera como lo probaban el aumento de las ventas de carros o la subida permanente del valor de las acciones; pero cómo no entendía que lo que se vivía era una burbuja especulativa en la que el aumento permanente de ambos dependía de que así siguiera indefinidamente; que esto no correspondía a una realidad económica, ni en cuanto a la capacidad de consumo ni en cuanto a la generación de riqueza propiamente dicha. Que no se entendía la distorsión y el desequilibrio que significaba una sobreproducción y una sobreoferta sin capacidad de consumo como contraparte. Y cómo, al no incluir eso en el diagnóstico, la corrección no solo iba por la dirección equivocada sino que agravaba el mal que se pretendía atacar.

Hoy, aquí, nos echan en cara que no apreciamos el momento de bonanza -o, incluso, que apenas es el comienzo de la que viene- cuando tenemos crecimiento más alto que el promedio de Latinoamérica, cuando aumenta el consumo de los hogares, cuando algunos sectores como el comercio o el financiero superan todos los países comparables. Y, confesando no entender el porqué del alto desempleo, el inconformismo de la gente, o las masivas protestas, etc., lo presentan como incomprensión de la población, como errores de comunicación, como males pasajeros que se superaran solos o con las medidas que toman.

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Ya la discusión no es si el modelo neoliberal es conveniente, o si fue correctamente desarrollado, o si implícitamente era errado; ya lo que existe es un resultado insatisfactorio

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Pero todas esas medidas son soportadas en un conocimiento que perdió su vigencia. El mundo de hoy no corresponde a la ciencia que pretenden aplicar. Ya la discusión no es si el modelo neoliberal es conveniente, o si fue correctamente desarrollado, o si implícitamente era errado; ya lo que existe es un resultado insatisfactorio que prueba que no es el apropiado para la época.

El modo de producción se modificó y ya no son los mismos factores, ni las relaciones entre ellos iguales, ni son los mismos sistemas lo que determinan la forma de generar riqueza y la forma de distribuirla.

No solo ya no es la fuerza, la violencia y la agilidad del hombre la que aporta el sustento del hogar como en las épocas primitivas, sino que la mujer ya no tiene hijos cada año, ni el deber de criarlos y así garantizar la supervivencia de la especie. Ni la sociedad depende de que el siervo produzca los alimentos en las tierras del señor feudal quien le garantiza la seguridad ante la posibilidad permanente de una guerra. Ni son las relaciones patronales entre el empresario y el obrero las que determinan la cantidad o la calidad de lo que se produce.

La mujer hoy tiene una función y es un factor de producción diferente al de hace 40 años. Dentro de la teoría de los ciclos largos de la economía, el principal elemento de innovación que disparó el ciclo que acaba es el control de la natalidad. Ya la mujer dejó de ser la hembra dedicada a la multiplicación de la especie, y hoy no se distingue como factor económico del hombre. Lo que llaman empoderamiento o liberación de la mujer es el resultado no tanto de una lucha como de una evolución.

Si antes las familias promediaban entre 5 y 10 hijos y así estos sostenían a dos padres, hoy la pirámide generacional hace que el promedio familiar de descendencia sea entre 1 y 2, sin contar la cantidad de parejas o individuos que renuncian a procrear; si antes eran tres o cuatro personas las que respondían por el abastecimiento de otra, hoy la proporción  es al contrario cada individuo acaba produciendo para las necesidades de tres o cuatro personas.

El futuro -inmediato, no lejano- depende de la 5G, de la robótica, de la inteligencia artificial, de los blockschain, y se minimiza como costo el precio de la mano de obra.

El ser humano cambió, la sociedad cambió, el modo de producción cambió, y un nuevo conocimiento debe producirse para adaptarse a eso.

Propuestas (u obsesiones) de que la activación de la economía depende de reducir costos laborales, o, como piensa Carrasquilla, que una solución es rebajar el salario mínimo, es no tener en cuenta que la participación del sector laboral en las cargas de la producción hoy es casi marginal.

Sucede como en la producción agrícola donde la tierra es un factor casi secundario ante el peso que tienen las adecuaciones, sistemas de riego, aplicación de fungicidas y fertilizantes, formas de mercadeo, fuentes de financiación, la maquinaria, etcétera.

No se necesita (como nos sucede ahora en Colombia), que un funcionario sea corrupto para descalificarlo. La identificación de Carrasquilla como uno de los economistas más representativos de la ortodoxia neoliberal no deben ser la calificación para aceptar sus propuestas. Deben ser una razón para evaluar las bondades del modelo que él sigue e implementa. Y esa evaluación es lo que están dando las marchas y las manifestaciones, no solo entre nosotros, sino mundialmente.

 

 

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