¿Es inevitable la partición de Ucrania? Una pregunta que nace de que su secular historia política ha sido su repartición entre sus poderosos e incómodos vecinos. Ucrania fue parte del imperio zarista desde el siglo XVIII, territorio objeto de eternas disputas, primero entre Rusia y el imperio Austro-Húngaro y luego entre Rusia y Polonia. Al caer el zarismo hubo una república ucraniana de corta duración, pero pronto el territorio fue recuperado por el Soviet. Invadida por Alemania en la II Guerra Mundial, fue liberada por el ejército soviético y retornó a la URSS. La de hoy es producto de la disolución de la Unión Soviética, de la cual era una de sus repúblicas satélites. A cambio de su independencia, la entrega de su arsenal nuclear. Hay dos ucranias. Una al oriente, la región del Donbás, donde están las minas de carbón y la industria metalúrgica, urbanizada, de habla y etnia rusas, ortodoxa, mirando hacia Moscú; la otra al occidente, rural, fértil, proveedora de granos para el mundo, católica, mirando hacia Europa. Ambas pobres, presas de la corrupción.
A pesar de las protestas internacionales (no muy intensas), Rusia anexó la península de Crimea en el 2014 que le había sido cedida a Ucrania por Nikita Jrushchov en 1954. No podía ser de otra manera. Su valor estratégico era inmenso. El control del Mar de Azov, el Mar Negro y la salida al Mediterráneo. Crimea siempre estuvo en la mira de los grandes imperios y era rusa desde el siglo XVIII, arrebatada al Imperio Otomano. Perderla era un lujo que ni Putin ni ningún otro dirigente podría permitirse. Y por el mismo tiempo estalla la guerra en el Donbás, impulsada por separatistas rusos y apoyada por Moscú. El conflicto que cumple un año, en realidad lleva nueve. Esa es la cara interna de algo que en mucho se parece a una guerra civil.
La cara externa no es tampoco de ayer. El enfrentamiento entre Rusia y Europa Occidental lleva siglos. Napoleón y Hitler la invaden sin éxito, y al final de la II Guerra Mundial Rusia se apodera de Europa Central. La Organización del Atlántico Norte, OTAN, se crea en 1949 entre Estados Unidos y Europa Occidental, como una garantía de seguridad contra el expansionismo soviético. Mientras existió un cordón de seguridad entre Rusia y Europa Occidental no hubo problema, pero al desaparecer la URSS y al volverse Albania, Bulgaria, Republica Checa, Croacia, Estonia, Esovaquia, Eslovenia, Hungría. Letonia, Lituania, Noruega y Polonia, parte de la OTAN, todos ellos miembros además de la Unión Europea, UE, era solo cuestión de tiempo que Rusia pusiera un límite a esa expansión.
Ucrania, la más rusa de todas, fue la gota que desbordó el vaso. Luego de la destitución en 2014 de Víktor Yanukóvich, quien se negó a firmar el acuerdo largamente negociado de unión con la UE para cambiarlo por una Unión Aduanera con Rusia, y su sustitución por Volodimir Zelenski, un antiguo actor proeuropeo, no le quedaban a Putin muchas cartas para jugar en el plano internacional, arrinconado como estaba. Como un desafío supremo, en junio de 2022, en plena guerra, le fue concedido a Ucrania el estatus de candidata a la UE, cuando en realidad por su inestabilidad política y económica, sus niveles de corrupción y su baja industrialización, está aún lejos de cumplir los exigentes parámetros de ingreso.
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Una nueva cortina de hierro ha caído sobre Europa. La paz europea depende de que Ucrania quede dentro o fuera de ella
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Europa juega con fuego al aceptar como candidata a Ucrania en la UE, y a Finlandia y Suecia en la OTAN. Una nueva cortina de hierro ha caído sobre Europa. La paz europea depende de que Ucrania quede dentro o fuera de ella. No es Ucrania contra Rusia, es la OTAN contra Rusia, que es para lo que fue creada hace 74 años. Millones de millones de dólares y euros en armamentos de todos los países de la OTAN, especialmente Estados Unidos (cuyos habitantes poco saben dónde queda Ucrania en el mapa), en una escalada lenta pero creciente de armas cada vez más sofisticadas y de más largo alcance. Una guerrita civil en el Donbás que puede convertirse en una guerra mundial.
La solución a esa crisis, a través de un tratado de paz que involucre a los reales adversarios de ese conflicto, no parecería ser otra que la partición de Ucrania, como ha sucedido otras veces con ella y sus países vecinos. La parte rusa, el Donbás y Crimea, para Rusia, y el resto para Ucrania y su voluntad de unirse a Occidente. Volodimir Zelensky es hoy un héroe a los ojos del mundo occidental por el valor con que ha resistido la invasión rusa. Putin, busca la anexión total del territorio, como en los viejos tiempos, pero se transaría por lo que siempre ha buscado. Es hoy un villano, pero hay que ponerse en sus zapatos. ¿Vale una pelea sangrienta, destructora, desigual, por linderos en esa lejana frontera una guerra mundial?