A pesar del significativo avance de los partidos alternativos, los tradicionales, aumentaron su representación, lo que significa que desde el congreso no habrá grandes cambios significativos en los grandes temas estructurales. Entre estos está el clientelismo en el empleo público.
Si los partidos tradicionales mantienen su poder, y aumentado, es sin duda por la capacidad de intercambio de favores que obtienen con el ejecutivo, y el poder territorial de sus copartidarios, contando entre ellos con el poder para vincular contratistas de prestación de servicios y empresas de tercerías con el estado, que dan trabajo a ejércitos de personas, que deberán dar su voto por el político de turno, es decir ellos. Eso sin contar con la posibilidad de vincular otro ejercito de personas para cargos directivos y de libre nombramiento y remoción.
No de otra manera se explica la vigencia política de estos partidos en un país donde el hambre y el desempleo campean y, son de fácil objeto de compra por parte de los políticos que tienen el poder en el momento para otorgar una ayuda asistencial o una vinculación laboral temporal.
Ejemplo de ello es que candidatos sin maquinaria, decentes, sin poder de nombramiento, opositores del gobierno, denunciantes del clientelismo y la corrupción, no fueron elegidos, como el profesor Gilberto Tobón o el independiente Juan Carlos Flores.
Lo anterior no significa que la izquierda haya sido una verdadera alternativa al clientelismo, todo lo contrario, su gestión en los gobiernos territoriales no ha estado ausente de esas prácticas clientelistas en todas las formas de vinculación laboral con el Estado.
Esperar la adecuación de todas las vinculaciones laborales a la meritocracia constitucional como los contratos de prestación de servicios, los empleados de libre nombramiento y remoción y otras figuras laborales parece un imposible que se resiste a desaparecer mientras estén dadas las circunstancias de pobreza, desempleo, ignorancia, y de una laxitud con la cultura clientelista por parte de un gran porcentaje de la población y, que ninguna fuerza política parece estar dispuesta a erradicar como practica clientelista para obtener votos.
Un reto de trascendencia histórica tiene la izquierda si quiere construir un verdadero cambio en esta materia, y hacer diferencia con los gobiernos de derecha que tradicionalmente ha gobernado el país basado en el clientelismo que ni la constitución ha podido erradicar.
De momento la meritocracia constitucional sigue sin tener dolientes, ni representantes en el Congreso. Y el derecho a la igualdad de oportunidades, en esta materia, máximo valor de una democracia, sigue siendo un saludo a la bandera.