La que es llamada por muchos la democracia más antigua y consolidada del mundo está haciendo agua y el espectáculo es horroroso. Trump pronostica fraude y alienta a los grupos ultraderechistas a movilizarse y estar alerta; entre ellos se encuentran desde milicias neonazis, supremacistas blancos, “patriotas” que cazan inmigrantes en la frontera, los bogalooo boys que participan en las protestas para crear caos con posiciones libertarias y los Proud Boys que glorifican la violencia racial, son 623 organizaciones 165 de las cuales tienen milicias. El actual presidente afirma que no entregará el gobierno ni reconocerá el resultado en caso de perder. Ha gobernado por medio de Órdenes Ejecutivas que pasan por encima del Congreso y sin que se haya aprobado una ley sobre migraciones, ha promovido la estigmatización, dificultado los trámites migratorios, nombrado autoridades que enredan los procesos. Siendo el presidente más poderoso del mundo se considera una víctima, perseguido por la CIA y por el “Estado Profundo”.
También han proliferado por decenas las protestas contra la brutalidad policial y todos aquellos que tienen reivindicaciones amenazadas por 4 años más de gobierno de Trump, se están moviendo, más en contra del gobierno que a favor de Biden. Dentro de ellos está la denominación Antifa que más que una organización es una marca detrás de la cual está una variedad de tendencias ideológicas dispersas que coinciden en oponerse a la extrema derecha y Black Lives Matters como movimiento social antirracista. Pero esas dos agrupaciones son apenas una parte del océano de sindicatos, organizaciones feministas y de diversos enfoques que vieron en Bernie Sanders una expresión política de sus demandas y que ante la agudización de la crisis comienzan a movilizarse.
La preocupación de Biden ha sido diferenciarse, sin romper, de la izquierda de su partido para demostrar que no es socialista ni comunista y entenderse con un significativo grupo de republicanos que se oponen a Trump, dentro de los cuales hay un buen número de altos militares, además de Bush y Colin Powell, por lo cual sus posiciones y declaraciones son más que moderadas.
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Una democracia esclavista y machista con agudos síntomas de descomposición al ser el país más desigual de Occidente
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En realidad el sistema político estadounidense fue legalmente racista hasta mediados de los sesenta del siglo pasado o sea durante más de 200 años y tiene grandes expresiones culturales y sociales de ese pasado y apenas hace un siglo las mujeres obtuvieron el derecho al voto. Una democracia esclavista y machista durante la mayor parte de su historia y ahora con agudos síntomas de descomposición al ser el país más desigual de Occidente y antes de la pandemia unos 40 millones de sus ciudadanos vivían en la pobreza, 18,5 millones en pobreza extrema y 5,3 millones en condiciones de pobreza extrema propias del Tercer Mundo.
A esto se le debe sumar que en los últimos 10 años EE. UU. ha estado oficialmente en 7 guerras (Afganistán, Irak, Siria, Yemen, Somalia, Libia y Níger) ninguna de las cuales ganó y que declaró que Rusia, China e Irán constituían amenazas existenciales para su supremacía y los tres países se han fortalecido y aumentado su protagonismo mundial.
También el sistema monetario mundial basado en el dólar tiene dificultades serias. La declaratoria de sanciones por doquier, la emisión monetaria incontrolada, el fortalecimiento de otras divisas, la proliferación de sistemas de intercambio que eluden el dólar y el debilitamiento de la OMC, son todos factores que desde hace años están poniendo en peligro la capacidad de EE. UU. de liderar a Occidente. En buena medida esto no fue causado por Trump sino que el histriónico personaje es producto de esta tendencia histórica y está haciendo lo suyo para que se amplifique. De todas maneras el lamentable espectáculo electoral está contribuyendo a que quienes confiaban en el liderazgo de EE. UU. para restaurar el neoliberalismo agonizante y la arquitectura unipolar del mundo, por lo menos disminuyan su entusiasmo. El espectáculo es lamentable, un dirigente social estadounidense lo describe así: se enfrentan “un gánster neofascista y un neoliberal aguado”
