En la muerte de mi amigo
Alguna amarga lágrima vertida
Al pensar en lo bueno del ausente
Como signo de eterna despedida,
Y una oración de mística tristeza,
Aspiración de la amistad doliente,
Forman los dones que dejar podemos
Cabe la fresca y entreabierta fosa
José Asunción Silva.
Ante la partida eterna y repentina de un amigo, de un hermano, no sé si alcancen estas palabras y si ellas logren apaciguar en algo el dolor de su ausencia. El domingo 3 de mayo me sorprendió la vida, o mejor la muerte, con la partida del exembajador de Cuba en Colombia Iván Mora Godoy, a quien conocí en los escenarios de la búsqueda de reconciliación y paz para mi país, desde ahí seguiríamos encontrándonos, debatiendo, pensándonos e ingeniando las formas de lograr que dos enemigos históricos se vieran a los ojos para dialogar sin la mediación de las armas. Una vez logrado este propósito, Iván me enseñó con su insistencia y amor por este país que teníamos que continuar aportando a la paz, persistiendo en que el gobierno y Farc no se levantaran por nada del mundo de la mesa.
En el devenir del proceso de paz, nuestros lazos de hermandad se estrecharon aún más, fuimos testigos de las angustias de cada uno, pero siempre nos dábamos fuerzas, él impregnaba los momentos de preocupación con su alegría caribeña y solidaridad cubana, para todo había una solución, no había nada imposible, eso se lo había enseñado la revolución y él supo ponerlo en práctica durante su labor diplomática al frente del Equipo de Garantes y frente a las adversidades de la vida que muchas veces nos compartíamos al calor de un café o un ron.
Cuando la muerte, inesperadamente nos toca el corazón llevándose a un ser querido, nos obliga a nombrarlo, a echarlo de menos y los recuerdos se entrecortan por las lágrimas, advirtiéndonos que por más dolorosa la partida física, aquel ser querido se prolonga en nuestra vida para siempre, así sucede con mi amigo y hermano Iván Mora, quien desde la eternidad ahora me acompaña para continuar por esta senda. Sin embargo, su ausencia me duele, pero también me permite evocarlo con la palabra para homenajear su vida, su integridad y las buenas acciones que hizo durante su estancia en este mundo…también su muerte me permite agradecerle a la vida por encontrármelo en el camino, por darme amigos como él. Gracias hermano del alma y espero que no me olvides porque me pongo strong como me decías tú.
Nota: al actual embajador de Cuba en Colombia, José Luis Ponce y a todos los compañeros de la embajada mi abrazo solidario de duelo.