María Emma Wills fue invitada a formar parte de la Comisión Histórica del Conflicto que presentó su informe como un insumo para la mesa de diálogo en Diciembre de 2014. La investigadora concedió esta entrevista al equipo técnico de la Embajada de Suecia.
¿Por qué solo una mujer en la Comisión Histórica del Conflicto donde tuvieron asiento doce académicos?
Me parece que el hecho que solo hayan nombrado a una mujer habla de esa academia que está de espaldas a la perspectiva de género y que luego se reproduce en otras esferas. Si no se forman académicos, periodistas, abogados, antropólogos, sociólogos, o politólogos, en perspectiva de género, ellos no tienen el chip para pensar que una mirada incluyente es mucho más poderosa en términos de paz que una mirada que refuerza esas discriminaciones históricas. Creo que es básicamente por eso. Es un rezago. No es un tema de las delegaciones de las FARC y el gobierno sino de la academia colombiana en general que ha estado muy de espaldas a la discusión de la discriminación de género. En Colombia hay discriminaciones de género, de etnicidad, de raza y de generación.
Se habla de la importancia de la representación y participación de mujeres en las diferentes etapas del proceso de paz. Suecia por ejemplo ha venido impulsando este tema. ¿Cuáles han sido los avances?
Las mujeres aportan una reflexión muy profunda que arranca en la familia y en el ámbito de lo privado, o si se quiere, en el ámbito de la crianza y de los afectos personales y sube hasta el ámbito de lo público o lo político. La reflexión sobre la paz, no se limita a decir “es que necesitamos una reforma agraria” y punto. Dicen necesitamos una reforma agraria, becas para nuestros hijos, que puedan estudiar, necesitamos empleo para los jóvenes - porque evidentemente el desempleo es parte de la gran desesperanza que hay en los territorios, frente al futuro de los jóvenes-, necesitamos proyectos productivos sostenibles.
Su visión de modelo arranca en un punto que a mí parecer los hombres muchas veces no tienen. No por esencia, sino porque han sido educados para ver la política, en la esfera pública, en los partidos en el estado, en los actores armados, pero no ven el vínculo que tienen esos temas públicos con los temas de crianza, con lo privado.
Las mujeres piensan integralmente: cómo vamos a hacer para que los jóvenes no vean en la guerra una opción; cómo vamos a hacer para que tengan sueños distintos a: “yo quiero ser alguien en la vida y entonces me voy a armar”. Y lo hacen desde un lenguaje que interpela éticamente a muchos actores porque lo hacen desde un lenguaje no necesariamente militante / partidista, sino realmente desde su experiencia. No quiero volverlas como las voces más genuinas del conflicto, pero son testimonios desde la vivencia que le aportan una mirada cotidiana a un conflicto que a veces no se ve entrelazado con esa cotidianidad. Esos nudos entre la vida cotidiana y la vida pública/política, puede ser expresada, articulada y agenciada por las mujeres.
Pienso también que la violencia sexual ahora es mucho más visible en el marco del conflicto armado. Se han atrevido a dar su testimonio, y creo que hay unos archivos del dolor, de esa violencia sexual, que son estremecedores y que interpelan realmente a los actores armados, que interpelan ese uso de la violencia y de la violación sexual y de la tortura sexual en el marco de un conflicto. Esto gracias a las organizaciones de mujeres, de los movimientos feministas, de la cooperación internacional que ha puesto realmente el tema en la agenda pública.
Por todos los avances en los movimientos sociales de mujeres es realmente ofensivo que a pesar de ese dinamismo social que hay en las regiones. De esa vocería femenina tan articulada, en La Habana realmente las mujeres todavía no tienen el lugar que se merecen. En la delegación de las FARC ha habido una transformación gradual y han ido incluyendo mujeres. Está Victoria, que es una mujer muy preparada, que yo creo que se está comprometiendo cada vez más con una perspectiva de género. Creo que el propio proceso le ha dado elementos para entender lo central que es para la paz, incluir una mirada y una perspectiva de género. En el propio proceso ha habido descubrimientos. En las delegaciones de víctimas hemos visto muchas mujeres muy articuladas, pero eso no es suficiente, porque necesitamos que esas vocerías y esas agendas de las mujeres en el campo de la memoria y de la paz se traduzcan en una toma de decisiones. En una participación directa en la toma de decisiones. No solo en la foto, sino en la toma de decisiones de cómo vamos a preparar este país para el postconflicto.
¿Qué se necesita para que todos esos esfuerzos se vean en la práctica, para que las mujeres estén en los espacios de toma de decisiones?
Hay varias cosas. Por un lado se necesita que las mujeres que lleguen a esos cargos tengan una mirada y una perspectiva de género. No basta ser mujer.
La mirada implica tener claro cuál es el meollo. Y el meollo es que hay que pensarse el país no solo en términos de grandes reformas. Tiene que haber otra perspectiva. Es algo como: pensemos la paz, pero la paz desde lo personal, lo familiar, hasta lo estatal. Porque finalmente todo está conectado. Tienes que tener una política de inclusión de la juventud, una política que pasa por la educación, que pasa seguramente por diez mil becas. Pero no solo por eso: Cómo estas educando?
Alguna vez usted decía: “para aportar a la construcción de paz hay que aportar a pensar nuevas formas de feminidad y masculinidad desde la democracia”. Desde la Embajada de Suecia queremos hacer mucho más énfasis en ver cómo involucramos a hombres y niños en el trabajo por la igualdad de género.
Yo creo que las personas no nacemos con una identidad. La identidad, la vamos construyendo en relación con otros, en relación con los contextos. La gente no nace con una esencia sino que se va haciendo a medida que transcurre la vida y en ese hacerse me parece que tanto hombres como mujeres en este país tenemos que aprender a ser democráticos. No es solo una cuestión de los hombres, sino también de las mujeres.
Por eso, nosotros desde el Centro de Memoria Histórica estamos interesados en promover una educación para la democracia, una educación para la paz con una caja de herramientas donde se trata de dialogar, discutir, y reflexionar sobre nuestro pasado compartido, pero a la vez reflexionar y discutir en términos y en claves democráticas. Porque 50 años de guerra no pasan en vano. En reuniones de organizaciones de mujeres se siente a veces que no se trata de un debate que se desarrolla entre colegas, entre amigas que disienten, entre ciudadanas y ciudadanos de un mismo país porque aparece también ese sectarismo colombiano donde básicamente, si el que no piense igual pasa a ser un enemigo. Tenemos que desarraigar esa mirada.
Es una cuestión de cómo podemos generar procesos de educación para la ciudadanía y para la democracia. Y Podemos generar espacios que simbólicamente partan del reconocimiento de los disensos y del antagonismo.
Es un aprendizaje del lenguaje y de identidad de convicciones.
“Las mujeres vemos el mundo distinto. Pensemos la paz, pero la paz desde lo personal, lo familiar, hasta lo estatal”
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