@Riohachaposible- Angel Roys Mejia
A inicios del año 2013 un anuncio hecho por el alcalde, Rafael Ceballos, muy al estilo de la administración, sembró expectativas y produjo recelos en este sector de la ciudad de Riohacha, correspondiente a la comuna número 3, y de la cual el barrio Coquivacoa es uno de los más representativos por sus más de 30 años de historia. Se trataba de la presentación del proyecto de remodelación del parque.
El contrato número 112 de 2013, cuyo objeto era la 'Recuperación y mejoramiento de la infraestructura recreativa y deportiva del parque Coquivacoa', a cargo de la fundación Winka SAS Fuente de Vida, con un monto inicial de $1.900 millones de pesos, inquietaba a los incrédulos habitantes del sector porque de forma consuetudinaria, a lo largo de sus 25 años de existencia, se realizaron obras de remodelación que no pasaban de una simple mano de pintura y persistía el aspecto ruinoso y descuidado de este patrimonio recreacional de la comunidad.
La obra se inició el 25 de abril, pero no demoraron en presentarse inconvenientes en razón a la poca disposición del contratista y la administración a posibilitar veeduría y seguimiento de la comunidad. La obra empezó a prolongarse en el tiempo suscitando conflictos con el contratista que guardaba el hermetismo de quien solo se hace responsable de ejecución de obras sin atender inquietudes de la gente del sector. No conforme con el creciente malestar de la ciudadanía, anunciaron una adicción al contrato por cerca de $500 millones cuyo objeto, entre otros, era dotar la cancha de fútbol de suelo y grama sintética.
Arquitectos vecinos del parque, como Osman García Orcasitas, con un caudal de experiencia en obras públicas, y quien además se había desempeñado como jefe de planeación del municipio, y hoy es procurador de la asociación de arquitectos de La Guajira, accedió a dar una copia del contrato inicial y de sus cantidades de obras. Llamó la atención de los expertos y de los líderes de acción comunal del barrio que aspectos como las bancas de concreto sin espaldar por sus elevados costos. Las 34 bancas dispuestas en el contrato para comodidad de los transeúntes tenían un valor de $85 millones; es decir $2.500.000 por banca. En una cotización solicitada a un almacén de prefabricados por los arquitectos para comparar valores, con las misma especificaciones, da cuenta de su extraordinario sobre. El valor unitario aportado por la cotización solicitada es de 210 mil pesos la unidad, más de 10 veces el valor registrado en las cantidades de obra del contrato.
En el portal de contratación de la Gobernación del Atlántico se comparó el costo fijado el presupuesto de obra en un contrato del 2014 para la recuperación del espacio público del Parque Muvdi, en Soledad, por valor de $15 mil millones, de las mismas bancas en concreto sin espaldar y en el documento consultado el valor no sobrepasa los 130 mil pesos por unidad.
Flagrantes irregularidades como esta fueron denunciadas por el arquitecto García en la Contraloría el 5 de mayo del presente año. Sin embargo, la inquietud de los miembros de la comunidad condujo al presidente de la acción comunal a solicitar copia de la adición del contrato, sin respuesta aun, dado que la obra fue entregada por la contratista con un visto bueno obtenido por encima de los naturales veedores como es la junta de acción comunal y los expertos que adelantan las quejas en las entidades de control. Además de esto la promesa de piso sintético para la cancha de fútbol es una burda mofa a los intereses de deportistas. Jóvenes y demás miembros de la comunidad que guardaban ilusión sobre la seriedad de la promesa.
La cancha hoy presenta un lamentable aspecto, porque el terreno fue nivelado y rellenado con material pedregoso, lo que representa riesgos para la práctica deportiva. En otra área más social de la infraestructura, construyeron siete mesas de dominó por valor de más de un millón de pesos, cada una con las que se pretendía bajar los ánimos de los pensionados históricos que pasan sus días otoñales entreteniendo las horas, pero que han sido los que han mostrado malestar por su sentido de pertenencia por la obra en la que habían cifrado esperanzas ciertas. A esto se suma la calidad de los materiales empleados porque antes de ser entregado ya bancas, pisos, jardineras y demás espacios presentaban virtual deterioro.
Otro asombroso sobrecosto observado en las cantidades de obras, está en el módulo infantil central que consta de una peregrina y una modesta carpa que asciende a casi $25 millones. A ello se suma los botes de basura con valor unitario de $1.300.000 pesos, cada uno.
Un hecho curioso observado por los veedores comunitarios “no autorizados” es que las luminarias, que inicialmente eran de luz amarilla y sobre las cuales ellos solicitaron que fueran cambiadas, posteriormente fueron instaladas por la empresa contratista de alumbrado público con lámparas de luz led, como las que han sido implementadas en el resto de la ciudad.
La impronta del alcalde queda confirmada en la construcción del laberinto con un valor de $12 millones y en los que aun los niños no encuentran salida, mientras otros adultos desvergonzados ya lo están empleando como sanitario. Pueda ser que en lo que resta del periodo Rafa, el alcalde pueda salir del laberinto de su propio barrio.