En la era de la ausencia de certezas

En la era de la ausencia de certezas

Estamos en un tiempo en el que el mundo cambia continuamente, las expectativas se han abreviado y la única certeza es la incertidumbre

Por: ismael suárez_córdoba -
febrero 03, 2021
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En la era de la ausencia de certezas
Foto: Leonel Cordero

En tiempos así la conclusión razonable es que para sobrevivir el común de la gente tiene que centrarse en sí misma, aprendiendo a tomar decisiones con un saber incompleto. Asumiendo que todos somos frágiles, en un mundo densamente interrelacionado, donde la actualidad está marcada por la falta de transparencia y la complejidad tecnológica, es muy difícil anticipar todos los posibles efectos. Más aún en países que tienen problemas severos en su economía, siendo el denominador común de su historia que el dolor siempre estuvo mal repartido, entre una minoría llamada a la excelencia y una inmensa mayoría llamada a la obediencia.

Imponiéndose un cambio global en la forma de pensar sobre qué significa una vida decente o lo que debe ser la finalidad de la existencia, replanteando los principios en los que se basa la economía. Lo que obligará a reconfigurar un modelo cuya crisis es producto del éxito del sistema y no de su fracaso, puesto que ha convertido a la mayoría de la población en un mundo de consumidores en el que todo es movilidad, solo hay clientes para seducir y la pertenencia se utiliza principalmente como un recurso del ego. Ya nada es para siempre, ni siquiera el futuro, que "una vez diseñado necesita ser montado y desmontado continuamente", y en el que se busca el conocimiento, no por sí mismo, sino por su utilidad, porque únicamente vale lo de "saber es poder".

En momentos de zozobra, en donde el populismo pende sobre las democracias como la espada de Damocles, desdibujando viejas certezas de prosperidad y progreso, y revertiendo logros alcanzados con mucho esfuerzo. Siendo imperativo reconciliar la teoría con la práctica, a fin de explorar lo que significa trabajar de manera efectiva en contextos frágiles, para así poder construir sociedades justas e inclusivas que no dejen a nadie atrás (OCDE States of fragility 2020). Fragilidad que consiste en que todos podemos ser dañados en nuestra integridad o perjudicados por cualquier medio, hasta el punto de perder la vida, o la reputación, o cualquier otro bien preciado del que seamos portadores.

Vulnerabilidad de la humanidad en su conjunto, en la que todo lo que era sólido hoy se desvanece en el aire y el hombre es cada vez más precario, "en una especie que hasta hace poco se decía que estaba destinada a la eternidad, a la realización del superhombre y se prometía dar un salto en la evolución para convertirlo en semidiós (Javier Gomá -Tetralogía de la ejemplaridad)". Pero que ahora, en cambio, vemos a la humanidad como una especie en peligro de extinción, que debe ser protegida y en la cual lo natural es que el hombre cuide de su morada, que ahora es el mundo entero. Aceptando que todos somos valiosos para el bien común, purgando el vacío de las falsedades que encubren a la "modernidad" y haciendo uso racional de los recursos disponibles. En resumidas cuentas, reconociendo nuestra fragilidad y actuando de acuerdo con ella.

Desigualdad que comenzó hace 7.000 años*, y que hace que la posición social, el estatus, la clase social o la riqueza, se convierta en una de las categorías sociales más importantes, a través de las cuales se estima la valía de las personas. En un proceso que en sociedades dispares económicamente, viene acompañado por una mayor legitimación de las diferencias entre los más y menos privilegiados. Legitimación que puede tomar forma a través de estereotipos de clase y creencias meritocráticas, "llevando al extremo de la deshumanización a personas con nivel socioeconómico más bajo y, a normas regidas por intereses individuales más que colectivos, haciendo las relaciones entre las personas más competitivas (Rosa Rodríguez Ballón - Universidad de Granada)".

Incertidumbre global**, de duda ante el futuro, que está instalada en todas las esferas de la actividad humana, que quizás sea el principio de acciones exentas del fanatismo y del dogmatismo del pasado reciente, ya que la codicia y la marcada estupidez de los dirigentes políticos, sigue poniendo en peligro a la humanidad a causa de sus excesos: desregulación, incompetencia, imprudencia, fraude y usura. Agudizando la sensación de desamparo para el creciente malestar global y extendiendo un certificado de defunción al orden que había dado forma a un mundo que siempre planteo la contradicción que existía entre la elevada oferta de bienes de consumo y la pobreza en servicios sociales.

Mundo de las interdependencias, del exceso de información y del ruido, que ahora se presenta ausente de certezas y que ha experimentado un retroceso difícil de recuperar en los próximos años. En el que la mediocridad de la política, instalada en la crispación permanente y en una polarización que no refleja el sentir de la sociedad, pervierte el sentido de la democracia. Disfrazando un falso pluralismo que solo defiende intereses particulares, en un contexto de profundas brechas sociales y económicas en el que el futuro simplemente no existe para muchos ciudadanos.

Notas al texto

(*) La desigualdad es una situación socioeconómica que se presenta cuando una comunidad, grupo social o colectivo, recibe un trato desfavorable con respecto al resto de miembros del entorno al que pertenecen. Desigualdad social que comenzó hace más de 7.000 años (en el principio de la era neolítica), cuando las transferencias de la desigualdad intergeneracional y la riqueza se hicieron evidentes, al introducir el concepto de bienes hereditarios (tierra y ganado). Según se desprende de investigaciones en la que se han encontrado evidencias que muestran que los agricultores que fueron enterrados con herramientas, tenían acceso a mejores tierras que los enterrados sin ellas.

(**) Incertidumbre global. "En el siglo pasado, los capitalistas estaban seguros del éxito del capitalismo; los socialistas, del socialismo; los imperialistas del colonialismo, y las clases gobernantes creían que estaban hechas para gobernar. Poca de esta certidumbre subsiste en la actualidad. Y sería extraño que subsistiese, dada la abrumadora complejidad de los problemas con que se enfrenta la humanidad". (John Kenneth Galbralth - The Age of Uncertainty / 1977).

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