En la época del correo electrónico y el internet, ¿se justifican las 62 embajadas que tiene Colombia?

En la época del correo electrónico y el internet, ¿se justifican las 62 embajadas que tiene Colombia?

"¿Qué mecanismo se requiere para acabar con esta vagabundería que solo beneficia a los pocos que comen de las dulces mieles del poder?"

Por: Mario Javier García Márquez
marzo 26, 2021
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En la época del correo electrónico y el internet, ¿se justifican las 62 embajadas que tiene Colombia?
Foto: Twitter @infopresidencia

¿Le cabe a usted en la cabeza que Colombia tenga embajadas en países como Azerbaiyán, Argelia, Kenia, Corea, Egipto, Ghana, Indonesia, Marruecos, Polonia, Finlandia, Líbano, Singapur, Turquía y Vietnán? Estas son solo algunas de las 62 embajadas y/o consulados que tiene el país del sagrado corazón regados por el mundo, sin oficio alguno justificable, hoy en día, más allá de pagar favores políticos.

Hay cosas que ya no se deberían hacer al estilo antiguo. Los policías de tránsito siguen haciendo los tales “croquis” de hace 40 años o más, cuando hoy en día cada quien tiene una cámara en su celular, y hay cámaras de video por toda la ciudad que cubren con pelos y señales lo que en realidad ocurrió en un accidente. De igual manera, las embajadas, como sitios de representación presencial de un país en otro, son una herencia del siglo XIX que para nada se justifican hoy en día. La verdad es que la única razón que hace que las embajadas persistan como se les conoce hoy es que sirven para pagar favores.

Viviane Morales Hoyos fue premiada con la embajada de Colombia en Francia; Alejandro Ordóñez Maldonado con la embajada ante la OEA; Francisco Santos con la de los Estados Unidos; Antonio José Ardila, hijo de Carlos Ardila Lülle, con la del Reino Unido y así sucesivamente. Esto no es nuevo. Recordarán ustedes que Álvaro Uribe, para callarle la boca a Andresito (el Andrés le queda grande), le otorgó en su momento la embajada de los Estados Unidos en el 2005, y Andresito la aceptó gustoso a pesar de que venía haciendo una oposición férrea contra el gobierno de entonces.

Posteriormente, y en una pataleta muy a su estilo, le hizo sentir a Ernesto Samper que su bronca por él seguía viva y renunció a la embajada cuando este fue nombrado en la de Francia.  Su dignidad no le permitía participar de un gobierno que acogiera también a Samper.  Un caso notorio fue el de Noemí Sanín.  Participaba de las contiendas electorales, de las cuales al final se retiraba, y milagrosamente aparecía en una embajada: España y el Reino Unido fueron de sus preferidas, aunque en sus inicios fue también embajadora en Venezuela.

Ese es el modus operandi: "tú te adhieres a mi campaña, y yo te pongo en la embajada que más te guste".  Es necesario, después de lo mostrado, ser muy cínico para elevar las banderas de la austeridad, y atribuirle a otros gobiernos la cacareada mermelada, cuando en este gobierno el derroche, pagando favores, no parece tener límite. Nada más macabro y descarado que lo sucedido con César Gaviria Trujillo.  No es necesario poner a volar la imaginación para saber de donde surgió que doña Ana Milena Muñoz de Gaviria resultara siendo la embajadora de Colombia en Egipto. Probablemente de la misma reunión salió el regalo para Sofía Gaviria Correa a quien le otorgaron el cargo en Suiza dado que para la fecha era codirectora del Partido Liberal. Que Gaviria se haya vendido de una manera tan descarada, tuvo que haber convulsionado a Carlos Lleras Restrepo en su tumba y a Luis Carlos Galán.

En fin, después de lo anterior, es hora, Dios mío, de que se acabe el gigantesco gasto público que representan las embajadas en la época del email y la internet. No es posible que mientras la tecnología de las telecomunicaciones revolucionan el siglo XXI, Colombia siga clavada en el siglo XIX solo para poder justificar componendas políticas, que aparte de anacrónicas son terriblemente costosas. Yo no creo que hoy en día se justifiquen más de 2 o 3 embajadas, si es que alguna se hace necesaria. Arriendos, viáticos, salarios, cónsules, agregados, embajadores, impuestos y todas las gabelas adicionales que requiere mantener en funcionamiento una sola embajada son un guacal.

¿Qué mecanismo se requiere para acabar con esta vagabundería que solo beneficia a los pocos que comen de las dulces mieles del poder? Me gustaría escuchar a quien corresponda justificar la embajada en Kenia, en Azerbaiyán o en Ghana para ver con qué cuento chino sale.  Acabemos ya con este descomunal gasto que desangra al país año tras año y que, de verdad, no tiene justificación. Qué dolor de patria

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