Lo mejor de la carta abierta que conocidos profesionales de origen cubano enviaron al presidente Santos, es que catapultó al mundillo internacional un drama humanitario que lleva meses evidenciándose en la región de Urabá (norte de Antioquia), sin que la canciller de la República se despelucara, ni la gran prensa se interesara, ni la generalidad de los colombianos se trasnochara.
Solo los habitantes de Turbo, que saben lo que es el desplazamiento, han prestado atención a estos centenares de migrantes que deambulan como zombis por el puerto o, los más suertudos, comen, duermen, aman y oyen crecer el pasto, hacinados en una bodega de cincuenta metros por veinte, a la espera de poder coronar la cima del sueño americano. Aunque la vida se les vaya en el intento.
(“Estamos decididos a morir en estas tierras si la decisión final resulta ser la deportación”. Y resultó. Y ya se están embarcando hacia Capurganá para internarse en la vorágine).
Bueno, también los traficantes de personas y sus desalmados “coyotes” siempre han estado listos a ocuparse de ellos. Para robarles, abandonarlos en la selva o dejarlos a la deriva en altamar. Para convertirles el sueño en pesadilla. (En el cementerio del pueblo aumentan las tumbas de NN con un letrero pequeño que indica que son migrantes; a otros se los traga el océano o la manigua).
Las cifras de los que desde el día del cierre de la frontera panameña (10 de mayo) se encuentran atrapados a este lado del Tapón del Darién son tan inciertas como la suerte de todo ellos. El alcalde habla de 1350, la Defensoría de 1273 y la comunidad de 4000. El caso es que la autoridad municipal se vio obligada a declarar la calamidad pública.
Entonces, ahí sí, se arrebataron la palabra el gobernador, el presidente y la ministra: “La idea es la deportación. No podemos tener ciudadanos de ninguna nacionalidad de manera ilegal en el país y estamos trabajando en ese sentido”, dijo esta última.
Y nadie puede decir que la señora Holguín anuncia una medida ilegal. Pero, ¿es humana la ley?
Algo de compasión —ponerse en los zapatos del otro— no sobra en casos en los que la “mercancía” que se zarandea con códigos a la mano está conformada por hombres y mujeres que se vieron obligados a dejar atrás lo que tenían, para lanzarse al abismo de un mejor mañana. Los motivos —económicos, políticos, religiosos, étnicos— no importan en este instante.
Apenas tendría que importar su lucha por la supervivencia.
De la manera que importa cuando las estampidas de refugiados persiguen otro sueño más lejano, el europeo, y su tragedia se transmite por televisión.
Nos conmovemos hasta las lágrimas con la imagen de Aylan, el niño kurdo que botó el mar en una playa de Turquía; nos solidarizamos con los ahogados de Lampedusa que huían de las matanzas del norte de África; pensamos que a la Merkel y demás líderes de la UE se les ha salido de las manos la problemática que asecha sus costas…
Todo desde el sofá.
Ignoramos que Colombia también forma parte de esta aldea global
en la que manos poderosas tumban alambradas para productos y capitales
mientras levantan muros para los seres humanos
Pero, eso sí, ignoramos que aquí tenemos nuestro propio mediterráneo y que Colombia también forma parte de esta aldea global en la que manos poderosas tumban alambradas para que productos y capitales traspasen libremente cualquier frontera, mientras levantan muros para que los seres humanos se estrellen en su intención de hacer lo mismo.
Con ustedes, la geopolítica del siglo XXI, señores: un mundo hostil. Ancho y ajeno, al decir de Ciro Alegría y del montón de nepalíes, bengalíes, somalíes, paquistaníes, dominicanos, ecuatorianos…, y en especial cubanos, que se encuentran con el tapón selvático por cárcel, a la espera de que el ejecutivo cumpla su amenaza. Porque darles el aventón, con el fin de que lleguen a Estados Unidos a pedir la residencia —amparados por la Ley de Ajuste Cubano de 1966—, sería estimular la labor de las bandas delincuenciales, según el jefe de Migración Colombia. Y parte de razón asiste al funcionario, no se puede negar.
(También es absurdo el mundo don Ciro. Cuba se encuentra a 170 kilómetros de USA, pero quienes salen clandestinamente de la isla tienen que realizar travesías de hasta 8000 kilómetros por América Latina para poder llegar a la meta).
Menos mal yo no llevo puesto el corsé del señor Krüger y puedo hacer eco, aunque no sirva de nada, a la petición de los 22 firmantes de la citada carta: “Presidente, ayúdelos a pasar”.
COPETE DE CREMA: La cuestión es que estamos hablando de rostros, nombres e historias particulares; no de cultivos ilícitos de coca, como parece creer el gobernador Pérez: “Saldrá un vuelo diario para erradicar, al menos, los que han entrado por Ecuador”. Erradicar… Muy digna pinta la cosa. ¿Con glifosato o manualmente?