Nos quedan unos cuarenta días para pensar y analizar con cabeza fría por quién vamos a votar el 29 de mayo.
Nicolás Maduro ha logrado, en nueve años de gobierno, convertir el 90 % de la población venezolana en ciudadanos pobres. Seis millones de venezolanos han salido del país buscando la oportunidad de vivir mejor.
En Colombia los gobiernos de derecha han logrado que la mitad de la población se encuentre en la pobreza, muchos de estos en la absoluta miseria, intentando ingerir una comida diaria.
Las tendencias de la izquierda que surgieron desde el descontento de un pueblo buscando un futuro mejor y que originaron los primeros grupos guerrilleros con ideologías concretas terminaron como bandidos que, sustituyendo el pensamiento revolucionario por el poder del narcotráfico , traicionaron el mismo pueblo que buscaban defender.
La derecha, quizás envidiosa del lucro del mismo narcotráfico, aparentó defender una democracia amañada, convirtiendo a los pobladores de los pueblos y a los campesinos en el blanco inocente de las armas de ambos bandos, usándolos como escudos y falsos positivos de una lucha disfrazada por la ambición.
Vemos una clase dirigente, también dividida, la que toma conciencia y asume la responsabilidad de su status apoyando la tributación equitativa y comprometiéndose a participar en la búsqueda de cambios y oportunidades para lograr mayor equidad. Otra porción de esa clase dirigente, egoísta, racista y clasista no ve más allá del miedo y en su absurda miopía y justificación religiosa equivocada, lo único que aporta es odio, miedo y mentiras.
Vemos una clase media educada que intenta mejorar su status económico y social y lentamente sucumbe a un endeudamiento que lenta pero certeramente la llevará al descenso. La clase obrera que devenga un salario mínimo que año tras año tiene menor poder adquisitivo no sabe a quién creer y, a la postre, no cree en nadie,
La juventud, de clase alta, defiende y apoya candidatos de derecha por el miedo a perder sus privilegios. Los más educados y que han logrado independizar su pensamiento y su filosofía apuestan por el cambio.
La juventud de clases menos favorecidas, aquellos que no comen tres veces al día, que no estudian y no trabajan y que, francamente, no tienen nada que perder abrazan la posibilidad de un cambio con ira, hambre y resentimiento y, por qué no, con esperanza.
La derecha no cumplirá con ningún cambio, continuará apoyando y favoreciendo los poderes financieros y se negará a lograr una paz que los deje insubsistentes y les niegue un victimario a quién culpar de su ineptitud y del resultado de sus mañas.
La izquierda promete pero su historia y trayectoria en países como Cuba, Nicaragua, y Venezuela no admiten mayor confianza.
La única fórmula que nos brinda esa esquiva esperanza, sólo la ofrece un candidato que no odie, que no mienta, que no divida y que, por lo menos, presente una serie de programas de gobierno que requieren sacrificios de parte de los más privilegiados (si quieren seguir viviendo sabroso en Colombia) y la voluntad de los menos favorecidos de trabajar por el bien común, sin destrucción y sin vandalismo.
El único candidato que puede salvar a Colombia de la hecatombe es Sergio Fajardo
Usted es quién tiene el poder con su voto.