En el Valle del Cauca está gestándose una de las sorpresas políticas más significativas de los últimos tiempos. Cuando muchos analistas daban por hecho que Petro obtendría la mayor votación en las próximas presidenciales, ya se puede observar cómo una nueva ola cívica, de gentes que no se mueven dentro las refriegas de los partidos políticos, ni los de izquierda ni los de derecha, ha empezado a movilizarse en defensa de su departamento y de su país.
Es muy interesante ver que las vendas puestas en los ojos comienzan a caerse a jirones, como cuando los rayos del sol penetran en un rincón oscuro adonde el moho había comenzado a hacer de las suyas.
Esto que se está viviendo en el Valle del Cauca hace recordar al sabio que decía que la superioridad de la verdad sobre la mentira radica en que mientras una mentira grande requiere de años para construirla, la verdad llega y en un segundo acaba con ella; pueden demorarse años urdiendo una mentira hasta que llega la verdad y la derrumba con un instante de comprensión.
Es cierto que el petrismo venía obteniendo un crecimiento importante. En las elecciones del 13 de marzo su lista a la Cámara de Representantes igualó a las de los partidos políticos tradicionales. También vale recordar que en las presidenciales de hace cuatro años Petro le ganó a Iván Duque por 140.000 votos.
No obstante, el fenómeno nuevo consiste en que los ejes de la contradicción política cambiaron absolutamente a partir del 13 de marzo.
Hasta el 13 de marzo lo que se libró en el Valle de Cauca fue una contienda entre la clase política tradicional y la clase política de izquierda.
—Es que en el Valle la izquierda también es clase política desde hace muchos años.
Allí sus dirigentes vienen siendo elegidos al Congreso de la República desde hace más de veinte años y han gobernado a Cali en varias ocasiones; para la muestra está Jorge Iván Ospina.
Sin lugar a dudas, la clase política tradicional ha venido perdiendo terreno respecto de la clase política de izquierda, lo cual es más que explicable.
Mientras los militantes de la izquierda llevan años difundiendo sus promesas, los políticos tradicionales se dedicaron a manejar sus repartijas de puestos y contratos, abandonando por completo el debate público de ideas. No es exagerado afirmar que los planteamientos de la izquierda han jugado solos en la medida en que no ha habido líderes de la democracia que salgan al ruedo a defenderla. A la democracia le han faltado dolientes en el liderazgo vallecaucano.
—En el Valle del Cauca la izquierda estaba ganando por W.
Esta combinación de politiquería tradicional y politiquería de izquierda terminó arrojando como resultado una terrible aridez. La política quedó convertida en un desierto de huesos secos que la gente mira con desprecio y rabia.
Ahora uno comienza a ver una nueva ola de la gente, muy cívica, muy por fuera de las clases políticas, que decidió salir a parar lo que siente como el despojo de su país y de su Valle del Cauca. De la gente que se dio cuenta de que tanto los unos como los otros solo persiguen el poder para sostener sus maquinarias y sus negocios. De la gente que se cansó de que los contratos públicos solo caigan en manos de quienes reparten comisiones a diestra y siniestra, tanto en las administraciones de la clase política tradicional como en las de la clase política de izquierda.
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La vallecaucanidad ha comprendido que hoy no cuenta con ninguna clase política que la defienda y ha decidido salir a defenderse sola
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En las próximas presidenciales las que se enfrentarán en el Valle del Cauca no serán la clase política tradicional versus la clase política de izquierda. Lo que se aprecia con toda claridad es que la vallecaucanidad auténtica ha decidido salir a defender su democracia de las amenazas que la acechan. Esta vez será la competencia entre la vallecaucanidad versus los extremismos antidemocráticos de todo tipo, desde la antidemocracia de la corrupción hasta la antidemocracia de los vandalismos y las economías ilegales que han querido imponerse como dictaduras.
La vallecaucanidad ha decidido recuperar su vocación de departamento líder de la cultura en Colombia y no permitirá que se siga desfigurando su destino por quienes se obstinan en hacer del Valle el bastión petrista del país.
La vallecaucanidad ha comprendido que hoy no cuenta con ninguna clase política que la defienda y ha decidido salir a defenderse sola.
Al fin y al cabo, lo que nos enseña la historia es que quien salva a las sociedades son las sociedades mismas. De allí, la importancia de las democracias.