En la vereda San José de León en Mutatá, corazón hídrico del Urabá antioqueño, se vive una de las experiencias de reconciliación más emblemáticas del país; se trata del proceso de reincorporación de los exguerrilleros del extinto frente 58 de las Farc-Ep. Son cerca de 65 firmantes de la paz que liderados por Joverman Sánchez, conocido en la guerra como Manteco o Rubén, han construido un caserío, lugares comunes y una vía terciaria que los conecta con la troncal al mar. Tal como Gabo describe la creación del poblado de Macondo en Cien años de soledad. En plena Serranía de Abibe, en inmediaciones del cristalino río La Fortuna y en medio de gigantescas piedras prehistóricas, los excombatientes que se asentaron hace tres años en un potrero de la vereda La Fortuna tras salir desplazados del punto de desarme de Gallo en Tierralta, han levantado con la tenacidad del esfuerzo colectivo su propio Macondo.
La principal ventaja que tienen los firmantes de la paz que residen en San José de León es que la tierra es de su propiedad, ya que fue adquirida con el subsidio que se le entregó a cada exguerrillero al concluir la vigencia de las zonas de desarme. Con la certeza de tener posesión sobre la tierra, avanzaron en la adecuación del terreno, la construcción de las viviendas y los espacios comunes; sin embargo, en los últimos meses se han encontrado con una gran dificultad en la comercialización de los productos que se derivan de sus iniciativas productivas. En San José, aprovechando la enorme riqueza hídrica de ese territorio, los exguerrilleros le han apostado principalmente a la piscicultura. Actualmente tienen 50.000 tilapias que no han podido comercializar porque con intermediación les ofrecen menos de $9.000 por un kilo, un precio que no alcanza a cubrir el costo de producción por kilo y que prácticamente los pone a trabajar a perdida.
Esa es una realidad que afecta al pequeño productor campesino que no encuentra más alternativa que vender a precios muy bajos sus productos, sin alcanzar a percibir mayor ganancia y dependiente de intermediarios que devoran las pocas utilidades. Por ejemplo, el kilo de tilapia que es comprado en $8.000 (apenas para cubrir el costo de producción), posteriormente es vendido en grandes almacenes de cadena en $14.000. Aunque en el acuerdo de paz en el punto sobre la reforma rural integral se estableció el fortalecimiento de cadenas de comercialización favorables al pequeño campesino, esto es algo que poco se ve en los territorios y que evidencia el precario nivel de implementación que ha tenido el punto rural del acuerdo. Circunstancia que sumada a la falta de tierra para adelantar los proyectos productivos, entorpece la reincorporación socioeconómica de miles de exguerrilleros que adelantan su proceso de retorno a la vida civil a partir de iniciativas agrícolas.
Desde el Urabá antiqueño los firmantes hacen un llamado para ser apoyados en la comercialización de sus productos. Mucho más en días donde 92 familias van a llegar a este territorio desarraigadas por la violencia que se viene presentando en la vereda Santa Lucia en Ituango. No podemos dejar a la deriva ese Macondo de la esperanza y debemos comprender que la reconciliación es un llamado que nos convoca a todos como colombianos.