Como a eso de las 5 de la mañana, del viernes 3 de junio, los campesinos decidieron bloquear temporalmente la vía entre Cúcuta y Bucaramanga, cerca de Berlín. Dos horas después empezó la pesadilla para los manifestantes que fueron detenidos, golpeados, transportados a un batallón y finalmente liberados.
A las 7 am, “aparecieron los del ESMAD”, me dicen en Cúcuta algunas de las personas que fueron detenidas. La Policía arremetió de manera violenta sin dar ningún espacio para el diálogo. Y entonces, los manifestantes, decidieron subir hacia las pocas casas de los campesinos. La fuerza pública entró a las casas y las usó como punto de ataque contra los manifestantes, usando gases lacrimógenos y bombas de aturdimiento. Una de las bombas lacrimógenas afectó a una niña de 5 meses.
Según Luis Hernando Gamboa, presidente de la Junta de Acción Comunal del centro poblado Ranchadero, donde pasaron las cosas, la policía estuvo lanzando gases hacia los pequeños comercios y las casas. “Nos trataban a todos de guerrilleros, simplemente porque los campesinos de las veredas tenemos botas” y dijo además que en el ataque “nos mataron un ovejo”.
La confrontación se extendió hasta las 10:40 de la mañana, dejando 116 adultos y 17 menores de edad detenidos, de los cuales 22 adultos y 6 menores fueron heridos y debieron ser trasladados a Medicina Legal para la valoración médica. Del lado del Estado estaba el GOES, el ESMAD y el Ejército.
El Ejército avanzó haciendo una tenaza en colaboración con la Policía, recogiendo a la gente en un solo punto. A algunos les quitaron las ropas y los golpearon, cuando ya estaban rodeados y sin representar peligro alguno. Uno de los policías les gritaba “muévase hijueputa, que queremos partirlo acá” dice un joven de unos 25 años. A otros, el GOES les decían: “quietos hijueputas, si se mueven los matamos”.
Allí les robaron varias cosas. Según Carlos Mogollón, uno de los líderes, a él específicamente le quitaron sus celulares, 4 millones de pesos, una cámara, una grabadora y los documentos. “Se robaron todo lo que pudieron, los bolsos más ajados los rompieron a cuchillo”, nos dice. Varios habitantes cuentan que vieron como los soldados “se embolsillaban celulares y dinero”.
A una señora que filmó las golpizas “se le pararon encima del teléfono”. Los lugareños se solidarizaron y protestaron por los golpes y la detención de los manifestantes, por lo que también fueron agredidos. Finalmente, muchos de ellos fueron subidos a patadas a los camiones.
Los detenidos fueron trasladados al Batallón García Rovira, de Pamplona. No hubo legalizaciones de la captura, allí los amedrantaron, los interrogaban sin abogados, tratándolos de guerrilleros y exigiéndoles que dijeran “dónde están las armas”, que precisaran quién era el comandante. Según el diario La Opinión, les encontraron “14 bazucas”, y un militar dijo frente a los detenidos que habían hallado “90 cartuchos de fusil”.
Para pasar la noche les dieron solo 14 colchonetas, y dentro de una de ellas “había una bala encaletada” como denunciaron los detenidos ante la ONU y la Defensoría del Pueblo. A las 4 pm del sábado 4 de junio les anunciaron la liberación de todos los detenidos, que se hizo realidad 4 horas después, aunque sigue pesando sobre ellos la voluntad estatal de judicializarlos.
A la salida del Batallón, hicieron una marcha hasta el parque principal de Pamplona y gritaron sus consignas, recibidas por aplausos por la comunidad. Otro de los detenidos afirmaba que “yo no creo que sea delito que una persona salga a pedir que mejoren las vías, que mejoren la educación”.
Uno de ellos envió un mensaje al resto de la Minga pidiendo “mucha resistencia y mucha lucha”. Así, a punta de pata y fusil disolvieron el puesto de protesta de Berlín, pero el paro sigue en otros cien puntos. Y lo peor para ellos, el paro crece.
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