¿Para trabajar es necesario tener salud o para estar sano es indispensable el trabajo? Llevados por el concepto generalizado de que el débil no es capaz de realizar bien actividad alguna, nuestro medio colombiano le da más importancia a lo primero.
Al enfermo hombre de los esteros y riberas del Pacífico, las EPS lo atiborran de medicamentos paliativos. Los políticos se pelean auxilios presupuestales para crear centros de salud en zonas apartadas en donde no hay profesionales de la medicina para atenderlo. A la par, se programan gran cantidad de brigadas de salud con el propósito de levantarlo de su postración anímica, mas no le dan soporte alimentario.
De forma paradójica, cuando estas panaceas gubernamentales hacen el milagro de que este hombre se ponga de pie, muy pronto vuelve a caer ante la inactividad y escasez de medios económicos para llevar una vida digna. Esto nos lleva a pensar que generar empleo y trabajo surte mejor efecto que proporcionar salud, y que esta debe ser la última atendida, puesto que ella es una consecuencia lógica del bienestar de trabajar y producir ingresos.
Alivia más al pueblo el aprendizaje y puesta en práctica de las cosas laborables que la visita relámpago de los funcionarios del gobierno haciendo promesas de reformas a la salud que no se van a cumplir: "El pilar más importante de la reforma es la prevención y promoción de la salud. Para esto proponemos que se creen Centros de Atención Primaria (CAP), cada colombiano deberá afiliarse a uno. Allí podrán ser atendidos o los médicos irán a tu casa para que seas atendido”.
¿De qué le sirven al habitante del Pacifico estas reformas propuestas a la salud? De no mucho, porque a través de la historia en Colombia, cuando han mirado al Pacífico, lo han diagnosticado con el ojo clínico de observar indígenas y negros famélicos y enfermos. La panacea preventiva es fumigarlos contra el dengue; enviarles el medicamento para el paludismo; vacunarlos contra la viruela; o tenerlos a punta de antiparasitarios extraerles las lombrices. Este paliativo es poco efectivo, porque acostumbra al habitante del litoral a recibir cosas que no necesita, y lo condiciona al estado permanente de hacerse el enfermo.
No, al Pacífico hay que suministrarle medios de subsistencia. Esta es una etnia fuerte que se muere de melancolía por no sentirse útil, y se extingue por el murmullo de las cosas no cumplidas. Luego, si cambiamos su actitud, conseguiremos al menos que aprenda un oficio, esté ocupado, produzca, lleve el sustento al hogar y coma bien. Así, con toda seguridad, no será un enfermo.
El resultado positivo de capacitar en la región se verá reflejado en el individuo que talaba el bosque y se convierte en pequeño maderero; en la asesoría al pescador para que no desafíe el mar en frágiles embarcaciones y opte por laborar en grupos asociativos; en la instrucción al campesino para que cultive cacao y plátano, y deje la obsesión por volverse rico con la siembra de la mata de coca.
Un pueblo que trabaje bien nunca se enfermará. Y si ocurriese esto último por su condición biológica, tendría a la mano los recursos económicos necesarios para curarse. Esto nos lleva a pensar que generar empleo y trabajo surte mejor efecto que proporcionar salud, y que esta debe ser la última atendida, puesto que ella es una consecuencia lógica del bienestar de trabajar y producir ingresos.