Como de costumbre y con parafernalia muy “hoolywoodesca”; campantes se les vio llegar a los millonarios del mundo, encabezados por el presidente Trump, para escuchar lo mismo de siempre en la cincuentava edición del Foro Económico Mundial en la ciudad Helvética de Davos. Foro convertido hoy día en exclusivo “club” con reserva de admisión y altos costos, desde 60.000 hasta 600.000 euros vale la afiliación según la categoría del socio. Hasta allí ha llegado el profesor Klaus Schuaab, su infatigable fundador después de 50 años.
Ganó el Foro en importancia y en fondos para crear una nueva fundación en Coira; ¡Creció, felicitaciones! Lo paradójico es que, así mismo, en los últimos 50 años creció la inequidad en la humanidad y el calentamiento global. ¿Qué hacen por mejorar estos males los líderes políticos, sociales y académicos, luego de asistir, año tras año, a dicho Foro? ¿Sirve de algo un Foro que crece como la desigualdad en el mundo?
Igual que ayer, los poderosos escucharon sin inmutarse a algunos activistas y líderes sociales que se atrevieron -invitados y subsidiados por la Fundación de Schuaab- sin ambages y a “calzón quitado” a ratificarles que: la desigualdad y pobreza crece de forma desmedida en la mayoría de sus congéneres, sobre todo en aquellos que habitan los países del tercer mundo, subdesarrollados o en últimas rotulados “en vía de desarrollo”; golpeados también por el cambio climático.
De este grupo, incompresiblemente hace parte nuestra rica, biodiversa y generosa patria, como consecuencia, en gran medida, de la concentración de la riqueza en unos pocos, - poderosos banqueros, industriales, constructores, comerciantes -algunos de los mismos que, con artimañas, tributan muy por debajo de sus grandiosos dividendos, que no toman en serio el cuidado del medio ambiente y que aseguran, junto con los “sabios” economistas de turno, algunos legisladores y politiqueros de cada gobierno que: “la fórmula mágica” para incrementar el empleo en Colombia es recortar sus impuestos y bajar los salarios de sus empleados rasos.
De igual modo, impulsan leyes para que obligatoriamente el conglomerado –discretos empleados, desempleados, rebuscadores, cualquier tipo de independiente, “hasta el digno lustrabotas a quien hoy le escasea el calzado para embellecerlo”- tribute cuanto impuesto se inventan, igual a como lo pagaban los vasallos a su señor en la antigüedad.
Son 16 personas, según el informe de Credit Suisse, de 45 millones de habitantes en el país, con riqueza por encima de los 500 millones de dólares, sin fijarnos en el techo de las fortunas de los tres principales millonarios, los “cacaos”. ¡Absurdo! Qué bueno que existan los ricos; el sistema capitalista lo exige mientras agoniza. Pero que no se enriquezcan más a costillas del pobre, que el pobre dependa del rico ojalá, a cambio de un empleo bien remunerado. Que le cubra una sana alimentación, techo digno, salud de calidad, educación competitiva, descanso y esparcimiento … ¡Buen vivir! Es la “fórmula no mágica”, pero sí las más conveniente y práctica. Contribuirían no solo a reducir la pobreza y la brecha de la desigualdad de las que tanto se habla; disminuiría la injusticia social, la delincuencia, la insurgencia, el narcotráfico y la misma corrupción, de algún modo; pues los corruptos sea cual fuere su origen delictuoso, no hallarían “a la mano” a míseros incautos con sed y hambre para articular sus nefastos propósitos.
¿Tendremos más de lo mismo en Davos 2021?
