Hace un mes una noticia escandalizaba al mundo. Rusia reportaba 10 mil contagiados diarios. Era tan grave la situación que Putin vivía su primer bajonazo grave de popularidad en 20 años de mandato. Rusia tiene 144 millones de personas, tres veces más que la población de Colombia. Por eso los 3.141 contagiados del pasado jueves 18 de junio son igual de escandalosos. El gobierno Duque, en vez de cerrarlo todo, lo que hace es mantener su maldito día sin IVA e incentivar a una población ignorante, consumista, a aglomerarse y pelear por comprar televisores que no necesitan, computadores y celulares que usarán como plataforma para comprar otras cosas.
Mientras los parques están cerrados y no se ve cercano el día que vuelvan a abrir los teatros, los centros comerciales se abren para reactivar la economía. Se pone el himno nacional para hacer sentir patriotas a los compradores de ropa que amontonarán en un closet, como si fueran los heroicos obreros que removieron el grafito del techo de la planta nuclear de Chernobyl. Y como ellos también saldrán infectados, muchos morirán, en los videos se ven a muchas ancianas en bastón mirando pinturas para revitalizar sus raros peinados nuevos.
El 19 de junio será una fecha infausta para este país. Un gobierno completamente dominado por los grupos económicos, fanático del capitalismo salvaje, permitió aglomeraciones que no se veían desde hace meses. Ninguno de los países que están padeciendo el COVID ha permitido este tipo de eventos. Al menos en Latinoamérica no ha sucedido esto. Además cadenas como Falabella y Alkosto, que tuvieron cerca de cinco meses para preparar sus servidores, no pudieron atender a la clientela que quería aprovechar los descuentos vía internet. Algunos como Panamericana hicieron imperativa la presencia física de los compradores. Ellos tendrán las manos untadas de sangre.
Y para ellas, para estas cadenas de supermercados, no habrán sanciones, al contrario, vendrán más incentivos. El pueblo no sirve, la gente sólo está allí para comprar, para hacer más rico al empresario. Lo de hoy ha sido vergonzoso porque además no se tomó la única medida que garantizaba que el virus no se expandiera como lo está haciendo: cancelar o aplazar la fecha.
Pero no, al joven Duque lo tenían desesperados los empresarios. No nos cuidó. Y pensamos al principio de la cuarentena que el Estado volvería a tomar sus obligaciones con nosotros. Que habría una reflexión profunda sobre el fortalecimiento de la salud pública, de la redistribución del ingreso. Hubo un momento en donde la gente volvió los ojos a Harari, a los grandes pensadores contemporáneos. Decían que el mundo iba a cambiar, que el fútbol se iba a acabar, que el virus nos iba a ser mejores. Fue una ilusión que duró un mes. Acá estamos, infectados de hijueputez, de mezquindad y de ignorancia. Los colombianos de bien son sólo los que podemos ir a un supermercado a llenar un carrito. Sólo ellos tienen derecho a entrar al paraíso uribista. Nada cambió. Volvimos a perder todos.
Las cifras serán escalofriantes. Hoy es un día triste. Hoy no hay nada más desesperanzador que escuchar el himno nacional en un Alkosto de esos.