Cuando la pandemia empezaba a arreciar en el primer pico de mayo del año pasado logré el permiso para entrar a una de las UCI del hospital de El Tunal. La ocupación estaba en el 85%. Este es uno de los centros hospitalarios más grandes de Bogotá y en este momento su disponibilidad de camas UCI es casi nula. La ciudad está en alerta roja.
Las horas transcurridas allí permitieron percibir la angustia que se vive entre médicos, enfermeras y pacientes batallando todos contra el Covid, en ese momento aún más desconocido e inmanejable que hoy.
Eran las cuatro de la tarde de un martes de mayo de 2020. En una de las Unidades de Cuidados intensivos del Hospital del Tunal había tranquilidad. En ese momento nadie estaba corriendo. El personal médico y de enfermería iba aquí para allá; algunos llevaban medicamentos en sus manos, otros llevaban carpetas y documentos. Esa aparente calma era una gran mentira. Todos en esta sala vivían y hoy, un año después, siguen viviendo un corre-corre intenso. La adrenalina estaba elevada. En este lugar todos, absolutamente todos, están las 24 horas del día en una lucha intensa y agotadora contra la muerte, en especial los hombres y mujeres que descansan sin descansar en las camillas vestidas de color verde.
Para ese momento en la sala UCI-covid del Tunal a la que pudimos entrar había 14 pacientes infectados con el virus. La menor era una mujer de 27 años. Ella y los demás estaban graves. El sonar de los respiradores y el pitido de otras máquinas médicas era lo único que entorpecía el silencio del lugar. Ese silencio atemoriza. Era un silencio frío que se irrumpía con el ingreso y salida de pacientes. Aunque literalmente así no lo confirma el personal médico, ingresar como paciente a una sala UCI-covid es estar, en una alta probabilidad, más allá que acá.
No era la única sala UCI que hay en este hospital. Son tres pisos, en los que para ese momento había 75 camas para infectados con el pandémico virus. 58 estaban ocupadas. Hoy, en abril de 2021, solo hay 5 camas disponibles de las 84 que existen en el Tunal.
La ocupación Uci de este gran hospital, referente médico del sur de Bogotá, que abrió sus puertas en septiembre de 1990, está hoy en el 94%. Como casi toda la ciudad, está en alerta roja.
Aun cuando se ha ampliado su capacidad de atención, los números cuando se cruza por el tercer pico siguen siendo críticos. Una preocupación grave frente al aumento de los contagios que parecen imparables en Bogotá.
La muerte en este lugar y en casi todas las UCI-covid es una constante. El número de pacientes que sale de estas unidades con vida es bajo.
La enfermera jefe Fernanda Castañeda —quien nos atendió en ese momento— no recordaba el último día que un paciente de la unidad que dirige venció el virus. Horas antes de la visita, una mujer de 72 años había perdido su batalla contra el covid-19, y antes de ella, dos días atrás, un hombre que llevaba algo más de una semana interno se sumaba a la lista de fallecidos en medio de pandémico virus.
La enfermera Fernanda, una mujer de 30 años, pequeña en estatura y de ojos expresivos, explicaba que, debido a esta amplia mortalidad, y otras razones más, no es fácil ser parte del personal de la salud que lucha en medio de la pandemia.
“Es desgastante y sobre todo triste ver que los esfuerzos que hacemos para sacar adelante a nuestros pacientes no se vean reflejados en su evolución. Nos gustaría salvarlos a todos, pero ha sido una tarea difícil. Es frustraste ver que todo lo que tú haces se cae como un castillo de naipes en un segundo”, decía la enfermera jefe y confesaba que a veces quería “tirar la toalla”.
Cuando esto empezó, en abril de 2020, ella y el resto del personal, decían que ‘juntos derrotarían esta pandemia’, ‘que sería algo de un mes a lo mucho’, pero después de unos meses de intensa lucha contra el virus varios de la primera línea estaban agotados física y mentalmente. Al finalizar sus turnos solo querían salir corriendo del hospital y no saber nada más de covid, pandemias, UCIs. Fernanda quería irse para no volver.
Decía que no puede haber confianza en que la muerte por Covid está enfocada en llevarse a los adultos mayores. Y hoy, un año después, las evidencias de menores de edad hospitalizados lo confirman.
En su unidad también han muerto adultos jóvenes sin ninguna enfermedad que complicara su condición.
Ante el incremento de contagios y pacientes que se han complicado, en el Tunal se adecuaron otras salas como unidades de cuidados intensivos. Ya completaron 84 camas y los más seguro es que en pocos días se llenen al 100%
Fernanda explicaba que una cama en la sala no dura vacía ni siquiera un par de horas. Un paciente abandona su cama, principalmente por fallecimiento, y no pasan dos horas cuando ingresa otro covid de gravedad que necesita, ante todo, respiración mecánica para seguir viviendo. Eso no ha cambiado.
Algo que sí ha cambiado es el tiempo de permanencia de los pacientes en la unidad; hoy día, por la patología de los positivos covid, estos enfermos permanecen en la unidad hasta 20 días en una batalla que la gran mayoría de ellos está perdiendo.
Fernanda, quien también estaba cargada de miedos, como el de contagiar a su esposo, a su pequeña de dos años y miedo de morir, un año después sigue parada frente al cañón para evitar, una vez más, que el castillo de naipes se vuelva a caer.