En el Club el Nogal un iraní quería ponerme una burka

En el Club el Nogal un iraní quería ponerme una burka

Injusta salida de Julio César Ortiz de la presidencia del Nogal

Por: Daniel Emilio Mendoza
noviembre 04, 2014
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
En el Club el Nogal un iraní quería ponerme una burka

Si no cuento todo como fue, vuelven a indigestar al público con un embuchado de mentiras como ya sucedió el año pasado. Este relato, que adquiere su climax en una de las asambleas del club el Nogal, refleja en pequeño el caos democrático, que puede llegar a generar la manipulación de información falsa, obtenida por los medios de comunicación. Empiezo.

Hace ya unos meses todo estaba organizado como siempre: un salón pispo, las más de trescientas sillas alineadas, una tarima, encima de ella una mesa inmensa para la junta directiva y justo al lado un atril para el presidente del Club. Las sillas todas tan ocupadas que los socios se amontonaban contra la pared. Aquel salón era una caldera de consciencias sudorosas.

En la asamblea anual, no se elegía junta y por eso no dejaba de ser insólito el ambiente putrefacto que genera siempre el tufo politiquero. Extraño también el motín de aullidos y chiflidos, como de comuneros escandalosos, que protagonizaron algunos socios. Comandos entrenados con metralletas en la boca, que empezaron a disparar cuando se paró en el atril Julio Cesar Ortiz Gutierrez, presidente de la corporación, elegido durante un periodo de dos años y vuelto a elegir para otro más.

Muchos no entendían porque aquel cardumen voraz estaba despellejando a uno de los profesionales más prestigiosos del país, reconocido como uno de los pocos abogados constitucionalistas de talla mundial en el país, quien durante su primer periodo como presidente del Club el Nogal, entregó las obras que le quedaron grandes a sus predecesores, remodeló el gimnasio, construyó un café francés, un auditorio, un bar de deportes, un delicatesen, realizó foros con líderes políticos y empresariales, presidió encuentros académicos y sociales, es decir, un presidente que proyectó el Club mucho más allá del vapor del baño turco. Precisamente todos esos logros le valieron una reelección arrasadora. ¿Qué fue entonces lo que provocó su salida?

Al doctor Ortiz, una fracción diminuta del club le organizó aquella encerrona, aprovechando dos hechos coyunturales que nada tenían que ver con su administración: La defensa que asumió como abogado del Alcalde Gustavo Petro y la asesoría jurídica que prestó en el caso de Interbolsa. Era de esperarse, Petro a nadie le caía bien en ese club y por otra parte, en el Nogal, a más de uno terminaron cayéndole los ladrillos de Interbolsa.

Aquel pelotón de la asamblea fue adoctrinado por un exsuperintendente arbitrario y un iraní que llegó al club a picarselas de talibán. Estos dos personajes utilizan el clima mediático que generan los dos procesos que atendía el doctor Ortiz, quien como abogado tiene que vivir de lo que sabe, para envenenar de mentiras los medios y así instigar en su contra a un grupo de socios, manipulandolos como manipulan los políticos a las masas, todo con el fin de solventar intereses personales.

Para encontrarle a los hechos sus razones, debemos remontarnos a otra asamblea. Aquella en la que el club eligió a Ortiz por primera vez. Allí sucedió un hecho sin precedentes.

En la tarima de siempre se paró un ingeniero civil muy prestante y reconocido,Felipe Ardila, quien denunció, micrófono en mano, previa exposición técnica documentada al milimetro, sobrecostos en las obras del Spa por diez mil millones de pesos.

Una tajada tan grande como las que reparten los caciques regionales en las entidades estatales. Esa bacteria se llama corrupción, como ven el virus está en todas partes. El presidente del club para ese momento era el doctor Jorge Gómez Cusnir, presidente del Hospital San José, a quien obviamente no le gustó para nada la denuncia, ni mucho menos lo que contestó la sociedad de ingenieros en la auditoría que realizó de las obras: "Claro que hubo sobrecostos" dijeron, muchos y gigantescos, pudieron ser mayores pero imposible saber cuánto, porque el desorden fue tal que no se supo por donde nos metieron los goles.

Tampoco le gustó al doctor Cusnir, que yo me haya atrevido a decir en una carta a la junta, que hubo un "carrusel criminal y defraudatorio", hecho que me recuerda entre plañidos en todas las asambleas, a lo que no me he cansado de repetirle que pudo haber sido durante su administración, pero que no estoy diciendo que haya sido él. Puedo dar fe incluso, que miembros de junta de la época como Patricia Orozco, Otto Sholl, Efrain Fierro y Victor Medellin, estuvieron siempre preocupados y dispusieron de todos sus esfuerzos para que esta hecatombe no ocurriera, pero ellos venían de un renglón minoritario, la administración y la gerencia hacían lo que querían, cuando escuchaban obedecían otras voces, los contratos volaban como gavilanes y el desgobierno generó el caos que tiró la obra a un hoyo negro.

No se sienta aludido, le dije a Cusnir, en un carrusel cabe mucha gente, desde contratistas y empleados hasta miembros de junta. El carrusel de la corrupción es surrealista, en el pueden girar entre los caballitos, también lagartos, cerdos y sapos.

Con el Spa del Club hicieron lo mismo que han hecho nuestros gobernantes con las carreteras y los puentes, que además de robárselas, las dejan mal hechas. El Spa era una coladera, le chorreaba agua por todo lado, las baldosas quedaron mal pegadas, los techos y paredes en ruinas, ese monumento al descanso parecía la tenebrosa casa Usher.

Y por eso fue que el Club, en una elección devastadora, decidió elegir y reelegir a una persona reconocida por su integridad: El Doctor Julio Cesar Ortiz Gutierrez. Quien puso en orden la casa. Gobernó con carácter, impidió las malas prácticas y arrojó resultados como no lo había hecho ninguna administración.

Lo que pasa es que Ortiz, a la junta, no llegó sólo.

Llegaron a ella Pedran Fanian, el Iraní, Jairo Rubio Escobar, el exsuperintendente de industria y comercio y Jairo Iván Ramírez, que se hace nombrar miembro de la junta directiva olvidándose de contarle a la asamblea un detallito: Que le tenía metida al club una demanda por muchísimos miles de millones de pesos. La ley lo obligaba en su calidad de administrador, a declarar este conflicto de intereses que debía conocer la asamblea antes de su nombramiento, pero se quedó callado. Este señor menudo, de bigote, con pinta de Mario Bross, que ha llegado a tratarme de comunista a grito herido en los pasillos del club, le esconde su impedimento también a la junta y se hace nombrar en el comité de seguridad, que es el conoce toda la información respecto del objeto de su demanda, pues según él, el club es el responsable de la bomba que hizo estallar la guerrilla y que casi nos lo tumba hace ya varios años.

Rubio, Fanian y Ramirez desde que llegaron a la junta no sólo se declararon en abierta oposición al presidente, sino que iniciaron una labor de desprestigio personal en su contra que terminó desbordando las paredes del club y llegó hasta los medios de comunicación. Los noticieros publicaron cartas suscritas por el Iraní y un reconocido director de un noticiero, al indagársele que de donde había sacado una información, respondió por escrito que mejor le preguntaran al superintendente Jairo Rubio.

Los medios dijeron que Julio Cesar Ortiz estaba aspirando a la Corte Constitucional y que cabildeando la campaña, se había dedicado a regar carnets de cortesía entre los magistrados de las altas cortes. En aquella asamblea pestilente, entre el barullo de chillidos, quedó demostrado no sólo que Ortiz jamás había aspirado a magistratura alguna, sino que vigentes quedaban solo 2 carnets, cuando las demás administraciones no solo habían repartido centenas sino que habían hecho socios honorarios, a dedo limpio, a Fernando Botero y Martha Senn, violando los estatutos  que exigen que sea la asamblea de accionistas la que regale esos honores y no el presidente del club cuando quiera echarse un lambetazo.

Una venerable anciana del combo de indignados por el libre ejercicio profesional del Doctor Ortiz, hizo una pataleta al aire en una reconocida emisora, afirmando que el presidente había cometido una ilegalidad al aprobar la ejecución de una maratón, hecho que fue desvirtuado también, pues la carrera no tenía nada que ver con el Club, el doctor Ortiz no firmó el contrato, sino la presidenta de la fundación anexa al Club. La carrera igual se llevó a cabo. Fue todo un éxito, se recaudó una cantidad de plata.

El 1,2, 3 de un noticiero, cual chispa farandulera, se atrevió a decir que el doctor Ortiz había llevado a Petro al club a catar vinos y que un grupo de señoras lo había sacado a carterazos. Nada más falso. Petro estuvo alguna vez en un congreso pero jamás fue invitado por el doctor Ortiz, aunque tenía todo el derecho de hacerlo. En una sociedad tolerante y civilizada, desprovista de fierras rapaces, nadie lo habría censurado.

Llegaron a decir que Ortiz, por cuenta del Club, le había regalado a Petro un colegió, cuando el mentado plantel público venía siendo patrocinado desde mucho antes de su nombramiento y la subvención no había sido dada por el club, sino por la ya mencionada fundación.

Infamias y calumnias soterradas, filtradas en los medios de comunicación aprovechando la cercanía con las emisoras y noticieros que tenían algunos socios del club. Escritos sin nombre repletos de falsedades, papeles manchados de mentiras, toda esta basura especulativa, empezó a circular por el club Nogal días antes de la asamblea en la que un grupo de socios, que se trajo un ejercito de invitados a que hicieran bulla, terminó provocando la renuncia de la junta para así decapitar al presidente, todo por ser el abogado del alcalde, porque ni siquiera en su afán de desprestigió pudieron decir que se hubiera robado un peso.

Precisamente ese fue el malestar que generó el doctor Ortiz y su grupo en la junta. Julio Cesar Ortiz no se dejó manosear. Los miembros de junta disidentes casi despescuezan a uno de sus colegas de plancha, cuando se filtró un correo en el que decía, que no estaba de acuerdo en que se hiciera lobby en los pasillos para gestionar y conseguir contratos. Yo mismo me gané el rencor de Pedran Fanian, de Rubio, Ramírez y su gallada, por preguntar. Por preguntar pendejadas: Que si a los socios nos iba a tocar hacer vaca para pagarle la demanda Ramírez (cuyo antecedente arrastraría las demás), que qué pasaba con toda esa información del comité de seguridad que era el objeto principal de la demanda y que estaba en manos precisamente de este miembro de junta, que si era cierto que un informe de auditoría había dicho que el gerente estaba dándole información de los precios de las ofertas a los proponentes y ect y ect...y ect y ect. La piedra del Iraní conmigo ha llegado a ser tan grande, que terminó escribiéndole a la junta que yo era un escritor oscuro cuyas palabras reflejan mis obsesiones y que además de perverso e indeseable, tengo comportamientos “raros”… mejor dicho, este extremista iraní quería ponerme encima una burka.

Al salir Ortiz, toma el timón Santiago Perdomo, presidente de Colpatria. Su integridad y transparencia lo pusieron en la cuspide del Banco en el que empezó como subgerente de oficina y en el que lleva más de 30 años. Perdomo es un profesional ético y responsable como la mayoría de los socios del club, que se han ganado lo que tienen por su esfuerzo y perseverancia y no por lo que representan sus apellidos, o por el caldo de hongos en su pasado genético.

El doctor Perdomo es como el club y su gente: emprendedores hombres de negocios, ejecutivos exitosos, profesionales brillantes, artistas talentosos; los socios del Nogal no son arribistas embalsamados que pretenden ser hijos de monarcas…o de sultanes. En general el socio del club el Nogal es un demócrata, por eso es que una inmensa mayoría no está de acuerdo, hoy en día, con lo que sucedió en aquella asamblea fatídica, y por eso es que la nueva junta cerró filas y se solidarizó con el doctor Perdomo, cuando Fanian y Rubio quisieron hacerle la misma emboscada que le hicieron a Julio Cesar Ortiz.

El Exsuperintendente Jairo Rubio en la junta se había dedicado a negar la entrada de socios guiado por sus caprichos, no por nada fue denunciado por la presidenta de la empresa de energía de Bogotá, por haber impedido el ingreso de su secretaria general, quien tenía una hoja de vida intachable, pero como a Rubio le echaron a su mejor amigo de la entidad, a través de Fanian su suplente, hizo que a la secretaria general le negaran la entrada. Perdomo, ya de presidente, consideró antidemocrática su actitud y no lo apoyó.

Por otra parte Rubio cometió una ilegalidad pues en esta nueva junta no podía haberse hecho nombrar. Eso dice un juez civil que antes de que entraran a paro, decretó la suspensión de su cargo como miembro de junta. Y aquí, en este punto, si le voy a pedir al Procurador que deje el rosario a un lado y atienda.

Resulta que Rubio, ejerciendo de superintendente de industria y comercio era a su vez socio del club, y su calidad de socio, la había obtenido por ser beneficiario de una acción empresarial en calidad de ASESOR JURÍDICO y  a  nadie le puede sonar que un superintendente de INDUSTRIA y COMERCIO en ejercicio, al mismo tiempo pueda estar contratado por alguna empresa y mucho menos recibiendo dadivas como el uso de un club y el pago de la cuota de manejo con sus consumos.

Uno de los que quedaron ofendidos por la injusticia cometida con Ortiz, fue precisamente el dueño de la empresa que le había dado el carnet a Rubio, que decidió sacarlo de la acción como beneficiario, es decir, Rubio se hizo nombrar en la junta sin tener la autorización del titular de la acción como lo exigen los estatutos, pero además, si las cuentas no me fallan, alcanzó a estar en la junta unos días sin ni siquiera ser socio del club, porque después, a punta de maromas logró que otra acción le hiciera el campito. Por estas razones es que el juzgado 27 civil del circuito, le acaba de anular el nombramiento. Esto, obviamente, valorado por alguien tan estricto como Perdomo, formado en la rigidez normativa del sector bancario, tampoco podía ser pasado por alto, ni mucho menos patrocinado.

Las razones de Pedran Fanian para detestar y querer hacerle el cajón a Perdomo, son incluso más mezquinas. Resulta que a la junta directiva del Nogal llegó un gran jurista muy reconocido en los despachos, el doctor Bernardo Henao Jaramillo, uno de esos abogados avezados que si saben por dónde es que escuren las goteras. Henao, se dedicó a vigilar muy cuidadosamente los procesos contractuales y a revisar las ofertas y sus montos. En ejercicio de su labor depuradora, lo primero que hizo fue estudiar una a una la cantidad de falencias que tenía la empresa de seguridad en el club, ponerlas en el papel y así logró terminar por justa causa al contrato con la empresa de seguridad, sin que el Club pagara un solo peso.

Había entonces que nombrar otra empresa de seguridad, es decir, se venía un contrato multimillonario, se evaluaron varias empresas y el comité encargado seleccionó dos de ellas, una  varios millones de pesos arriba que la otra, la junta escogió como es lógico y cómo lo propuso el doctor Henao, la más barata. Pedran Fanian que durante todo el proceso de selección quiso que se eligiera la más cara, terminó tan ardido que los miembros de la junta siguieron recibiendo cartas suyas durante meses, en las que pataleaba para que cambiaran la decisión. ¿Y qué quería el Iraní? ¿Qué Perdomo accediera a sus caprichos? ¿Qué escogiera la más alta habiendo una más bajita? Pero no solamente eso, es que no podía hacerse otra vez el procedimiento como pretendía Fanian, porque si no, el Club se hubiera quedado sin celador y le hubiera tocado a Perdomo ponerse el gorro, amarrar el perro y pararse a cuidar en la entrada, pues el contrato de seguridad con la entidad saliente estaba a unos días de finalizar.

Estas son las razones por las cuales estos dos miembros de junta directiva, aprovechando un accidente industrial que sucedió en el club, retomaron con Perdomo las mismas tácticas que usaron con Julio Cesar Ortiz, y es por eso que decidí sentarme frente al computador a pasar la noche, que ahora se empieza a convertir en la mañana, logrando entender que lo sucedido en el Nogal, refleja la realidad de un pueblo confundido por sus actores políticos.

No tengo ni he tenido ningún tipo de negocio con el doctor Ortiz, jamás he trabajado en su buffet de abogados, jamás he recibido un poder por su referencia, ni tengo nada que ver con Petro ni con Interbolsa como andan ya cotorreando muchas voces chismosas. Nada, más allá de la injusta carnicería moral que pude presenciar con quien fuera el mejor profesor que tuve en la universidad, me motiva a escribir estas líneas.

Decidí contarlo todo y como es, precisamente porque ya andaban algunos periodistas desinformados, que querían publicar un par de mamarrachos que habrían de caerle encima a Perdomo, el nuevo presidente. También lo hago porque este Iraní y este superintendente, renunciaron a la junta pretendiendo que los demás miembros lo hicieran, para así llevarse otra cabeza sensata que no se dejó mangonear por sus deseos.

Decido firmarlo porque no acostumbro a usar a mis colegas para que publiquen mis verdades, esas por las cuales debo ser yo quien responda, y porque considero infames y cobardes todos esos anónimos mentirosos, que circularon en la época en que hicieron lo que hicieron con mi profesor de derecho constitucional, el doctor Julio Cesar Ortiz Gutiérrez, a quien traté de defender aquella noche de la asamblea en que yo andaba recién operado, con el estómago cosido de lado a lado, sentado en una silla de ruedas y lidiando con esa turba escandalosa que no atendía razones.

Lo que sucedió conmigo esa noche es bien chistoso y es el inicio de la segunda parte de esta historia, que no ha terminado.

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