"Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad"— Joseph Goebbels
En un lugar muy lejano, en la época de la segunda guerra mundial, el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich Nazi Joseph Göbbels, alguna vez afirmó: «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad» y lo convirtió en el Principio de orquestación.
Esta idea redunda en la cabeza, como el tableteo de un redoblante, ante el cuento de doble-pensar —a lo George Orwell en 1984— de que la Masacre de las bananeras fue un "mito histórico" recreado por Gabriel García Márquez, en sus relatos de Cien años de Soledad y en sus memorias Vivir para contarla.
Así no hayan sido miles los muertos, así fueran 9, como los puntos del Decreto de Cortés Vargas, con la Masacre de las bananeras y la economía enclave de las multinacionales de la fruta, se consolidaría este poder de las élites, violento, corrupto y corrompido, implacable con la diferencia, de raigambre antisindical, rentista, segregador y resistente al cambio, que aún perdura en muchos espacios.
Este principio de la orquestación sigue vivo. La culebra del golpe blando de la manipulación mediática, de los mensajes comerciales subliminales, del mercadeo y de la contaminación publicitaria, de la pérdida de la intimidad, del fetichismo político, de las mentiras, del miedo, del tapen tapen, de las redes comunitarias eufemísticamente llamadas sociales, de la elasticidad ética, del mirar para otro lado, todos los días se mezclan, se repiten, se confunden con la realidad, que en el caribe parece que supera a la ficción, en los distintos escenarios a los que el ser humano, o el individuo, más bien, se enfrenta desde el momento en que abre sus ojos para empezar el día y adquiere un uso de razón de ser, impuesto por la rentabilidad del consumismo mediático, la inmediatez, la cosidad y el placer.
¿Esto es lo que nos espera a carta cabal? El fascismo, la segregación, el racismo, la discriminación y una especie de apartheid para quienes sean considerados de la “narrativa comunista”. Las masacres, la violencia, la arbitrariedad, la estigmatización, la desigualdad, injusticia e inequidad, han sido útiles para los poderes hegemónicos, que a través de la limpieza estratégica, sea por represión o por cooptación, han eliminado a todo lo que huela a diferencia para mantener los intereses particulares y privilegios de estas élites que nos han dominado desde la independencia. La matanza de las bananeras sí existió y sus consecuencias aún las padecemos en el Caribe. La sangre derramada de los huelguistas está en el alma de quienes reivindicamos las justas luchas de los trabajadores, está en la esencia de quienes siempre le apostamos a la vida; hace parte de nuestra materia prima.