El dragón es gobernante del tiempo y del agua y habita ríos y pantanos. O es un monstruo temible que escupe fuego en un escenario desértico. Es un animal sin alas que puede volar, o una criatura alada que nunca planeara por los cielos. La presencia del dragón es símbolo de prosperidad y riquezas. O es un ominoso signo de desgracia del que sólo el más osado héroe nos puede proteger.
Todo depende. Como sucede con muchos otros símbolos culturales, el significado de este extraño animal mitológico oscila entre dos polos opuestos dependiendo si se le mira desde una perspectiva oriental u occidental. Cada cultura que haya estado en algún momento bajo la influencia China concibe al dragón como un animal mágico y hermoso. En oriente, este animal de lomo escamado es símbolo de prosperidad y poder. Quienes nazcan bajo su influencia según el calendario chino tendrán riqueza, sabiduría y salud. Un budista o taoísta que alcanza la perfección asciende al cielo sobre el lomo de un dragón. El guerrero samurái se enfrentaba a la batalla con la imagen del dragón grabada en su armadura.
Orientales y occidentales podrán ponerse de acuerdo al menos en una cosa: este animal no existe. Pero, según las culturas orientales ha dejado un descendiente sobre la tierra, o mejor, en sus aguas. Se trata de la arawana, un pez que tiene bigotes y gruesas escamas parecidas a las del dragón y que además se desplaza con un movimiento sinuoso que recuerda a los modelos hechos de papel y bambú exhibidos en desfiles de las celebraciones chinas de año nuevo. Por esto la arawana se ha convertido en un amuleto de buena suerte y prosperidad que todos quieren tener nadando en su pecera y esta costumbre ha elevado la demanda hasta tal punto que ha puesto a esta familia de peces en peligro de extinción, haciendo casi imposible conseguirlas en Asia.
Para nuestra fortuna en los ríos amazónicos de Perú, Brasil y Colombia se dan la arawana azul y la plateada. Y afortunadamente, el grupo de zootecnistas de la Asociación de Acuicultores del Caquetá (ACUICA) ha desarrollado un sistema de reproducción en cautiverio que permite proteger la especie de la caza indiscriminada. Es un negocio ganar – ganar. Gana el medio ambiente: 250 arawanas ocupan un espacio de un cuarto de hectárea, un territorio de extensión mucho menor que el que se necesita para tener ganado. Para cultivar este pez se debe proteger el recurso hídrico y los árboles que le dan sombra al estanque; estanque que se debe limpiar a mano lo que reduce la contaminación causada por el uso de productos químicos. Además, el macho de esta especie protegida no pierde la vida cuando entrega las cerca de 70 larvas que ha incubado en su boca durante 45 días, con lo cual población de arawanas es estable y va en aumento.
Ganan los 145 productores ubicados en Caquetá y Putumayo: sólo tienen que aportar su trabajo pues ACUICA pone los 550 machos juveniles de arawana que se necesitan para empezar la producción, el chinchorro para la pesca, el concentrado para alimentar los peces, y asesoría técnica permanente. Cuando cada macho debidamente marcado con micro chip suelta las larvas, ACUICA viene por ellas y paga al productor entre 1500 y 2500 pesos por larva. Esto representa para las comunidades no sólo una entrada fija y estable, suficiente para mantener a la familia, si no también un negocio más rentable que el producción de cachama.
Por último, ganan los acuicultores de ACUICA: profesionales que cumplieron su sueño de hacer la región productiva de manera sostenible, inquietos investigadores que encontraron la forma de estudiar en profundidad a una especie, y expertos conocedores que ahora pueden transmitir su conocimiento y prestar su asesoría a muchos acuicultores de la región.
Así se ve la cría en cautiverio promovida por ACUICA.