Alguna vez se pensó que el siglo XXI iba a estar dominado por maquinas despiadadas que andarían seguras por las ruinas de ciudades devastadas. Esta distopía, acrecentada en las décadas del setenta y el ochenta por el miedo atómico, le ha dado paso al optimismo. La revolución de internet, a mediados de los noventa, fue eficaz a la hora de fomentar el ambientalismo. El nivel de vida ha subido y la religión cada vez es menos necesaria. En su libro ¿Por qué el ateísmo reemplazará a la religión?, el biopsicólogo Nigel Barber explica por qué los ateos son mayoría en los países desarrollados “Los ateos son más bien personas con formación superior, urbanos, altamente concentrados en los Estados social-demócratas de Europa, de tal modo, el ateísmo crece en las condiciones de bienestar, cuando la mayoría de la gente se siente económicamente segura”.
Esta sensación de bienestar y el alto nivel educativo que se está alcanzando a pesar de la crisis económicas, presagian que, para el 2041, el ateísmo habrá estrangulado a las religiones. Hasta el momento la teoría de Nigel Barber está en entredicho: Tan sólo el 13 por ciento de la humanidad no cree en dioses.