El ajuste realizado al trabajo de la mesa de conversaciones de paz entre el gobierno del presidente Santos y las Farc, ha modificado sustancialmente el ambiente de escepticismo de los meses recientes en donde asistimos a un nuevo círculo virtuoso en que los integrantes del diálogo (Gobierno y Farc) se retroalimentan y oxigenan. En gran medida el consenso alcanzado refleja las grandes ventajas de la exclusión de las esferas gubernamentales de Pinzón, el que fue encargado del Ministerio de Defensa, quien operó como ficha fatal del sabotaje ultraderechista al proceso de paz, hasta el punto de arriesgarlo, colocándolo al borde del abismo y la disolución.
En toda esta reestructuración hay que entender un asunto básico. La mesa de La Habana fue conformada y organizada con un objetivo central: acabar con la guerra y establecer las condiciones fundamentales de la paz, que no son diferentes a los temas de la agenda acordada y los procedimientos de su legitimación democrática.
Atribuirle otras intenciones a dicho instrumento es un despiste, como por ejemplo pretender que de la misma se derive una “revolución socialista” merced a lo que finalmente se pacte. Claro que pactar la paz, dadas las terribles consecuencias de la violencia, es todo un salto revolucionario para la sociedad y la nación, y una manera de generar mejores condiciones para luchar por la eliminación del neoliberalismo depredador. Por ahora, suficiente con que nos sacudamos la camarilla violenta y sanguinaria que ha hecho de la muerte su principal negocio, que es el ABC del protagonismo de la ultraderecha paramilitar uribista.
No tengo la menor duda del gran salto dado con los ajustes metodológicos para agilizar los acuerdos temáticos, con un trabajo permanente y simultaneo, descartando el sistema de ciclos, y materializar rápidamente el desescalamiento del conflicto. Dentro de cuatro meses (en noviembre), un mundo de tiempo, se evaluará la marcha de las negociaciones para determinar su posible renovación, “sin más indicadores que respetar la tregua y mostrar avances”, como lo señala con bastante acierto Mario Morales en su página web. Agrega el analista que se le bajó la presión a la mesa en lo que queda de año, se zafó al uribismo, se aireó las elecciones de octubre y se salvó temporalmente el proceso.
No le queda espacio al truco politiquero uribista de concentraciones extemporáneas y verificaciones amañadas para sabotear el desescalamiento como lo plantea de manera contumaz C. H. Trujillo en sus delirantes columnas.
La facción ultraderechista del jefe paramilitar antioqueño ha derivado en un sujeto energúmeno que reparte golpes a la topa tolondra. Le quieren hacer creer al país que el desescalamiento es inútil. Sin embargo, basta con mirar las cifras de la tregua realizada por las Farc durante cinco meses (entre diciembre de 2014 y mayo de 2015). Son contundentes. Las cito de manera escueta para que saquemos las lecciones y procedamos en consecuencia. Me valgo en estos datos de los importantes estudios de Ariel Ávila y Jorge Restrepo, este ultimo del Cerac.
- En el 2014 y en los primeros cinco meses del 2015 ocurrió un hecho fabuloso que nadie quiso difundir y apreciar. Si se comparan los muertos y heridos de la Fuerza Pública del 2013 con los del 2014 se puede observar que la cifra disminuyó en mil miembros de las Fuerzas Militares y de Policía afectados en su integridad física o muertos. También hubo 14.000 desplazados menos en la población civil. El país se ahorró 15 mil víctimas. Esto sin contar las muertes de guerrilleros revolucionarios que se evitaron.
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En el 2015, el cese unilateral de las Farc mostró cifras aún más importantes. Entre muertos y heridos, ya sea de miembros de la fuerza pública o miembros de grupos guerrilleros, se logró evitar la muerte o lesiones a cerca de 600 colombianos.
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Para 2015 el total de heridos entre enero y abril fue de 620, en ese mismo periodo de 2014 la cifra llegó a 706. La reducción fue del 12 %.
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Al comparar los primeros cuatro meses del 2015 con los primeros 4 meses del 2014 se dio una reducción del 47 %. Murieron 61 militares.
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Las cifras también muestran una reducción de guerrilleros muertos. Entre enero y abril de 2014 murieron 107 guerrilleros y en 2015 fueron 51, es decir una reducción del 52 %.
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Antes de la negociación las Farc y las Fuerzas Militares hacían entre 180 y 200 acciones mes. Durante la tregua se bajó a un promedio de 20. El avance fue espectacular.
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Según cifras consolidadas por Ávila, durante los seis meses del cese unilateral de las FARC, las acciones armadas se redujeron en un 90 %. Pasaron de 1.200 a 180.
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Se pasó de posibles 895 acciones armadas, que se realizaron en promedio en los primeros cinco meses del año 2011 a 91 acciones en los cinco meses de tregua entre finales de 2014 y 2015. Es decir, se presentó una reducción cercana al 90%.
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En cuanto a desplazamiento forzado la mejoría fue importante. En el 2012 fueron desplazadas 89100 personas; en el 2013, 89200; en el 2014, 66100; y en el 2015, 2841.
Así las cosas, los datos anteriores permiten hacer a varios expertos cuatro conclusiones.
La primera es que la tregua sí funcionó: redujo la intensidad de la confrontación en cerca del 90 %. La segunda conclusión, es que la fuerza pública continuó operando, es decir, aquella versión sobre un cese bilateral por debajo de la mesa se cae. La tercera conclusión que se saca del análisis de la tregua es que a pesar de las 12 acciones violatorias se comprueba que las Farc no solo cumplieron la tregua en un alto porcentaje sino que, además, no se encontró un parámetro sistemático de desobediencia por parte de los frentes de las Farc. Es decir, no existe indicio que indique que las Farc están desunidas o que algunos frentes estarían en contra del proceso.
Y una última conclusión, la más importante, es que el desescalamiento de la confrontación tiene una repercusión directa en la vida humana, que disminuye las víctimas y alivia la situación en las regiones del conflicto.
Sin embargo, la ruptura de la tregua por parte de las Farc fue muy mala, ya que el cese al fuego durante cinco meses permitió que el país viviera su momento más pacífico en los últimos treinta años.
Muchas veces, y es lo que facilita la manipulación uribista, desde las ciudades no se aprecia realmente el alivio que produjo la tregua, pero los sectores rurales que viven en carne propia el conflicto sí saben lo significativo que fueron estos últimos meses, en centenares de municipios y veredas.
Lo más importante, lo más trascendental de las treguas y de la reducción del conflicto es la disminución de muertos y heridos de la fuerza pública o de los guerrilleros y, sobre todo, de la población civil inerme, la disminución de los desplazados, la disminución de las víctimas, en fin. Nadie calcula esto. Nadie le pone atención a la vida que es lo más importante. Los opositores ultraderechistas a las negociaciones de paz siempre ponen el ojo en cualquier acción violatoria de la tregua y quienes defienden las negociaciones y el desescalamiento raras veces hacen una ponderación del ahorro en vidas humanas.
Las negociaciones de paz y el desescalamiento del conflicto han dado sus frutos. El costo de volver a la confrontación es grande y desastroso para la vida humana.
Con estas importantes cifras y tendencias debe la Mesa de La Habana adelantar una gran campaña pedagógica de la paz por toda la sociedad y con el apoyo de los medios de comunicación.
Hay que convertir en un hecho la iniciativa de depositar un voto de apoyo a la paz en las elecciones del 25 de octubre. Es una excelente oportunidad para demostrar la legitimación del proceso y el rechazo a los opositores de los diálogos y las negociaciones que se adelantan en Cuba.