El Comité Central del Partido Comunista Colombiano ha presentado un documento de discusión preliminar para una coyuntura de cambio, “la necesidad de un cambio de rumbo en la vida nacional”, con el propósito de esclarecer las ideas sobre la coyuntura política actual, para establecer dónde estamos ubicados y determinar las tendencias más sobresalientes hacia dónde vamos.
Estamos haciendo abstracción de lo que sería la coyuntura económica que tiene que ver con la discusión del proyecto de programa que se dará en la próxima conferencia nacional convocada para el mes de octubre, es decir, cuatro meses antes de las elecciones para Congreso, cuyos resultados definirán, en gran medida, la suerte de las elecciones presidenciales.
Lo anterior teniendo en cuenta “los pasos de la derecha y del imperialismo para impedir la llegada de nuevos gobiernos democráticos”, tal como lo muestra la experiencia de las últimas décadas en América Latina.
La gran preocupación es qué vamos a hacer con el gobierno de Gustavo Petro en el 2022. Ni siquiera la preocupación es perder las elecciones, porque de cualquier manera seguiremos luchando por la democracia, sean las condiciones que fueren en los nuevos escenarios de la confrontación política, pero sin una clara definición programática es toda una aventura teórica y política para el partido comunista colombiano.
Lo primero que tendríamos que hacer, supuestas unas mayorías en el Congreso, sería organizar la economía informal y por ahí derecho organizar a los trabajadores en grandes sindicatos y cooperativas por ramas industriales. Sin la base social de un movimiento organizado de los trabajadores es imposible asegurar la viabilidad y sostenibilidad de una revolución democrática.
Lo segundo es depurar las Fuerzas Armadas, el Ejército, la Policía y los Cuerpos de Seguridad del Estado. Sin esta transformación es imposible sostener el poder contra el embate del imperialismo norteamericano y de los gobiernos de las transnacionales europeas.
En tercer lugar hay que competir con los medios de comunicación de la burguesía. El Estado y las organizaciones civiles y gremiales democráticas tienen que saber competir con la radio y la televisión del establecimiento burgués. Si no se gana la pelea democrática en los medios de comunicación, es muy difícil asegurar la continuidad de un proyecto democrático.
En cuarto lugar hay que tener unas prioridades fundamentales en el nuevo modelo de desarrollo, en el Plan Nacional de Desarrollo y el Presupuesto Nacional, de conformidad con una nueva reforma tributaria estructural, progresista, equitativa, democrática y popular.
Sin un programa claro con respecto a las prioridades en materia de economía social, economía privada y economía cooperativa, y sus relaciones mutuas, es imposible sostener el mercado de la revolución democrática.
Aquí radica la importancia de la Conferencia Nacional de Programa, a realizarse en octubre de este año, escenario donde tenemos que definir nuestra propuesta programática para el gobierno del Pacto Histórico, sin esperar a que otros movimientos políticos nos tracen la ruta programática, porque de esta definición depende el futuro político de nuestra propuesta democrática socialista.
En quinto lugar viene la reforma a la justicia y al sistema político electoral. Sin un sistema judicial independiente y soberano es impensable sostener una revolución democrática. Lo mismo se puede decir del sistema electoral. Sin un Consejo Nacional Electoral independiente y soberano, con autonomía administrativa y financiera, y elegido por el voto popular, es imposible mantener una democracia socialista.
Para cumplir estas tareas democráticas hace falta, desde luego, incidir en la correlación de fuerzas a favor del cambio democrático. Sin la correlación de fuerzas favorables en el Congreso, en los medios de comunicación, en el arte y la cultura y en la educación, es muy difícil desarrollar la revolución democrática. Hay que conquistar la hegemonía cultural, política, económica y moral para poder sostener en el tiempo un gobierno democrático y popular.
Por último, aquí los numerales no tienen importancia porque el proyecto democrático es estructural. El gobierno del Pacto Histórico tiene que ser el más avanzado de los gobiernos latinoamericanos, es decir, tiene que ser el adalid de la integración latinoamericana en sus aspectos económicos, políticos, sociales y culturales, teniendo en cuenta que sin la autonomía e independencia de la América Latina en su conjunto, es muy difícil sostener en el tiempo un proyecto democrático popular en la región.