La fila para entrar al Show de Suso es interminable. Una cadena de gente le da la vuelta al teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín como a la entrada de una misa de sanación. Es martes 25 de septiembre, un día laboral, pero eso les importa poco a las decenas de personas que han mandado hasta a la abuelita para que les guarde un puesto. Martha Zapata, una mujer de 50 años, llegó a las cuatro de la tarde con una “gallada” de 15 personas venidas de Barrio Nuevo. Aunque faltan cuatro horas para que inicie la presentación, doña Martha está angustiada pues su hijo no ha logrado salir del trabajo y puede perderse el show.
–Ojalá no se me vaya a matar en esa moto por el afán de llegar –dice doña Martha.
El personaje de Suso nació hace 12 años en un pueblo de fantasías antioqueñas llamado Tutucán, situado a las afueras de Medellín. Fue allí donde Suso comenzó a opacar las presentaciones de los otros personajes: el bobo del pueblo, la chismosa, el primo montañero, la loca, el cura, el barbero, etc. Necesitaban un lustrabotas vago que hiciera reír a la gente con chistes básicos, sin tantas pretensiones. Algo sencillo que les hiciera olvidar la realidad de sus vidas. El ajuar de Suso era muy simple: sombrero desvencijado, ojeras pintadas bajo los ojos, sonrisa mueca, camisa fluorescente, saco a cuadros, pantalón remangado, medias de diferente color, zapatos blancos y una caja de embolar. Ocho años, fines de semana y hasta días festivos caminó convertido en su personaje por aquellos 33 mil metros cuadrados de pura idiosincrasia paisa.
Son las seis de la tarde, han pasado dos horas y una manilla que le da la entrada al teatro rodea la muñeca derecha de doña Martha, quien señala con el dedo el nombre de su hijo en una lista. Sus quince acompañantes sirven de testigos de que su primogénito viene en camino. Martha le ruega a la joven del staff que le entregue la manilla de su hijo: “No es para venderla, él no demora en llegar. Yo se la guardo”.
El Show de Suso ha tomado tanta fuerza que las manillas de entrada son gratis pero solo se entregan a quien aparezca en la lista. Para asistir la gente debe enviar un correo con sus datos y esperar un que les informa la fecha de la función en la que han quedado apuntados. El año pasado hubo un mes en el que la producción no dio abasto, llegaron más de 5.000 correos en una sola semana y el teatro solo cuenta con 900 butacas.
Dany Alejandro Hoyos ha llegado en taxi. Entra por la puerta de atrás y aunque la fila de personas llega hasta aquel lugar, nadie lo reconoce y pasa inadvertido. Alejandro es Suso y Suso es Alejandro, son dos en uno: una suerte de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. De hecho, cuando llamé a su jefe de prensa tuvimos un altercado. Ella afirmó que quien me atendería después de la función sería Suso y no Alejandro. Yo no entendí. Solo atiné a decir que era mejor que canceláramos el encuentro.
Suso empezó a cosechar fama después de su aparición en Telemedellín. Germán Carvajal, director del canal, vio al personaje en Tutucán y lo invitó a participar en el programa Bueno es mejor. El lustrabotas comenzó a dar las entradas a los entrevistados, y aunque aparecía menos de cinco minutos al aire, se robaba el show. Empezaron a llegar cartas al buzón del televidente pidiendo que Suso saliera más. Sus dichos se escuchaban en las calles de Medellín: “¡Ah, qué caja!”, “¡Chisgui, chisgui!”, “¡El que lo entendió lo entendió!”, “¡Interesante pero discutible!”, “¡Cómo fuera parce!”, “¡Cascumen, cascumen!”.
El hijo de doña Martha llega corriendo a la fila con un casco de moto en sus manos: “bendición mamá”, dice con voz agitada. Cientos de personas van entrando, pero de pronto se detiene el ingreso. Un hombre seguido por una veintena de niños le pide el “inmenso” favor a uno de los porteros de que le diga cómo pueden tomarse una foto con Suso. Los pequeños son voluntarios de la policía infantil de la Estación Candelaria.
–Ellos viene con ese sueño, se lo hemos prometido, ¿te imaginas la ilusión?, dice el hombre con voz ronca .
Al notar el éxito que tenía en los cinco minutos que aparecía, las directivas del Telemedellín decidieron crear un programa solo para él. Montaron un formato amigable y familiar: un monologo de 10 minutos de entrada y una entrevista de veinte minutos con un personaje influyente de Antioquia. No pasaron muchos meses del año 2009 para que El Show de Suso superara a los demás programas en la parrilla del fin de semana. En los primeros 65 capítulos emitidos en Telemedellín, lograron llegar a la sorprendente cifra de 17 puntos de rating: cerca de 139.090 hogares veían el programa, más de medio millón de personas “tirando caja”.
Quería entrar al camerino de Alejandro, pero me dijeron que no se podía, porque estaba en un rito de concentración para meterse en el cuerpo y el alma de Suso. Muchos años atrás, en el barrio Santa Cruz, comuna nororiental de Medellín, Alejandro era un niño intrépido que corría por aquellas calles de bombillos amarillos buscando quién era el “muñeco” de turno. Sin miedo, él y sus amigos se acercaban al muerto para verificar que no era algún vecino del sector.
Pero un sábado 3 de mayo de 1996 Alejandro descubriría la eternidad de la muerte, que se lleva a los amigos para siempre. Beny, su mejor amigo, le dijo que lo esperara un momento pues iba a hacer un mandado al barrio vecino. Pasados un par de minutos, Alejandro escuchó varios disparos. La noticia se propagó con los gritos incurables de la memoria: “¡Matarón a Beny, matarón a Beny!”, exclamaba la gente. Los dos tenían 13 años.
Santa Cruz se volvió invivible y la familia tuvo que mudarse al barrio Buenos Aires. La tristeza y el miedo cambiaron su rutina. Se convirtió en un adolecente huraño, con amigos mucho mayores que él. Además, se volvió adicto a la televisión nacional. Aún hoy puede cantar los jingles completos de “la chiva de Ariel”, “quipitos, quipitos”, y recitar de memoria los personajes de novelas y series como Guajira, Hombres, Cartas de amor, De pies a cabeza, Vuelo secreto, Yo soy Betty la fea y Café.
A Suso, casualmente, el libretista Fernando Gaitán le comenzaría a seguir los pasos. Pero Gaitán, hoy vicepresidente de contenidos del Canal RCN, no tenía ni idea del proceso que había tenido el programa: El show de Suso había empezado en un estudio de Telemedellín con 14 personas en el público –amigos y hasta transeúntes–, luego pasaron al auditorio del Tránsito y saltaron a los de la Biblioteca Pública Piloto y la Biblioteca de Belén, hasta que tuvieron que inventar el sistema de entradas por internet en el teatro Tobón Uribe. El verdadero impacto masivo lo descubrirían los productores el día en que el comediante llenó el Parque de los Deseos en un evento llamado Humor City, transmitido por Teleantioquia, y al que asistieron más de 12 mil personas.
Doña Martha se ha sentado en las primeras butacas del teatro. A su lado los niños del barrio, las mamás y su hijo se preparan para que empiece el show. Se oye la voz del personaje y de inmediato empiezan las carcajadas. Entre toda la gente, soy el único que no se ríe. Muchos de sus apuntes están llenos de lugares comunes: “Eso me decían anoche”, “Se aplican restricciones”, “Está más subvalorado que…”, etc. Suso llena su presentación con refranes flojos que, sin embargo, le llegan al público: “si anoche la embarraste con tu mejor amigo, tranquila: el arma es la sonrisa”, “si no tienes plata y andas sin trabajo recuerda, el arma es la sonrisa”, “si te encuentras 80 millones, los devuelves y te dan 20 mil de propina, tranquilo: el arma es la sonrisa”.
Alejandro y la cotidianidad de su vida ha alimentado los monólogos que narra su otro yo, Suso. Después del bachillerato empezó a trabajar en la Funeraria Medellín, lugar propio para absorber las historias de la gente. Allí ganó su primer sueldo, 8 mil pesos por servicio. En esa Medellín, donde había entre tres y cinco asesinatos semanales, el trabajo no escaseaba. Un año y medio después, Yesid Rendón, el cura del pueblo de Tutucán, vio una puesta en escena de Alejandro y lo llamó para que hiciera el casting del embolador del pueblo. Los 40 mil pesos del primer sueldo que Alejandro recibió en Tutucán los usó en pagar la matrícula de Comunicación Social en la Fundación Universitaria del Oriente. Su segundo sueldo fue para comprar un reproductor de videos VHS a plazos y poder grabar todos los programas que no podía ver los fines de semana. También grababa sus series preferidas: Friends y Seinfield,entre otras.
Alguien golpea el espaldar de mi butaca en el teatro. Al voltear sorprendo a un adolecente de poco menos de 16 años. Ríe a carcajadas, y por su rostro bajan lágrimas. Mientras tanto, en la platea, dos niños se toman el estómago y sus papás sonríen al verlos tan contentos. En aquel momento advierto la verdadera grandeza de Suso para su público. Se trata de un personaje que no dice groserías y recurre a bromas con el cuerpo, como un payaso de circo clásico.
En aquel instante, como diría aquella canción de Gardel que cantaba mi mamá a voz en cuello, noto que “aquel payaso, con sus muecas y su risa exagerada, nos invita, camaradas, a gozar del carnaval”.
Tal vez Fernando Gaitán percibió todo lo anterior y consideró que Suso podía cubrir el prime time de los domingos en el Canal RCN, la franja de televisión más vista por los colombianos. Suso era un personaje que podía entrar a los hogares sin prohibiciones. Pero el negocio no fue fácil, las directivas de Telemedellín y Gaitán maduraron la idea durante ocho meses. El acuerdo fue trabajar en equipo: Telemedellín hacía la producción y postproducción del programa, y RCN Televisión se encargaría de realizar la preproducción (invitados) y transmisión en simultánea por los dos canales.
Los buenos resultados no se hicieron esperar. De las 47 emisiones que han salido al aire en RCN, 33 capítulos han ocupado el horario de 8 p.m. a 9 p.m. Suso se ha dado el lujo de tener una decena de invitados que cualquier periodista hubiese querido tener: Antanas Mockus, Juan Lozano, Alonso Salazar, Joe Arroyo (QEPD), Sergio Fajardo, Willie Colón y Gilberto Santa Rosa, entre otros. El capítulo más exitoso fue en el que entrevistó a Endry Cardeño, la reconocida actriz de la comunidad LGBT. Aquel domingo lograron 17 puntos de rating por hogares nacional, un récord.
Terminado el show, la gente vuelve a armar otra larga fila a la entrada del teatro para esperar a Suso y tomarse una foto con él. Los niños de la estación Candelaria cumplen su sueño. Doña Martha no lo hace porque es tarde para regresar a su barrio. Varios papás compran algún suvenir de Suso: tazas con su imagen, la caja de embolar en miniatura, el afiche, la agenda o la camiseta. Camino al camerino sigo sus pasos y le pregunto: “¿Alejandro, cómo te fue hoy?”. Él no responde. Sigue siendo Suso. “Ya le ofrecieron un tisto al periosdista”, dice caminando con los pies torcidos.
Alejandro, contrario a Suso, hace pocos chistes. Cuenta que un día fue amenazado de secuestro porque hay quienes piensan que se ha hecho millonario. Dice que abandonó su licenciatura en Lengua Castellana en octavo semestre en la Universidad de Antioquia, porque se cansó de los paros. Recuerda que ahora lo acompañan los libros y muy poco la televisión. En medio de la conversación, cita a varios autores clásicos.
–No me gusta la música que hace Arjona, se esfuerza tanto para parecer intelectual. Como diría Nietzsche: “algunos para parecer profundos les gusta enturbiar el agua”, Arjona enturbia el agua –sentencia Alejandro.
Cuando entró a Telemedellín, Alejandro montó una empresa de entretenimiento cultural llamada Te Creo. Su equipo de cazatalentos y producciones ha visitado medio país y otros lugares del mundo con el montaje teatral Tirando Caja I y II. Los guiones no los hace solo, se esmera en darle crédito a su compañero de trabajo, Carlos Andrés Gallón: “un creativo que le encanta andar en bus, porque se da cuenta de lo que está pasando en la verdadera ciudad”.
Alejandro ha sido tan bueno manejando un perfil bajo que muy pocos lo reconocen en la calle. Mientras la cuenta en twitter de @susoelpaspi tiene 1.164.750 seguidores, su cuenta personal @AlegandroHoyos no alcanza los 1.500. Se puso ‘Alegandro’ porque dicen que alega mucho por minucias, pero él afirma que es por su desmadre de buscar la perfección en el trabajo. Que el sonido salga bien, que lo guíen por el apuntador, que la producción no llegue tarde. Aunque sabe que hay muchos críticos de su programa, trata de entenderlos pero no de complacerlos. Una de las personas más cercanas a él le ha sugerido que Suso deje de ser tan popular, tan básico, tan “mañé”; sin embargo, Alejandro solo atina a responder:
–Ella, como muchos, debe darle gracias a Dios porque es privilegiada por haber tenido una educación integral. Pero es que hay millones de jóvenes y niños en Colombia a quienes les es muy difícil alegrarles el rato con una obra o “tiro” de Stanislavsky. Suso morirá siendo popular.
Twitter autor: @PachoEscobar