Esta semana, tras la firma de los Acuerdos de Paz, hubo en las redes sociales, y luego en los medios de comunicación tradicionales, un video de un “abuso de autoridad que prohibía el acceso de la prensa al evento”. Se veía en el a un hombre, Daniel Garay, que le explicaba de buena manera a una señora periodista, fuera del plano, que no podía ingresar al evento, que solo era para prensa oficial. Esta le señalaba que entonces dejara entrar al compañero “que era de Semana”. “!Menos¡” responde el hombre que decide alejarse. Ella pregunta “¿toca hablar con el Presidente?” y de repente el hombre se da cuenta que lo están grabando, pierde la compostura y manotea para impedir la grabación y el celular cae al suelo, mientras el que graba, el de Semana, dice “no estoy grabando”.
Varios editoriales y notas, incluyendo uno de El Espectador y otro de Hassam Nassar de La FM de RCN fueron dedicados al tema y el video rodó por las redes, como ya dije, incluso con el teléfono del hombre Daniel Garay, al que supongo que por la virtud de nuestra pasión característica, terminaron amenazándolo, porque cuando yo lo llamé, ya el teléfono estaba deshabilitado.
Y digo que lo llamé, porque yo conocí a ese señor, Daniel Garay, pues estuve en Cartagena en ese evento. De hecho intenté, como los del video, intentar a ese evento, una celebración litúrgica, a la que, en efecto, no había ingreso para la prensa nacional e internacional toda –solo podían entrar y eso hasta las escalinatas los de los gobiernos invitados- y que fue transmitida en directo por Señal Institucional. La diferencia es que yo no insistí para entrar ahí, ni me puse a decir que iba a llamar al Presidente para que me entraran, en un velado “ud no sabe quién soy yo.”
Llamé a Daniel, porque lo reconocí en el video. Ese Daniel, del que dicen que es parte del órgano de censura del gobierno, fue el que nos llevó a los periodistas al corral de prensa del evento grande de la firma. Incluso supe que había corrido en medio de la lluvia para permitir el ingreso de Yolanda Ruiz de RCN (vea la ironía) y de al equipo de Rafael Poveda, aun en medio del evento de la firma.
Lo llamé, no para amenazarlo, sino porque quería escuchar su versión de los hechos, pues en ningún lado escuché algo más que la opinión sobre lo que decía el video, sugiriendo que era una política oficial de censura, pero nunca buscando la otra versión.
Yo no tengo los contactos para conseguir ese número y aunque no justifico que a uno le manoteen para quitarle el celular, tampoco veo por qué por una escaramuza de esta clase, en medio de los 32ºC de la Cartagena del mediodía y con el uso hostil de una grabación de parte del colega, hay tanta carga. Las instituciones que grabaron (o graban) periodistas, que amenazan o intimidan, que desinforman, francamente no las veo representadas en este señor Daniel Garay.
Yo creo, humildemente, que nosotros los medios también somos parte de este conflicto que está terminando y que también, como los actores armados que acaban de firmar, debemos comenzar a desmovilizarnos. Comenzar a escuchar al otro. A procurar más que la confrontación, el entendimiento. A pensar que más vender noticias para tener audiencia y por tanto pauta, nuestra tarea debe ser por la información con contenidos y con muchos puntos de vista –no solo los que nos gustan-, por el encuentro y no por el escándalo, y sobre todo, por el combate a tantas cosas que no van bien en el poder y en los gobernados. Y siempre, siempre, dándole voz al otro, así no nos guste lo que haya hecho o dicho.