El cinco de octubre del 2013 Stefan Medina fue el primero de los jugadores en llegar a la concentración de la Selección Colombia en Barranquilla. El equipo jugaría contra Chile la carta definitiva para sellar su clasificación al mundial. El defensa del Atlético Nacional estaba ansioso por jugar ese partido, muy a pesar de la andanada de críticas por parte de la prensa en su desempeño como lateral derecho en la derrota contra Uruguay, una paliza que fue excesiva. De buenas a primeras había pasado de ser un futbolista promedio, con la capacidad de ser lateral o volante-lateral, según lo decidiera Pekerman, un atleta maduro y seguro para sus escasos 21 años, a ser el principal culpable de los tres minutos en los cuales los charrúas le ganaron el encuentro a la tricolor. Su nombre y figura se convirtió en la inspiración de memes y frases como “Medina tenía más nervios que una libra de carne de $1.000”.
Claro que ahora no tenía nervios y más bien ganas de revancha. Su trayectoria no lo mostraba precisamente como un tronco: fue titular de la selección Antioquía en las categorías Sub 13, sub 14, sub 15 y sub 16. Al pasar a la Sub 17 fue llamado para jugar con la Selección Colombia que clasificaría a las semi-finales del mundial de aquella categoría en Nigeria 2009. Un año después se le presentaría la gran oportunidad de debutar como profesional en el club de sus amores. El panameño Román Torres, quien en ese entonces era el líder de la zaga verdolaga, llegó tarde de unos compromisos que tenía con la selección de su país. Como castigo, el técnico Santiago Escobar lo envío al banco de los suplentes y puso en su lugar al jovencito que había demostrado en todo su proceso juvenil, no sólo que tenía las condiciones de un grande, sino que poseía la mentalidad y la disciplina que tanto se exige en esta epoca.
Aunque pocos días después Torres fue indultado y volvió a su posición habitual, su debut impresionó a Escobar. Tanto así, que en el 2011 con apenas 18 años de edad, Medina jugaría 28 partidos en la liga nacional, constituyéndose desde ese momento y hasta hoy, dos años después, en titular indiscutible de su equipo. Fechas en las cuales ninguno de los comentaristas nacionales hablaba mal del risos de oro, por lo contrario: lo sacaron figura en ciertos encuentros.
Es raro ver en el fútbol mundial a un defensa que tenga tan buena técnica como aquel muchacho nacido en Envigado. Esto se explica porque en sus orígenes empezó siendo volante creativo. Fue gracias a la sugerencia del profesor y formador de futbolistas, Felipe Merino, que Stefan se convirtió en zaguero central. Tenía apenas 13 años. Una vez se hizo pieza clave del Nacional sus entrenadores lo fueron moviendo más hacia la banda derecha, en donde cada domingo y gracias a sus temerarias proyecciones al ataque, ha hecho vibrar a la hinchada verdolaga. Es inevitable no compararlo con Chonto Herrera, Diego León Osorio o Camilo Zuñiga, ídolos indiscutidos que cubrieron esa misma banda y vistieron esa camiseta.
El gimnasio está solo y Stefan comienza a ejercitarse. Los periodistas están afuera, rondando como tiburones el hotel donde estará concentrada la Selección esa semana. Trata de alejarse de ellos, no pensar en nada malo, ni siquiera en el dolor intenso que irradia el muslo de su pierna izquierda. Se ejercita e intenta olvidar los cánticos de los fanáticos uruguayos que colmaron aquel 11 de septiembre las gradas del estadio Centenario de Montevideo.
Aquella fue una fría noche de finales de invierno en donde el joven de Envigado hacía su debut como inicialista en un partido de eliminatoria mundialista. Periodistas como Carlos Antonio Vélez, quienes con la llegada de Pekerman habían perdido injerencia dentro del equipo nacional, criticaban sobremanera al argentino por haber puesto a “Frodo” -como atrevidamente bautizó Vélez a Medina- de titular en ese difícil y trascendental encuentro. Su sola convocatoria ya había levantado polémica. RCN lanzó toda una campaña de desestabilización y de descrédito contra Pekerman, afirmando, entre otras cosas, que Pascual Lezcano, su yerno y representante, era el que hacía la formación del equipo. Según Vélez y sus esbirros, el interés que tenía Pekerman era el de alinear a Medina para poder venderlo al Pescara de Italia. Claro, cuando un jugador es llamado a representar a su país su valor sube inmediatamente. En los años oscuros en dónde Colombia no le ganaba a nadie estas sociedades entre representantes y seleccionadores eran comunes. Durante días flotó la noticia hasta que el diario El Tiempo la desmintió por completo.
En el primer tiempo, Medina se había desempeñado correctamente. Podía decirse que lo peor había pasado. Todo iba bien hasta que llegaron los tres minutos fatales donde Colombia perdió el partido. Inmediatamente el dedo acusador recayó sobre el debutante. No importaba que Cuadrado de una manera irresponsable hubiera perdido la pelota saliendo por la mitad del campo, propiciando el contragolpe charrúa y el posterior cabezazo de Cavani. Ni mucho menos que al experimentado Yepes le hubieran pesado los años en el segundo gol uruguayo. La culpa de haber postergado la clasificación una fecha más recaía en el joven lateral antioqueño.
La semana previa al encuentro con Chile fue especial para Stefan. Corrió a tope desde el primer día sin importarle que el golpe que había sufrido en el partido contra Junior el 31 de agosto, empezara a mortificarlo. A pesar de no estar en plenitud de condiciones Pekerman lo confirmó como titular contra Chile. El jugador sintió que la noticia lo curaba de todos los dolores y le dijo que sí al reto. El muchacho no tenía la culpa de que en el país no hubiera otro lateral mejor para reemplazar a Camilo Zuñiga.
El dolor, la humedad, Alexis Sánchez, la presión del público hicieron que Stefan Medina tuviera los peores 45 minutos de su vida. En el entretiempo fue reemplazado y desde el banco tuvo que ver como Colombia conseguía la clasificación a Brasil remontando un partido imposible. Para la opinión pública nacional, la Selección había jugado tan bien ese segundo tiempo no por que Chile hubiera quemado toda su energía en la primera parte, o porque el árbitro hubiera echado a un jugador rival y mucho menos porque hubiera pitado un penal contra James Rodríguez que nunca existió, no señores; Colombia había podido igualar el marcador solo porque Medina había abandonado la cancha.
Desde los días en que se atacaba a Víctor Hugo Aristizabal no habíamos visto una campaña de desprestigio de esa magnitud contra jugador alguno. En las redes sociales, en la prensa y en la radio su nombre se convirtió en sinónimo de tronco o de paquete. Fue un absoluto matoneo. Muchos pensaron que si carrera terminaría para siempre. Lo más normal es que al volver a su equipo le hubiera pedido a Juan Carlos Osorio que lo dejara descansar una fecha, sacarse la mala energía de esos infaustos días, poder pensar mejor las cosas, huir del país…¿porqué no?. Pero nada de eso sucedió, al contrario, una semana después fue la figura de su equipo en el clásico que los verdes le ganaron al DIM por dos tantos contra cero.
Su nivel, lejos de decaer, continúa en ascenso. Por eso es que Pekerman, en contra de la opinión deportiva, lo ha vuelto a llamar para los próximos partidos amistosos que realizará Colombia contra Bélgica y Holanda. El técnico sabe y le gusta trabajar con jóvenes, por algo fue tres veces campeón del mundo con Argentina en la categoría sub-20. Él sabe que es vital para el desarrollo de un futbolista juvenil la confianza, el apoyo que se le pueda brindar. Por un partido no se puede descalificar a nadie. Aunque los colombianos somos expertos en acabar con nuestros propios compatriotas. Stefan Medina tiene la calidad y sobre todo la mentalidad para revertir esta situación. Lo demostrado en las últimas fechas con su equipo. Con Camilo Zuñiga recuperado sus esperanzas de ser titular son mínimas, pero Pekerman –un veterano en el tema- lo tiene como una alternativa real, tangible, en una de las posiciones más complicadas y exigentes del fútbol: la de lateral derecho.