En defensa de la lectura (II)
Opinión

En defensa de la lectura (II)

Noticias de la otra orilla

Por:
mayo 02, 2015
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Yo creo que en este país estamos de alguna forma incapacitados para el diálogo debido a nuestra pobreza lectora.

Debe haber alguna no tan oculta conexión entre el consagrado oficio nacional de matarnos unos a otros y escupirnos la cara por cualquier cosa, con esa incapacidad de poder hallar en la lectura la experiencia de un diálogo sustancial que es primero con uno mismo; con el autor, con los personajes; con los editores, el prologuista, los reseñistas, en fin… con el mundo o los mundos del libro.

No tengo dudas de que la lectura nos prepara para la experiencia dialógica que es primero personal y después con los otros. Lograr entablar ese diálogo es alcanzar la mejor conversación que podamos imaginar. En los libros están las claves de ese diálogo que es fundamental para movernos en la vida y para entendernos con nuestra propia conciencia. En ellos están todos los conflictos y todas las soluciones porque ellos mismos han leído en el espejo de nuestra propia vida. De eso están hechos.

Pero ese desprecio por los libros, o la pretensión de reducir la lectura a su expediente más pragmático y utilitario, es estar definitivamente ciego y no saber hacia dónde es que debe caminar una sociedad civilizada.

Algo que no es en realidad nada  extraño debe estar ocurriendo al interior del proceso de enseñanza–aprendizaje especialmente en nuestros colegios colombianos.

He dicho, y lo he escrito ya en otras ocasiones, que creo que el desapego por la lectura, y casi que el desprecio por el conocimiento y por lo que el otro es y piensa, está fundado en un dramático   y abismal divorcio entre educación y cultura en el país. Su crisis lectora es una extensión de la crisis de la educación. Y a la visconversa. No en vano nuestra Ministra de Educación tiene una opinión tan precaria de los educadores. Eso no es otra cosa que una prueba fehaciente de lo que realmente importa; porque no solo es un problema del gremio, sino de la educación misma en una sociedad guerrerista y mezquina como esta.

Si los contenidos curriculares de la educación estuvieran mejor y más penetrados de contenidos culturales seguramente los maestros serían los mejores formadores de público para la cultura. Y la cultura la verdadera cantera de los hombres de paz que el país necesita.

Pero no. Ojalá fuera así. Con ese concepto en que se tiene a los educadores, a la educación y a la cultura en los más importantes estamentos de la sociedad colombiana, no debe extrañarnos que los maestros no sólo no sean los primeros formadores de público para la cultura sino los primeros ahuyentadores de público para la cultura y para la misma educación, inclusive.

Que Fecode me diga que no. Que me corrija si no es cierto que la tremenda precariedad de la calidad de la educación colombiana no radica en la disfunción que en la educación colombiana existe entre educación y cultura; entre lectura y conocimiento; entre arte y calidad académica; entre ética educativa y profesorado; entre profesores y lectura y escritura e investigación; en fin… Fecode parece que no leyera su propia revista.

¿Que la culpa sea por tanto de los sueldos miserables que un gremio tan importante ha tenido históricamente en este país? Una respuesta en sana lógica debería decir que sí. Es probable que ese sea un enorme factor de desestimulación y de la destrucción de la dignidad. No es ninguna locura pensar que mantener la educación en ese estado de postración y de inoperancia pueda ser también un propósito de los que quieren que el país no cambie. Cuidado. Nada de raro tiene. Pero yo no estoy seguro. La cosa es quizá es mucho más compleja.

Recuerdo en Sincé al patriarca de nuestra educación don Pedro Espinosa, maestro de mi padre, con quien de adolescente llegué a tener una entrañable amistad mediada por los pequeños poemas que yo le mostraba mientras él me dejaba husmear en una vitrina que tenía por modesta biblioteca, contándome un día cómo las rentas departamentales del Bolívar de entonces pagaba a los maestros con cantaros de ron que ellos debían ir entonces a negociar en estancos y garitos de mala muerte para poder comer.

De allá viene ese desprecio por la educación y sus maestros. Esa es la consideración en la que siempre han estado el oficio y sus oficiantes. Y por lo que vemos las cosas no es que hayan cambiado mucho.

¡Que la lectura nos salve!

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Ciudad al fondo de Monique Facuseh

Ciudad al fondo de Monique Facuseh

Recuerdos de un encuentro y un diálogo

Recuerdos de un encuentro y un diálogo

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--