Todos los días somos bombardeados con mentiras. Hay mentiras blancas, que se usan para lubricar las relaciones sociales; las hay jocosas, que se elaboran para jugarles bromas a los amigos; las hay profundas a nivel cognitivo, que son las que se fabrican y emplean para perjudicar a los demás, etc. Es un universo tan vasto y un recurso tan utilizado, que alguna superintendencia debería encargarse de velar por su reglamentación, no solo para incluirlas en la canasta familiar, sino para determinar unas normas mínimas de calidad para quienes las fabriquen y distribuyan. El problema es que de su reglamentación nacería la inevitabilidad de pagar IVA por su uso.
Seamos claros, una mentira solo es mentira cuando el que la recibe decide creerla. Si a mí un comercial me dice que usando un determinado desodorante voy a ser un tipo muy exitoso con las damas rubias de 31 a 36 años, pues soy yo quien decido creerla o no y proceder a adquirir ese mágico producto.
Pero son las otras, las mentiras que se fabrican para tapar otras mentiras; las que deberían tener un mínimo de calidad, no solo para hacerlas creíbles, sino por respeto al destinatario de las mismas.
Una cosa es que me ofrezcan un producto comercial milagroso. Otra muy diferente, que se orqueste una red de embustes de muy baja calidad para tratar de reversar un hecho cierto e irrefutable.
En este eterno juego no se ahorran esfuerzos por fomentar el engaño. Incluso, ahora parece que son los programas de humor los que están vendiendo la línea editorial de las cadenas radiales.
Uno de los analistas de radio, que también funge como humorista en las tardes; persona de voz grave y hablar pausado como para acentuar la importancia de sus conceptos o del guion del programa de humor, manifestó el pasado viernes que los cambios al acuerdo deben ser proporcionales a la diferencia de votos del plebiscito. Sorprendente chiste, pero no lo dijo en el programa de la tarde. Lo expuso con su acostumbrada seriedad en la sección de análisis de la mañana. O sea, que ahora la democracia se debe adaptar a los porcentajes de las elecciones y no al deseo expresado por la mitad más uno de los votantes.
Sorprendente chiste, ahora la democracia se debe adaptar
a los porcentajes de las elecciones y no al deseo expresado
por la mitad más uno de los votantes
Esto podría ser solo un mal chiste. Todos están presionando a los representantes del No para que cedan en sus posiciones, en lugar de presionar a la guerrilla para que entienda que el mandato del plebiscito de octubre es renegociar el acuerdo. Y en la búsqueda de dicho cometido hacen lo que se les da la gana. Pero, por favor, traten de mejorar estas mentiras, para que no parezcan un insulto a la inteligencia de los demás. Van unos pocos ejemplos de una lista que sería interminable:
- Si quiere se lo escribo en piedra, doctor Mockus; durante mi mandato no va a haber más impuestos;
- La paz es un derecho contra mayoritario;
- Los medios de comunicación somos totalmente independientes del gobierno;
- El déficit fiscal no tiene nada que ver con la corrupción. Se debe exclusivamente a la caída de los precios del petróleo;
- Con la firma del acuerdo se acabaron el narcotráfico, la extorsión y la minería ilegal;
- Con el mico tributo (pariente del mono tributo), los tenderos van a aumentar sus ingresos;
- La reforma tributaria no busca tapar el hueco fiscal;
- Las marchas realizadas después del dos de octubre para presionar el acuerdo no han contado con financiación del gobierno. Todo se ha conseguido con donaciones de particulares;
- Los 6 500 indígenas del Cauca dejaron sus casas y sus cultivos para venirse a Bogotá por sus propios medios y con sus propios recursos a apoyar la implementación de los acuerdos.
Queda claro que no hay tres actores en la mesa de negociaciones. Son solo dos. Por un lado, el pueblo colombiano que dijo mayoritariamente No a los acuerdos; y por el otro lado tenemos a las Farc y al gobierno, actuando de consuno para defender una negociación rechazada por esa mayoría. Si ello no es así, ¿cómo explicar entonces que el presidente Santos haya ordenado un “cese al fuego bilateral”? Una de las partes en conflicto puede acordar un cese de fuego con la otra parte; pero para ordenarlo necesitaría tener mando sobre las decisiones de su adversario.
Esta mala yunta ahora pretende desconocer el resultado electoral que ella misma promovió, exigiendo que todos los demás, incluyendo a la comunidad internacional, aceptemos que ellos mismos se sienten a puerta cerrada a ver qué tipo de maquillaje le pueden hacer a su fallida negociación. Eso sí, desde ya advierte el gobierno, actuando como vocero de las Farc, que ese grupo terrorista no va a aceptar algunas de las exigencias de los opositores al acuerdo. O sea, que avisan antes de viajar que llegan derrotados a la mesa de negociaciones.
Ese no fue el mandato que se les dio el pasado dos de octubre. El mensaje fue claro: su acuerdo fue rechazado por la mayoría democrática de los colombianos y, gústeles o no, se tienen que sentar a renegociar todos los puntos del mismo. Si de entrada saben que van a fracasar, pues admítanlo y dejen que otros lo hagan.
Posdata: ¿serán capaces los dueños de los medios de comunicación de hacer públicos todos sus contratos para apoyar la campaña por el Sí?