Impacta la cruda reacción que suscitó -en términos de incredulidad, de horror- el resumen de latrocinios adosados al calenturiento, tempestuoso, enlodado, punible, explosivo, período de muerte comprendido entre el 2002 y 2010, ver link: https://www.blogger.com/blog/post/edit/6552531000687034993/3997534732078843839 que complemento con las masacres de: San Roque (1996); La Granja (1996); El Aro (1997); el homicidio (1998) del abogado defensor de los DH, Jesús María Valle; las 6.402 víctimas (cifra provisional) de los ‘falsos positivos’ registrados por la JEP, (2002 y 2008), jóvenes que al decir del innombrable “no estaban propiamente cogiendo café”.
Guarismos adicionados con 4.154 casos que no aparecen documentados por la Fiscalía, ni por el Centro de Memoria Histórica; supuesto soportado por las bases de datos de la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ); Comité de Solidaridad con los Presos Políticos; Coordinación Colombia-Europa-Estados Unidos; Colectivo de Abogados, José Alvear Restrepo (Cajar). Impía etapa tenida como la más brutal, cruel, desalmada, monstruosa, sangrienta en la que se cometieron infinidad de delitos de ‘lesa humanidad’, según la C.S.J.
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La organización Human Rights Watch registró en los primeros seis meses del año en curso, 77 asesinados de defensores de derechos humanos y líderes sociales. Para Indepaz son hasta ayer (viernes) 92 los líderes asesinados; 22 excombatientes (Farc); 53 masacres que dejaron 160 víctimas. Tras la firma del acuerdo de paz, un total de 1.206 homicidios, cálculo que difiere de la Defensoría del Pueblo que contabiliza 1.113 líderes sociales entre 2016 y 2022, agrega cerca de 20.000 desplazados; 18.000 confinados; un aumento de los secuestros del 212 % y del 43 %, de las extorsiones. Señala 172 casos de sicariato… y la noche que llega.
De los 390 firmantes de paz ultimados, estaban en proceso de reincorporación 380; 8 acreditándose ante la Oficina del Alto Comisionado para la Paz y 2 trasladándose a las zonas veredales transitorias de normalización. Según Cifras y Conceptos, el 52,9 % de los connacionales se sienten inseguros, para el 57 % la falta de seguridad es el mayor problema y para los agremiados de Fenalco, el 64 %.
Sin paz no hay paz, diría Perogrullo. Una sociedad sin justicia no logrará nunca estar en paz consigo misma. Al sentirse desprotegida, indefensa, desamparada, lo más probable es que tome por su cuenta el protegerse, resarcirse. Al célebre filósofo, político y pensador, Seneca, se le atribuye la frase -de rabiosa actualidad-: “Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía”, ejemplificada por el emblemático caso de Santiago Uribe -el hermanísimo del mañoso innombrable- investigado por concierto para delinquir agravado y homicidio contra el conductor de bus, Camilo Barrientos, ocurrido en 1994, en Yarumal-Antioquia, que lo responsabilizó de la formación de los “12 apóstoles” (grupo paramilitar).
Proceso iniciado en 1996, en el que fue detenido dos años en el batallón de Rionegro-Antioquia, luego que la Fiscalía pidió condenarlo “por existir pruebas suficientes de su participación en los crímenes del grupo paramilitar”. Resolución que lleva esperando 27 años, en contraste con los roba-gallinas que se pudren -por sus robos famélicos- en las atestadas cárceles.
Dormidos expedientes -tras la prescripción- engavetados en la ‘Comisión de Absoluciones’, o en los empolvados estantes de la parapléjica, pisoteada justicia; ciclo signado por la impunidad en favor del tantas veces citado, el incorregible, oscuro, resbaloso innombrable, ‘presunto’ autor intelectual.
Inimaginable, tribal ola criminal salida -al parecer- de la ciencia ficción, atada a la parapolítica, afín a la elusiva, excluyente, discriminatoria, individualista, utilitarista, vengativa ultraderecha extrema; ideología corta de miras, dominante, alejada del bien común, abocada a reinventarse a efecto de recobrar el poder -a como dé lugar y al costo que sea-, mediante las habituales, tradicionales artimañas, subterfugios, trampas, vericuetos, en perjuicio de los cándidos, ilusos, mayoritarios compatriotas de bien, esquivando -de paso- el supuesto largo brazo de la ‘ciega, sorda y muda’ Justicia.
Deterioro moral, resultas de la artificiosa, indolente, mezquina política -sin dignidad, escrúpulos, hígados- de ‘Los tres huevitos’, que trocó -movida por procaces intereses subalternos- las reglas morales, éticas, por la ley de la selva, que desangró, postró -en su período- a Colombia, ahogó en un pantano de corrupción -institucionalizada-; arruinó, fragmentó, polarizó, radicalizó, la reventó socialmente sumergió en un pozo séptico.
Asfixió, desarraigó a millones de postergados colombianos que, faltos de oportunidades, agonizan en la indigencia, carentes de salud, educación, trabajo, recreación y un largo etcétera; masas desocupadas, irredentas, que malviven en la informalidad imperante en los cinturones de miseria de las grandes, inhóspitas ciudades; que deambulan por el mundo sumidos en la incertidumbre, inseguridad, desesperanza, en la irrefrenable violencia.
Descontento, malestar social, evidentes, que tienen incendiada la pradera, poblada de incontables víctimas -viudas, huérfanos, lisiados, menesterosos- secuela de la Seguridad Demoníaca, sin purgar por el apurado, hipotético victimario que anda de gira, fresco como una lechuga, como si nada, por el desmoronado país, ambientando la azarosa, miedosa reedición de la ‘Seguridad Demoníaca’. Dios nos coja confesados.
Los exasperados deudos reclaman -a grito herido- al Presidente -de cara a la transparencia-, la prometida Comisión Internacional de Justicia contra la corrupción e impunidad, parigual a la creada en Guatemala (CICIG) por la ONU, coordinada por Iván Velásquez, que sentó en el banquillo de los acusados a tres presidentes, dosis esperada en Colombia, con el recio fundador de las ‘Convivir’ -sin escapatoria-, que convirtió al país en su coto de caza, en campo de batalla.
Repito: NO habrá paz social si no hay justicia.
Admonición que extiendo a la canallesca, enmascarada, cómplice subdirigencia que renegó de la doctrina, los principios e ideales conservadores, para entregarlos, calculadamente -con sus banderas- en bandeja de plata, al endiosado halcón en comento, trasteándose a sus toldas con el rebaño, no por convencimiento, solidaridad, sino por sus patéticos, prohibitivos intereses -visibles e invisibles-, causándole inconmensurable daño al maltrecho Partido.
Calamitosa decisión duplicada por la caricaturesca, pretenciosa Juana Carolina Londoño, insoportable polichinela que se cree la Juana de Arco criolla, sobre la que pende la espada de Damocles, de la indubitable pérdida de la investidura, quien a pedido de ‘virigüizo’ (junior), le negó súbitamente el aval al ovacionado expresidente del Consejo municipal, LUIS ALBERTO FRANCO, calificado postulante a alcalde del amado terruño. .
Traición otrora perpetrada -sin atenuantes- por el eclipsado Omar Yepes, atrapado, manipulado entonces por el áspero, diabólico, fantasmal, soberbio ‘presidente eterno’, ante quien se plegó, arrodillado, convertido -con su amo, Andrés Pastrana-, en su incondicional apologista, causa primaria de la desbandada de la fiel, inerme, descorazonada militancia, coaccionada -como hoy- para votar por los hostiles rivales de toda la vida.
Alevosa, estridente, irreflexiva inconsistencia, descache; oprobiosa felonía -vieja liturgia- oficiada por el itinerante, oportunista hereje en cuestión, al que no le perdonan -¿verdad Inés?- los desairados copartidarios que con la infligida, merecida derrota al controvertido, maculado ‘Poder del pueblo’, se cobraron por ventanilla.
Inapelable estoconazo, principio del fin -Inexorable- del abusivo, infame, ilícito, perverso CVY, practicado por el ávido, cuestionado, insepulto pontífice de marras. Descalabro que le espera a la plagiaria Carolina. Puntos sobre las íes, leitmotiv del presente abreviado desahogo.