Al presidente Duque y a sus amigos empresarios se les acabó la paciencia y la máscara de preocupación que habían ostentado ante el problema del COVID-19 durante estos días. Ahora buscan mediante cualquier forma levantar la cuarentena en favor de sus intereses económicos y el crecimiento de su capital.
Como siempre, los medios de comunicación han jugado un papel importante en la difusión de un supuesto descenso en la curva de contagios en el territorio nacional. Por supuesto, en este juego de poder, la población más vulnerable está expuesta y sometida a los intereses de unas élites que dominan y deciden quién vive y quién muere en nuestro país. En este caso, porque en esta cuarentena "inteligente" que propone Duque serán los ciudadanos más pobres quienes salgan a las calles y arriesguen sus vidas en beneficio del crecimiento de la economía de aquellos que se han aprovechado de su necesidad a diario.
En efecto, no estamos siendo conscientes de que somos una sociedad que no está preparada para ser inteligente y menos cuando no contamos con la estructura hospitalaria, ni con los recursos suficientes para afrontar un colapso en nuestro sistema de salud. Resulta bastante terrorífico imaginar un escenario en el que millones de personas salgan a las calles, en un país en el que a las élites políticas y económicas no les importan las condiciones laborales de sus trabajadores, bajo los más mínimos controles sanitarios y sobre todo bajo la inseguridad de un sistema de salud precario y privatizado. Esto bajo el amparo de un Estado exonerado de toda responsabilidad y que solo se ha encargado de entregar dineros y "vigilar" el actuar de unas empresas privadas de salud, corruptas desde sus inicios e inundadas de intereses políticos individuales, accionistas de dudosa procedencia, empresas y miembros del gobierno.
Sin embargo, parece que al gobierno de los diez millones de colombianos de bien poco o nada le interesa invertir en políticas públicas que permitan solventar durante estos meses las necesidades de las clases más desfavorecidas y menos garantizar los derechos de sus trabajadores. Porque, efectivamente, ostentamos ser un país capitalista, creemos que vivimos en un paraíso y "aquí no queremos nada regalado". Además, no sabemos lo que realmente significa ese "yo produzco" y a quién beneficia, y siempre caemos en esa mentira del progreso que nos han vendido cada cuatro años, porque nos creemos una sociedad inteligente... se nos olvida que no tenemos ni la cultura, ni los recursos para evitar una tragedia.