El Gobierno colombiano padece, sin duda, un (TAB) trastorno afectivo bipolar. Se rasga las vestiduras para repatriar a un puñado de colombianos presos en China, pero no hace nada por aliviar las patologías sociales que llevan a miles de colombianos a emprender una acción tan estúpida, como la de meter una valija llena de cocaína a la República Popular China.
Nadie desconoce el drama que esos ciudadanos viven en las cárceles chinas, la mayoría de ellos son personas humildes que jamás han visto el lado amable de nuestro “progreso” y merecen nuestra solidaridad. Se necesita estar muy desesperado o ser muy tonto para tratar de meterle los dedos en la boca a las autoridades chinas. Pero ¿por qué tanto interés de nuestro Gobierno por los ciudadanos presos en Cantón, si jamás se preocupó por ellos cuando estaban en Colombia?
La diplomacia colombiana, como muchas de nuestras instituciones da grima, es uno más de los botines burocráticos que el poder Ejecutivo reparte para pagar favores y para comprar lealtades. Solo un mínimo porcentaje de los embajadores y los cónsules ha hecho carrera y cuenta con verdaderos méritos para ocupar esos cargos o para representar al país. Muchos recordamos a nuestro honorable cónsul en Milán, Jorge Noguera, alias 'buen muchacho', quien, con un cinismo sin limite, aseguró no poder regresar a Colombia para rendirle cuentas a la justicia, porque no tenia con qué comprar el pasaje. Otro caso muy sonado fue el de Salvador Arana, exembajador en Chile y exgobernador condenado a 40 años de cárcel.
Afortunadamente, Andrés Felipe Arias no aceptó el cargo que le ofreció Juan Manuel Santos como embajador en Italia, entonces habríamos tenido que pasar por la vergüenza de una seguidilla de embajadores colombianos condenados por la justicia. Recordemos que Arias, quien huye de la justicia, habría sido el remplazo de Sabas Pretelt de la Vega, hoy preso, y quien ya había dejado en alto el nombre de Colombia como embajador en Chipre, Malta, Grecia y San Marino.
Así pues, queda claro que la diplomacia colombiana conoce muy bien las necesidades de los delincuentes y no es de extrañar que se solidarice, cuando uno de los nuestros tiene que vivir el infierno de la cárcel. Ojalá fueran igualmente deferentes con los colombianos, cuando se nos pierde el pasaporte o cuando necesitamos hacer alguno de los innumerables tramites burocráticos, sellados y autenticados, que se requieren en este país de desconfiados.
Pero claro, los colombianos de a pie, que por uno u otro motivo hacemos uso de los servicios consulares, no podemos ser utilizados como propaganda patriotera, que a la larga es lo único que le importa al Gobierno. Entonces resulta ser más fácil repatriar a un criminal condenado a muerte, que el duplicado de mi cédula que pronto completará un año en la oscuridad de algún cajón del consulado de Colombia en Hong Kong. Ojalá alguna mano caritativa se solidarice, la ponga en un sobre y me la envié por DHL.
@CarlosCarrilloA
