En Colombia cada uno es corrupto de acuerdo con sus posibilidades

En Colombia cada uno es corrupto de acuerdo con sus posibilidades

Es tan corrupto el pobre que se cola en TransMilenio como el poderoso que se apropia de dineros públicos... finalmente, la clase política es un reflejo del pueblo

Por: JAIME MENDEZ H
agosto 16, 2019
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En Colombia cada uno es corrupto de acuerdo con sus posibilidades

El tema de la corrupción en Colombia se ha vuelto tan trajinado que uno duda mucho antes de escribir o leer sobre el particular ya que todo está dicho y corremos el riesgo de ser repetitivos, pero creo que en este aspecto se justifica. La corrupción se encuentra enquistada en nuestra sociedad a todo nivel, no es cierto el lugar común según el cual padecemos una clase política corrupta, que nos fue impuesta a nosotros, que somos una sociedad de ángeles. Los líderes de un país son la mejor expresión de su pueblo y en Colombia cada uno es corrupto de acuerdo con sus posibilidades: el pobre se roba el pasaje en TransMilenio y el poderoso se roba millones en un contrato. Es exactamente lo mismo. Por esta razón estoy convencido de que la mayoría de los poderosos representan lo mejor (de lo peor) de nosotros como sociedad. Son los más hábiles, inteligentes y astutos, por eso llegan al Congreso, a la gerencia, al generalato.

Todas las instituciones son el reflejo de su pueblo, de allí sale su materia prima, por eso no podemos aspirar a que el Congreso, las cortes, las fuerzas militares o la iglesia sean diferentes, están hechas del mismo insumo y mientras más jerarquizada una institución, más permeable se vuelve a la corrupción.

Esto ha traído como consecuencia nefasta el culto a la ilegalidad, la perversión moral de admirar a quien actúa de esta manera, hasta le pusimos un nombre menos ofensivo, el vivo. En Colombia cuando alguien tiene un problema lo primero que hace es averiguar a quién hay que pagarle para que lo solucione. Aquí las personas no se sienten corruptas cuando regalan una botella de whiskey para que les agilicen un trámite o se saltan una fila, es más, a veces da la sensación de que se sienten orgullosas.

Existe una corrupción sutil y mucho más cotidiana, la de usufructuar en beneficio propio los recursos del estado, es tan común que pocos consideran que esté mal, imagino que es porque aspiran llegar a esos cargos y poder disfrutar los mismos “beneficios”, estos hacen parte del paquete, por decirlo de alguna manera. Pero innegablemente es corrupción cuando un funcionario le tiene carro oficial a la esposa, los hijos y hasta a la empleada (hay situaciones de seguridad que lo ameritan, pero son contadas), cuando tiene funcionarios pagos por el estado cumpliendo labores domésticas, cuando almuerza con amigos y familiares y paga con cargo al presupuesto, así como muchas otras conductas similares que son frecuentes y realizan ante la mirada de todos, incluso sus hijos, sin sonrojarse. Creo que están convencidos de que si no se embolsillan dinero no hay delito, n o hay corrupción. Recuerdo la noticia de un general que hizo la fiesta de fin de año a sus funcionarios con dineros de gastos reservados y cuando estalló el escándalo estaba indignado porque él no se había robado un peso, y otro al que se le accidentó una camioneta oficial con soldados que se encontraban trabajando en su finca particular, lo cual le parecía lo más normal del mundo.

Este es el meollo del último escándalo de corrupción en el Ejército, no son solo contratos millonarios, son prácticas consuetudinarias de oficiales que piensan que el estado les debe usufructuar sus gastos. Para lograr esto deben involucrar una gran cantidad de personas que guardan cómplice silencio, no sé si esperando que les llegue su turno o porque a lado del enfermo come el alentado y en el desgreño administrativo resultante sacan también su parte.

Muchas veces se ha discutido sobre las causas de la corrupción, casi siempre se achacan a la educación, a la justicia, o más bien a la falta de estas. Llama la atención sin embargo que quienes más roban son generalmente los más educados, los privilegiados que tuvieron la oportunidad de graduarse de las mejores universidades de este país, parece que estas son excelentes transmitiendo conocimientos, pero mucho menos efectivas en transmitir principios. También es una realidad de a puño que Colombia es un país de leyes (de demasiadas leyes, como todos los países con una elevada corrupción), todas las conductas que se pueden considerar como corrupción están tipificadas, el problema es la falta de una correcta aplicación de estas leyes, así como de un efectivo y proporcionado castigo a quienes las violan.

De nada sirve la educación si esta no forma en valores, menos aún si el estudiante ve que sus profesores, directivos, líderes políticos y hasta familiares aplican la cultura del atajo de manera impune. Tampoco sirve un compendio de leyes si estas no se aplican de manera justa, si vemos a los corruptos disfrutando de sus fortunas gracias a inexplicables prebendas de la justicia, si vemos que se aplica la ley de manera inversamente proporcional al poder del acusado, de nada sirve si vemos a un político, que era el faro moral de este país, lanzarse al congreso a sabiendas de que estaba impedido y después aferrarse de pies y manos a la curul ante la ovación de la galería. De nada sirve un Ejército profesional y sacrificado, si hay soldados que prefieren pasear el perro del general o ser peones en su finca, con tal de no estar en orden público y oficiales que prefieren cometer delitos para sufragar los gastos personales de sus jefes con tal de impulsar sus carreras. En últimas, de nada sirve la educación y las leyes si vemos día tras días a nuestro jefe robando, de manera sutil o descarada, y sabemos que no va a pasar nada.

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