Cuesta lidiar con tanto veneno vertido por tirios y troyanos en la cloaca de los medios y redes. Ellos pontifican sobre el desastre que estaría por venir, aunque solo ellos lo ven. Aun así lo usan de excusa para culpar a la contraparte (sea capitalista o comunista), que suele estar colocada en el extremo contrario de su propia visión sociopolítica. En consecuencia, merecen ser invisibilizados en las sociedades por ellos propuestas como el zenit del género humano.
Estos pontificadores de oficio (llámense columnistas de opinión, influencers, bodegueros a sueldo o simples robots informáticos dedicados a propagar sus calumnias) difícilmente pueden hacer mella en un libre pensador que descubre o intuye sus engaños, mas resulta casi inútil entrar a controvertirlos, pues su fuego va dedicado a quien ya está propenso a ser encendido... y ni uno ni otro espera ser apaciguado. Necesitamos tener una sociedad pluralista en sus modos de pensar y alejada de los métodos de estos depredadores.
Ahora, con el reinicio paulatino de las actividades sociales y económicas, hay un buen punto de partida para trabajar en clave de esperanza.
Hay muchos que apuestan al fracaso de esta apertura, sin decir que pueda definirse como un fracaso. ¿Será un porcentaje de aumento del número de contagiados y muertos existentes a 31 de mayo?, ¿o un porcentaje sobre la población total del país?
Si es por porcentaje de muertos, estos nunca pasarán de ser una pequeña fracción de los muertos por otras causas. Sin embargo, los que importan son los vivos, los que aún seguimos o seguiremos respirando en unos meses (o a la vuelta de uno o dos años en las condiciones más dignas posibles).
Evito usar el término sobrevivientes porque este implica una excepción y, ante el COVID-19, más del 99.9% de la población vivirá para contar esta época aciaga de falsa venta de una pandemia, con motivos aún por establecer, que extrapoló todos los límites para destruir las sociedades existentes antes del mismo.
Con la apertura decretada a partir del primero de junio, que se ha unido a otras anteriores, ya quedan pocas restricciones. Se permite salir a muchos —claro, exceptuando a los mayores de 70 y conexos con preexistencias que siguen encerrados—.
Esperamos que el efecto en la subida de las cifras de contagios y muertos sea bajo, pero, sea lo que sea, ya no debe haber marcha atrás, porque los confinamientos generales de los sanos han mostrado su inutilidad para detener la expansión del COVID-19, más sí su capacidad de destrucción de la economía.
También es claro que la indisciplina social seguirá impactando estos números, para esto ya se sabe cuál es el mejor remedio: buscar a los indisciplinados o posibles focos de contagio y hacerles exámenes y darles confinamientos obligatorios.
Mientras esto sucede, hay que ver el optimismo y la alegría con que las gentes, sean empresarios, sean empleados, sean jubilados, sean informales. Todos los ciudadanos, sin ningún tipo de distinción por ocupación o ingresos, se han volcado a las calles a retornar sus vidas con una energía es vital.
Podemos decir con claridad que el pueblo (ya sea procapitalista o prosocialista) es superior a sus dirigentes y el pueblo. Además, en clave de esperanza le está marcando los dirigentes el rumbo a tomar para retornar la vida productiva y generar los ingresos para cada uno y la sociedad entera.
