A mi familia y amigos en Colombia me gustaría contarles lo qué pasó los primeros días del estallido social acá en Chile, para que ustedes mismos saquen sus propias conclusiones de lo que pasa en Colombia.
Todo comenzó el viernes 18 de octubre y sin planificación. La gente salió a las calles a demostrar su descontento. El cacerolazo pasó a ser el himno de lucha y las barricadas el símbolo de que la normalidad que había vivido Chile durante 30 años se había perdido. A medida que caía la noche ya se empezaron a registrar los primeros saqueos a supermercados de cadenas grandes, bancos y droguerías, relacionados con escándalos de colusión.
Estos saqueos provocaron un miedo colectivo ya que se corrió la voz de que también querían meterse a robar casas y apartamentos. Rápidamente la gente tomó resguardos y se armó de palos, bates y varillas para defenderse. Decidieron seguir el consejo de políticos del partido de Piñera de uniformarse. Acá por ley todos los carros deben llevar en su kit de seguridad un chaleco amarillo reflectante, así que este chaleco sería de ahora en adelante su uniforme. Se organizaron por jornadas de vigilancia entre vecinos y es que pareciera que los policías y el ejército se habían ido a descansar porque ya en estos sectores no se veían patrullando. Los noticieros empezaron a cubrir estos lugares y es que no era para menos en pleno toque de queda se podía sentir el miedo, vecinos dispuestos a matar a golpes a posibles saqueadores.
Para los días siguientes el panorama fue el mismo, ya los chalecos eran el uniforme para todos aquellos que estaban en contra de las manifestaciones sociales (aunque este grupo “el de los chalecos” era mínimo y los medios de comunicación querían hacer creer que eran muchos). En las intervenciones presidenciales Piñera solo se enfocaba en el punto de la seguridad y no en las demandas sociales, felicitaba el actuar de las fuerzas militares y de policía, alegando que no daban abasto, que estábamos en guerra frente a un enemigo muy poderoso, el mensaje era claro, dividir a la masa por un lado los de chalecos amarillos y por otro lado los que protestaban por las demandas sociales.
Días después pidieron que marcharan un domingo en la plaza principal a favor de la “paz”, pero un día antes un chaleco amarillo le disparó a una masa de manifestantes hiriendo a una persona en su pierna y luego dándose a la fuga. Ese día los chalecos amarillos estaban acabados porque al final resultaron siendo más violentos que los saqueadores. La marcha de ellos se canceló y se acabó la manipulación. La gente dejó de armarse y hacer vigilancias.
Hasta el día de hoy no se registró ninguna denuncia por saqueos a casas, no hay videos ni fotos. El miedo que vendieron los primeros días fue orquestado por el gobierno para acabar con la movilización, pero el pueblo no es tonto y sabe que el enemigo poderoso al que se refería Piñera es el gobierno y toda la clase política y económica que protege.