La imagen del Pastor Jhonny Copete bendiciendo a Vicentico Blel y a William García es macondiana, hilarante (chistosa) y reveladora. Dígame usted si no es una ironía ver a dos candidatos cercanos a casas políticas cartageneras vinculadas en casos de corrupción en la casa de Dios con un pastor estrafalario y mercachifle de la fe.
Vicente Blel (padre), el verdadero dueño del poder detrás de su hijo, fue condenado por parapolítica en 2010. Por su parte, William García Tirado renunció a su candidatura en el 2015 y se unió a Manolo Duque, quien terminó preso en un escándalo de corrupción. García fue parte del gabinete de Manolo y, ahora, hace campaña junto a Blel. El chiste se cuenta solo. Leí a una cibernauta decir: “Dios pone y quita los gobernantes”. Después de ver esa imagen, me queda más que claro que es Johnny quien va a ponerlo. Si, Jhony, el mismo pastor que, en 2017, entró a su congregación en un caballo de 100 millones de pesos y que sueña con entrar en uno a la casa de Nariño (Ver: El pastor evangélico de Cambio Radical que sueña con entrar a caballo a la Casa de Nariño). No creo que sea necesario explicarles a los lectores con plastilina cómo se están cociendo las habas.
La frase de “los buenos somos más” es solo un sofisma, una frase trasnochada de cajón con un positivismo pusilánime y sin significado real. Si lo buenos fueran más, Cartagena no estuviera sumida en la corrupción, atraso, pobreza y anarquía en la que se encuentra desde hace décadas. Esto automáticamente conlleva a hipotetizar que los buenos son, entonces, egoístas e indolentes. Usted, lector, escoja con cual versión se queda, pero para reforzar mi hipótesis les dejo un aparte de una conversación entre dos amigos (uno de ellos se considera como “gente de bien”) de cara a las próximas elecciones: “Compa sabe que…yo voy a la fija con alguien que sea ganador. Eso de andar votando por un monda’o no aguanta. Luego se queda uno mamando cable y los demás con su vainita agarra’. La verdad no me voy a poner a inventa’, voy con el que esté punteando en las encuestas y que me asegure mi vainita”. Ahora díganme que eso no es la realidad cartagenera.
Para las elecciones del próximo 27 de octubre, en Cartagena se han registrado cerca de 240 aspirantes al concejo y 15 para la alcaldía. Esto puede interpretarse de varias maneras: (a) hay pluralidad, (b) hay indignación general en la población y se quiere un cambio, (c) cualquiera se cree capaz de ejercer esos cargos (independientemente de los requisitos para aspirar) y eso se lo debemos en parte a los personajes que Cartagena ha tenido como concejales y alcaldes en las últimas décadas y (d) así como se hacen los corruptos en las licitaciones públicas, se presentan muchos oferentes (que son ellos mismos disfrazados de otras empresas) para tener más oportunidad de quedarse con los contratos. Esta oleada de candidatos crea confusión y atomiza el verdadero mensaje del cambio que se busca. Como dice mi sobrino Carlos Adrián: “entre más inscritos del mismo sector o movimiento (haya), más posibilidades tienen los corruptos de seguir delinquiendo. Mientras ellos se unen, los alternativos se dividen”. Sale la pregunta: ¿todos querrán tener la oportunidad de probar algo de ese delicioso pastel, mostrando una vez más egoísmo?
Es increíble que candidatos como William García, Yolanda Wong, Hernando Padaui y Vicentico Blel estén punteando en la las encuestas, a quienes, entre otras cosas, la mayoría de los concejales investigados están apoyando. “Cucarachas del mismo calabazo”, dicen unos y “entre bomberos no se pisan las mangueras”, dirán otros. William García hace uso de que nació en el barrio La María para dar la falsa impresión que comprende al pueblo. Asimismo, hace alusión a que es el único candidato con título de doctorado. La Atlantic International University, basada en Honolulu, no está acreditada por ninguna agencia reconocida por la Secretaría de Educación de los EE. UU. Sugiero al candidato que haga convalidar su título por el Ministerio de Educación de Colombia antes de pregonarlo a los 4 vientos como un plus. Todos los que hayan hecho un doctorado en instituciones de reputación saben de la gran diferencia que eso significa.
A escasos dos meses de las elecciones, los cartageneros deberían estar cuestionando aspectos como: ¿de dónde está saliendo el dinero para apoyar estas campañas con almuerzos, transporte, tarimas, refrigerios, publicidad, cantantes, etc.?, ¿quiénes están apoyando a los candidatos (pista…miren las fotos y adiciones a las campañas)?, ¿mi candidato tiene un programa de gobierno con cifras para poder hacerle seguimiento y exigirle en caso de que no cumpla?
Uno esperaría que candidatos libres de escándalos como Nabil Báladi y William Dau estuvieran arriba en la intención de voto. Nabil es un exitoso profesional y serio empresario que ha demostrado saber administrar y ha promovido varias iniciativas en la ciudad. Con su altruismo, ha demostrado que quiere a la ciudad de manera desinteresada. William Dau, abogado, ha arriesgado su vida y pasó años en exilio por denunciar repetidamente la corrupción. Por el lado de los aspirantes al concejo, están Kairen Gutiérrez, Lidys Ramírez, Gregson Martínez, Suzzane Varga, Inelse Mercado, Javier Bejarano, David Múnera y Mitchel Villarreal Molina, honestos y trabajadores todos, quienes, con la ayuda de los votantes a conciencia, reemplazarán a todos los concejales actuales ineptos. ¿No son estos atributos suficientes para hacerlos atractivos a los votantes cartageneros? Pareciera que no.
Esto me hace recordar la película argentina El ciudadano ilustre, en donde un escritor galardonado con el Premio Nobel es invitado a su pueblo natal (llamado Salas) para agasajarlo. Luego de una corta estancia, sus habitantes, en una mezcla de ignorancia, estupidez y envidia de ver lo mediocre que son terminan matando lo único bueno que ha dado el pueblo.