“En Cali jugaban a la fractura entre ricos y pobres para buscar votos”: Rodrigo Guerrero

“En Cali jugaban a la fractura entre ricos y pobres para buscar votos”: Rodrigo Guerrero

Al alcalde de Cali lo desvela la inseguridad. Aunque a regañadientes aceptó gastarse 6 mil millones en el alumbrado, sigue dando la batalla por empujar las megaobras así no den popularidad

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diciembre 10, 2013
“En Cali jugaban a la fractura entre ricos y pobres para buscar votos”: Rodrigo Guerrero

El alcalde de Cali Rodrigo Guerrero supo esperar. Tuvo paciencia. Su terquedad, de la que muchos se quejan en su propia administración, le resultó una buena aliada, de manera que después de estar por más de 16 meses entre los alcaldes peor calificados del país, al fin repuntó. Y en Cali se siente el cambio; los caleños lo perciben.

¿Qué marcó el punto de quiebre? Pasó de menos a más. ¿Qué ha ocurrido?

Buena pregunta para empezar. Yo creo que Cali reencontró su destino. Tradicionalmente hemos sido cívicos y eso se había perdido. La carretera al mar se hizo por una suscripción de acciones públicas en la cual las lavadoras de ropa en el rio Cali, los emboladores de la plaza de mercado, suscribieron una acción al lado de los Mizrachi y toda la colonia judía, para unir a Cali con Buenaventura, con el Pacifico. Después aparecieron otras iniciativas colectivas, como la construcción de Plaza de toros, de los juegos Panamericanos. Propósitos que nos han convocado. ¿Qué nos faltaba? Tener metas ambiciosas. Cuando no hay metas empiezan las peleas entre unos y otros. Si el  gobernante logra canalizar propósitos, la cosa marcha.

¿Los Juegos Mundiales fueron el detonante que unió a los caleños esta vez?

Nadie tenía previsto en lo que se podrían convertir los juegos. En Bogotá no les dieron ninguna importancia. Los caleños los volvimos importantes. Despertaron la confianza cívica, descubrimos qué eramos capaces de hacer cosas en grande. Los juegos mundiales fueron el detonante social y permearon todas las capas sociales. Se dio un ambiente especial, de amabilidad, la gente devolvía las cámaras que se quedaban en los taxis.

Fue una coyuntura feliz, como también la Cumbre afro. En Cali hay más de un millón de afros y se sienten excluidos. Ellos mismos juegan a ser excluidos. En la Cumbre descubrieron su importancia, hubo una dignificación al lado de los personajes que vinieron. Mi tesis es que todos somos afros.  Venimos del Africa, si Adán y Eva existieron fueron negros. Los afros empiezan a encontrar su lugar en la ciudad. Y algo más; recuperar para la administración municipal, después de once años de intervención, las Empresas Públicas. Eso era una aberración. Eso psicológicamente cambia completamente la actitud de la gente.

¿Qué tanto tuvo que ver la penetración del narcotráfico en que aquel espíritu se hubiera perdido?

Los narcos penetraron el sistema político y nos ha seguido afectando hasta útima hora. Mi elección fue la primera en la que los narcos no intervinieron de manera determinante. Los alcaldes llegaban amarrados a compromisos, pero esta vez no; están extraditados, golpeados, encarcelados. Y eso nos ha dado mucha libertad.

Pero ni en ese punto, ni en ningún otro, usted no quiso poner el espejo retrovisor, no quiso señalar los errores del pasado. ¿No se arrepiente?

Eso le  habría hecho más daño a la ciudad.  Que se malgastó, que faltó plata, ¿para qué? Preferí montarme en lo que estaba andando. Las megaobras eran un compromiso de la ciudad y no de personas y yo tengo que honrar ese compromiso. Las peleas son llamativas, mediáticas, pero no más. Que la justicia haga lo que tiene que hacer, yo no le gasto tiempo a eso.

Arranqué con un presupuesto en ceros, los recursos de libre disposición para invertir eran iguales a los de la subsecretaria de equidad y género, LGTB, de Bogota.

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Estuvo bajísimo en las encuestas durante el primer año y medio de gobierno. ¿Cómo remontó la cuesta?

Yo actúo por convicciones, así no de raiting. La opinión me castigó por el MIO (el transporte público de Cali).  Era una apuesta que había hecho la ciudad hace ocho años pero que nadie cumplía porque era  impopular. Se requería retirar de las calles 5000 busetas, con las consecuencias conocidas. Hemos  sacado más de 3.500. Yo creo en el trasporte público.  Había que hacerlo y se hizo. Con muchas dificultades. Conocí el modelo en Curitiva, Brasil, cuando fui alcalde hace más de veinte años. Implementar el modelo sigue siendo sangre, sudor y lágrimas y golpea la  popularidad. Pero le digo: la popularidad no es mi razón de ser.

Otro tema que me costó mucho fue lo del alumbrado navideño. Arranqué convencido de que resultaba aberrante gastarle 6.000 o 7000 millones máximo a veinte días de alumbrado, a expensas del permanente, que era el que los barrios populares necesitaban. Mala percepción mia porque en el imaginario colectivo el alumbrado tiene un significado diferente, que la familia entera espera con ilusión cada diciembre. Visitarlo es como ir a Disneylandia, y yo no lo capté. Todavía me reclaman.

Y esa fractura entre ricos y pobres que ha tomado expresión política en Cali, ¿ha disminuido?

Falta mucho por arreglar. Pero mire, yo le gané a mis contendores en los estratos 1 y 2.  Tengo un compromiso  con la inclusión. 240.000 hogares de Cali recibirán el mínimo vital de agua gratis, pagado por la ciudad. El trasporte público, lo eventos, la música, el baile rompe barreras. Cali es de las ciudades más desiguales de Colombia, pero esto lo explotaban electoralmente. Jugar a la fractura para buscar votos. En la educación habrán cambios drásticos fortaleciendo la educación pública y las nuevas herramientas tecnológicas. A las cerca de 8000 familias que están en el jarillón se les encontrará una salida para que su vida no vuelva a correr peligro.

El lunar de Cali sigue siendo la seguridad. El gobierno nacional ha tomado medidas drásticas como la militarización de los barrios más conflictivos. La criminalidad sigue desbocada.                                

¿La seguridad, su gran frustración?

La seguridad tiene dos  componentes: homicidios y criminalidad –robos de vehículos, moto, a viviendas-; esa se ha reducido el 16%.  No hemos podido con los homicidios pero es que está pasando algo muy grave: estamos pasando al crimen organizado cuya forma de combatirlo no es con el bolillo, el policía por cuadrante, sino con inteligencia, interceptación de llamadas,  sincronización con la rama judicial, más fiscales. Cali es el escenario de enfrentamiento entre las distintas Bacrim. Importante no son las hormigas sino  el hormiguero.  Y ese tiene que combatirse desde Bogotá.

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¿Frustraciones?

La seguridad y el transporte público. Y esta administración que es pesadísima. Tenemos 3000 empleados, pero las 2/3 partes son por ordenes de servicio. Los que están de planta son cargos burocráticos. Se requiere una estructura funcional.

¿Y de la sucesión que?

La gente de Cali tiene que  aprender a diferenciar…..sino aprenden estamos fregados. En ese sentido si me gustan las encuestas, porque reconocen los logros y a la gente le gusta apostarle a los ganadores. Pero cualquier cosa buena se puede dañar.

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