No importaron mucho los insultos o las advertencias en los grupos de WhatsApp familiares de jóvenes estrato 6 de Cali, en donde tachaban de desadaptados a todos los protestantes que, en redes, anticipaban su salida a las calles con letreros de protesta el pasado 28 de abril. Los más ricos, acostumbrados al privilegio que su estatus le corresponde, jamás pensaron que algunos de sus familiares ya tenían la agenda ocupada en las calles ese día, con una causa que siempre sintieron ajena a su realidad, o a la burbuja en la que viven dentro de esta.
Pero es que esta marcha era diferente. La tercera reforma tributaria del gobierno de Iván Duque se sintió como una cachetada también para los hijos de papi que poco o nada se tienen que preocupar por el precio real de los huevos en Colombia. Incluso para los más exitosos empresarios está claro que la vida se está haciendo cada vez más cara y el gobierno es cada vez más corrupto. Y no es que la corrupción sea lo que más indigne a los ricos, sino es el descaro en las políticas contra los más pobres que por primera vez pareciera estar sensibilizando la conciencia social en un sector que poco tiempo ha querido gastarle a estos conceptos, pues la necesidad de pensar empresarialmente siempre ha sido más grande.
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Pero las cosas cambian con las generaciones y los hijos de la alta alcurnia, especialmente la caleña, quieren demostrar su disposición de salir de la comodidad de sus estratos para movilizarse en comunidad. No necesariamente por una cuestión de empatía, sino de natural reactividad porque, en palabras propias de varios de los que salieron a protestar con sus gafas originales Ray-Ban en la cabeza, esta reforma tributaria golpea a todos los colombianos por su calidad de colombianos, aunque el impacto se distribuya inequitativamente entre los niveles de la pirámide social en que se fijan los estratos.
Fueron cientos las invitaciones a hacer parte de colectivos de protesta durante el 28 de abril que se rotaban en grupos de Facebook y Whatsapp de personas que nunca habían sentido en carne propia la represión del ESMAD en las calles.
En Pance, uno de los barrios más exclusivos de todos los caleños, los parches de artistas de música electrónica, los DJs, organizaron su propia manifestación en lo que sería la primera protesta en sus vidas para muchos. Con banderas de Colombia, camisas blancas manchadas de pintura roja y música a todo volumen en sus Audis blancos, salieron encaravanados desde las 8 de la mañana hasta donde las vías les permitieron avanzar. De ahí, se bajaron y empezaron a caminar en dirección a los puntos de congregación donde la tensión ya empezaba a agudizarse de manera prematura. En ese momento, no hubo diferencia alguna entre la bandada de motociclistas protestantes y ellos, en sus caravanas de carros lujosos, que gritaban sonrientes mientras los pitos de todos los vehículos hacia una algarabía que no podía pasar desapercibida.
Muchos nunca habían visto a un indígena caucano pero ese día se pararon al lado de la guardia del CRIC en la entrada de la Universidad del Valle, opuestos a los móviles antidisturbios del ESMAD que ya hacían presencia en el lugar. Mientras tanto, las fotos en redes sociales empezaban a llenarse de likes por sus mensajes llamando a la conciencia por parte de los ciudadanos, frente a la apatía de los gobernantes. Y en los grupos de Whatsapp, hasta colecta para comprarle refrigerios a los manifestantes se están haciendo.
Decir que todos los que salen a marchar son desadaptados o mamertos o vándalos o pobres es una afirmación que ya está mandada a recoger.