El contrabando y el narcotráfico llegaron como una cascada de sin sabores a Buenaventura y sus alrededores. Era 1980 y el frente 30 de las FARC al mando de alias Mincho y Jota Jota entró a la selva, por el lado de Raposo, hacia el alto Naya, donde atravesaron los farallones y empezaron a usar ese territorio, hoy zona metropolitana de Buenaventura, sin meterse con la población nativa. Ante la presencia de la guerrilla, los carteles del narcotráfico y las disputas por el mercado de la coca, las alarmas se encendieron en el Gobierno: comenzaron los ataques, las restricciones, los bloqueos en las vías, los enfrentamientos de la guerrilla con la policía y el ejército, las pescas milagrosas. A la situación se sumó la llegada de los paramilitares hacia el año 2000 con el lema que donde estaba la guerrilla había aliados de la guerrilla, lo cual desencadenó una ola de masacres como la del Alto Naya en el 2001 que dejó más de 35 muertos, y la de los 12 jóvenes asesinados cuando supuestamente iban a jugar un partido de fútbol hacia el 2003.
Así lo recuerda Manuel González, subdirector administrativo de la Iglesia Pastoral Social de Buenaventura en el Encuentro Nacional de Paz de la red Prodepaz, el pasado 16 de octubre en Bogotá. A pesar de los embates de la guerra, su sonrisa brilla más fuerte que los destellos de luz que han generado los enfrentamientos entre los grupos armados. Y no es para poco, según él, la alegría caracteriza a los habitantes del mayor puerto de Colombia y a toda la población del Pacífico.
Manuel comenta que cuando se cocina en las casas de los habitantes del puerto siempre hay un plato más de papa china, ñame y pescado con jugo de lulo o de guayaba para alguien nuevo que llegue: una impronta con la que nacen las personas del Pacífico y que ni siquiera el contrabando, el narcotráfico y la disputa del territorio entre las FARC y las Autodefensas han podido quitar.
Según él, la población afrocolombiana es muy creyente y le gusta celebrar en ferias bailes y fiestas como la de la Virgen del Carmen, de Santa Rosa de Saija de San Martin de Sairre y San Pacho. Gracias a ello el Pacífico cuenta con una ventaja ante las masacres, los enfrentamientos entre grupos armados y el desplazamiento que ha sufrido su territorio en los últimos 40 años. “Las mismas expresiones de violencia no pueden con la alegría de nuestro territorio”.
Para este líder de la Pastoral de Buenaventura, quien representó a su población del Pacífico en el Encuentro Nacional Por la Paz, el perdón puede existir en el país. De hecho la paz está ligada al perdón y ya se está viviendo en Buenaventura con la Red de Mariposas, las alianzas con Organizaciones No Gubernamentales y con, quizás, la muestra de rechazo que demostraron los habitantes de su ciudad el 19 de febrero de 2014, cuando salieron a marchar cansados de soportar las masacres, los enfrentamientos, los muertos y el abandono de sus hogares. Allí la población afro le demostró a la violencia que la alegría de sus habitantes nunca se irá a apagar.